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domingo, 21 de diciembre de 2025

Sierra Leona (fin)

 

Niña en Bandajuma, en una plantación de cacao

Me llevo un montón de impresiones de Sierra Leona, que seguramente todavía me llevará algún tiempo procesar. Escribir el blog me sirve para reflexionar. No es lo mismo pensar para uno mismo, o contar a alguien lo que has vivido, muchas veces de una forma espontánea, según va saliendo, que escribirlo y darle vueltas a lo largo de los días, afinando y refinando tus impresiones. Me parece que todo queda más asentado, mas apegado a la realidad y relacionado con lo que has vivido en esos días.

Para ello tengo un par de días en Banana Island, mi última etapa antes de ir a Freetown para coger el barco que me llevara al aeropuerto (¿a que parece un contrasentido?) para volar toda la noche del domingo y llegar el lunes 22 por la noche a Tenerife.

Después de haber mirado las opciones que había en la isla, me decido por Dalton’’s Banana Guesthouse, un sitio que cuesta diez veces menos que el carísimo The Place y que me gusta diez veces más. Y es que cuando te quedas en un sitio que no es de tu nivel, creo que se nota, tanto si es por arriba como si es por abajo.

Dalton's Guesthouse, en Banana Island

La isla, antes de Navidad es de una tranquilidad absoluta. Coincido el primer día con 3 miembros de Médicos sin Fronteras (MSF), una chica rusa, un enfermero brasileño y un psicólogo holandés. También hay una pareja de franceses que vienen desde Francia en bicicleta y que van camino de Sudáfrica (uno de mis sueños que ya va a ser difícil poder realizar).


En todo este tiempo en Sierra Leona me ha tocado corregir la maquetación de mi libro sobre el cacao que la verdad es que no me dio muchos problemas más que las de conectarme de vez en cuando a internet, lo que no siempre era fácil. También he acabado de darle el ok a la cubierta estando en la isla. Ahora sólo falta que impriman el libro y que lo manden. Si no falla nada estará a mediados de enero, ya que la primera presentación está anunciada para el 31 de ese mes.


Uno de estos días me visitó una araña por la noche a la habitación. Al parecer es pariente de la tarántula y hubo división de opiniones sobre si es peligrosa o no. La chica del restaurante decía que no, que es una araña de campo y el dueño del hotel decía que si te pica, sólo duele un poco. En todo caso no la maté y la empujé hacia fuera para que volviera a su hábitat.


En la isla no hay mucho que hacer. Bañarse en el mar, hacer un poco de snorkeling, pasear por el pueblo que tiene sólo unas 50 casas y donde se puede ver algunas de un standard medio y la mayoría auténticas chabolas. También se puede ir a un pequeño puerto flanqueado por dos impresionantes ceibas. Allí los barcos y los marineros sestean, esperando el momento de salir a pescar. No parece que el negocio les vaya demasiado bien.

Otro día me voy caminando de punta a punta de la isla, hasta llegar a la siguiente (Ricketts), donde hay otro pequeño pueblo. En todo el camino en el que tardé una hora en un sentido, no me encontré absolutamente a nadie y a veces el camino se perdía. En algunos casos ayudaba ver donde había algún plástico en el suelo, lo que indicaba que ese era el camino correcto.


Ricketts island

Quizás influenciado por lo que escribí en mi libro, me he estado fijando en el trabajo infantil. Lo he visto en muchas partes y de muchas maneras. Niños vendiendo en las calles, niñas recogiendo botellas de plástico en las playas, otros acarreando recipientes con agua sobre sus cabezas, los niños trabajadores en la arena del río, quizás el trabajo más duro que les he visto hacer. En cambio, no he visto a ningún niño en los campos agrícolas por los que he pasado.


En el bar del pueblo de Banana Island, hay un mural que les recuerda de dónde vienen.



Paso el último día en Freetown aunque tranquilamente me podía haber quedado un día mas en la isla, pero no quiero apurar demasiado el último día antes de viajar por cualquier contratiempo que pueda surgir.

De regreso a tierra firme

Desde Kent se tarda casi 2 horas en llegar al extremo norte de Freetown, donde me quedo y que está cerca de las playas y del puerto donde sale el barco al aeropuerto. La ciudad está en efervescencia constructora, en parte por las remesas que mandan los que viven y trabajan fuera del país y que quieren tener un lugar donde vivir cuando regresen a sus orígenes, una vez retirados.

Camino de Freetown

Aprovecho por la noche para ver un poco del ambiente nocturno de la capital en la playa de Lumley, donde parece que todo el mundo se ha reunido para hacer botellón, ir a los bares e incluso para casarse.

Y hasta aquí llega mi periplo por Sierra Leona, ¡de momento!



 

 

Kenema 2

 


Aunque el nombre del país es muy sugerente, parece que nunca ha habido, ni hay en la actualidad, leones en el país. Su nombre le viene al parecer del navegante portugués Pedro da Cintra en 1462 que al ver desde el mar las montañas de la costa le recordó a un león o leona.

