Sobrevolando por primera vez Nuakchot me quedé sorprendido de cuanta arena puede caber en una ciudad. Una vez puesto el pie en el suelo arenoso, la sensación era menos agobiante y a los pocos días ya todo parecía de los más normal.
Mi primer trabajo consistió en
dar clases en un curso de Máster de agroecología que organizaba la ONG catalana
Mon-3, junto con la Universidad de Barcelona. Durante mi estancia vivía en una
casa que habían alquilado a la ONG con la condición de mantener al guarda,
Mohammed, quien había perdido todos sus camellos en la sequía de los años 80
del siglo pasado. Arruinado, había vuelto a Nuakchot y el dueño de la casa lo
dejaba vivir en un cuartucho en el patio a cambio de que cuidara de la
propiedad.
Mohammed no hablaba ni papa de francés,
sólo hassanía, pero le gustaba mucho decir que si y era muy simpático. Algunas
veces venía alguien de la embajada y al no encontrar a ningún expatriado, le
decía a Mohammed que hiciera el favor de decirnos que llamáramos a nuestro
regreso. El le decía que sí y después, si te he visto no me acuerdo. Al tiempo,
por quejas de la embajada de que no respondíamos a sus recados se decidió hacer
algo. Con un amigo tuareg que hacía de traductor le dijimos que la próxima vez
que viniera alguien de la embajada le diera una libreta para que apuntara lo
que esa persona quisiera decirnos. Nos dijo que sí. La siguiente vez que vino
el funcionario de la embajada, en cuanto lo vio, lo dejó pasar y cerró la
puerta con llave. Le dio la libreta y prácticamente secuestrándolo, no le dejó
salir hasta que el hombre escribió algo en la libreta, sin entender nada. Una
vez la hoja garabateada y con el orgullo de la difícil misión cumplida,
Mohammed con una gran sonrisa, lo liberó.
Las hortalizas de los huertos de
Nuakchot, crecen sobre la propia arena y lo que necesitan es agua para
sobrevivir a las altas temperaturas que se mantienen a lo largo del año. Hay
pozos que los lugareños excavan para sacar el agua de riego, la que en muchos
casos tiene un alto índice de salinidad y que también puede estar contaminada
por la cercanía de los pozos sépticos de las casas. Eso hace que no sea muy
recomendable comer algunas verduras, sobre todo las de ciclo corto y de hoja,
como las lechugas y las que puedan entrar directamente en contacto con el agua
de riego, como los tomates.
Huerto en Nuakchot, con un
espantapájaros-cuarto
Muchos de los trabajos en los
huertos los realizan esclavos o antiguos esclavos, llamados Haratin. La
esclavitud se abolió en Mauritania en 1981 pero no fue declarada ilegal hasta
2007. Se cuenta que de forma informal todavía se sigue manteniendo ya que
muchas familias de los antiguos esclavos siguen entregando a sus hijos para
servir en las casas de gente más adinerada, a cambio de que les den un techo y
comida.
Los Haratin son moros
negros que son descendientes de esclavos, o ex esclavos. Aunque la esclavitud
fue abolida formalmente en Mauritania en 1960 y nuevamente en 1981, muchos
Haratin siguen subordinados a sus antiguos amos.
Mariama era con diferencia la mejor
estudiante de todo el Máster de Agroecología. Ella había sacado una beca para
ir a estudiar a Francia, pero su familia no la dejó ir por ser mujer. Era la
que más preguntaba, la más ávida de saber, quien cada día repasaba lo que
contábamos. Nos contaba que por eso se había apuntado al curso, para viajar con
nosotros, con lo que contábamos y con las diapositivas que mostrábamos.
Mariama en uno de los huertos de Nuakchot
Paralelamente se daban algunos
cursos de conservas para mejorar la seguridad alimentaria de las familias, para
mejorar sus recursos alimenticios en época de escasez. Una dificultad radicaba
en que, en estos cursos dirigidos a mujeres, el idioma resultaba a veces una
barrera casi infranqueable, dado que muchas no hablan francés, ya que no se les
enseña en la escuela. Uno de los profesores se pasó todo el curso hablándoles
de lo importante que es ahorrar, guardar, conservar, dándose cuenta al final
que esa parte, por los problemas del idioma, no la habían entendido.
Una muestra
de las conservas realizadas en el curso
Oualata es la última ciudad
mauritana antes de llegar a Mali. Está más allá del final de la carretera de la
Esperanza, tras la cual se deben recorrer todavía 200 km a través de pistas y
desierto. El gobierno mauritano tiene mucho interés en conservar la
habitabilidad de este lugar y promueve para ello algunos proyectos con donantes
internacionales. Esta ciudad es un centro cultural, histórico y religioso muy
importante ya que aquí se guardan algunos documentos antiguos, siendo el centro
de escuelas coránicas
más importante del mundo islámico.
Sus características
edificaciones, de adobe
rojizo, obtenido con una mezcla de mortero de barro, bosta de vaca, agua y
pigmento de oligisto,
le permitieron ser declarada Patrimonio de
la Humanidad por la Unesco
en 1996.
Una de las
características edificaciones, restaurada
Si alguien quiere pasar calor le
recomiendo venir aquí en abril y sabrá lo que es bueno. En el proyecto agrícola
donde trabajamos mi amigo Carlos y yo, nuestro mayor problema era que a la hora
de abrir el riego por goteo, en cada gotero había un pájaro esperando por el
agua que salía y que era bombeada desde un pozo cercano. Estaban puntuales
desde las 7 de la mañana y mientras esperaban que saliera el agua iban
picoteando las plantas que se habían sembrado.
En un mercadillo de Mauritania,
encontré un reloj muy, muy barato. El mío se había estropeado hacía unos días.
Me lo compré pensando que por un precio tan barato poco podía salir mal. No
recuerdo cuánto me duró, bastante tiempo creo, pero sí que la marca era Cassio,
con 2 eses.
Cuando estás
en el desierto no hay como un turbante para protegerte del sol, el viento y de
las moscas.
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