El líder abolicionista británico Granville Sharp compró a los jefes de distintas etnias un territorio de unos 250 km2 e instaló en él una sociedad de agricultores, que pronto se transformó en una empresa colonizadora británica. Los esclavos liberados fundaron la capital del país, Freetown, en 1791 que en 1808 pasó a ser una colonia de la Corona británica. En 1821, Sierra Leona se fusionó con Gambia y Costa de Oro (la hoy llamada Ghana) para crear el África Occidental Británica. Durante los siguientes cincuenta años, la marina británica desembarcó 70 000 esclavos liberados en Freetown y su población siguió aumentando rápidamente con la migración desde el interior.


La capital se encuentra a 8°29′14″N y 13°14′08″Oy el país tiene 71 740 km2 de superficie (algo menos que Andalucía) y una población de un poco más de 8 millones de habitantes (igual que Andalucía o Cataluña).

En el centro de procesado que Lizard Earth tiene en Bandajuma


Vista del patio de la casa anexa a la de Daniel donde me quedo en Kenema
 

Kenema


En Kenema, la ciudad donde vivo, estoy continuamente comparándolo todo con Togo. La casa en la que me quedo, los colores, los ruidos, incluida la mezquita que me despierta cada día a las 4,30 de la mañana con sus rezos y que se alarga hasta las 6 de mañana con sus lamentos interminables. Muchas cosas me recuerdan a mi querida ciudad de Kpalimé en Togo. La casa (justo al lado de la de Daniel), aunque está bien para los estándares locales, no tiene agua corriente y hay que usar cubos de agua que trae el vigilante del pozo al lado de la casa. La luz se va de vez en cuando, aunque tiene la alternativa de una planta de energía solar.

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La cocina deja bastante que desear, pero como en los restaurantes la comida cuesta unos 5 euros incluida la bebida, pues nos vamos todos los días a comer y cenar a lugares locales. También se puede comer por 3 euros cuando sabes dónde (un montón de arroz blanco con salsa de cacahuetes con un poco de carne además de una coca cola y agua). En muchos sitios no hay cerveza porque son musulmanes (de ahí lo de la coca cola).

El primer día me muevo por Kenema yendo de paquete con un motorista para hacer un par de cosas y yendo a la finca experimental. Al volver del campo se apunta el que trabaja en la parcela y nos vamos alegremente los tres en la moto. Aquí lo normal son que vayan hasta 4 personas, por lo que ir solo tres se considera casi un lujo. Solo he visto superado este número de pasajeros en Filipinas con sus supermotos.

Otro día voy conduciendo en una de las dos Toyotas pick-up que Lizard Earth tiene, y me voy con tres trabajadores a la parcela experimental para llevar un cargamento de compost que Daniel lleva acumulando en su jardín desde hace al menos 10 años. Primero voy conduciendo a la europea vigilando de no atropellar a nadie. En el segundo viaje ya voy como si fuera sierraleonés de toda la vida, pitándole a la gente para que se aparte y pisando más el acelerador. Esto es África con reglas claras: ¡el más pequeño tiene que apartarse!


Empieza otra semana y doy una charla a los técnicos de Lizard Earth de como podar los árboles de cacao y como construir drenajes para evitar el exceso de agua en algunas de las zonas donde han sembrado. También vamos a la finca experimental para enseñarles lo que puede ser uno de los modelos de plantación que deben implementar. Me llama de nuevo la atención su bajo nivel, como por ejemplo que uno de ellos coge la tijera pequeña de podar con las dos manos para cortar una ramita.


Haciendo prácticas de poda de cacao con los técnicos

Combino esto con ratos en la oficina, haciendo planes para los trabajos que tienen que hacer los técnicos el año que viene y estableciendo criterios para seleccionar las parcelas con las que vale más la pena trabajar. Me llama la atención el bajo nivel que en general tienen los técnicos contratados, tanto en el inglés como de conocimientos técnicos, además de la poca voluntad de aprender y hacer cosas. Después me doy cuenta de que estos técnicos que tienen entre 28 y 32 años nacieron en la época de la guerra cuyas consecuencias se siguen pagando muchos años después.

Otro día me voy con Daniel al terreno de 500 ha que la empresa Lizard Earth (https://lizard-earth.org) ha arrendado por 30 años, donde están plantando cacao en las parcelas que están deforestadas y manteniendo 167 ha de bosque primario. Como en la última semana han arreglado la pista con maquinaria, tardamos media hora menos del tiempo estimado. En Dodo, se acaba la pista y vienen 2 motoristas a buscarnos para llevarnos a Neama, donde recogemos a Sewa, el encargado de la finca, para seguir yendo 3 en cada moto hasta Sokibu.

En el poblado de Sokibu, cerca de la frontera con Liberia, antes de salir hacia los campos de cacao

Por el camino pasamos por 5 puentes hechos con simples maderas y troncos con amplias separaciones entre ellos, por lo que intento no mirar hacia abajo. Llegamos a Sokibu, hasta ahora el poblado más tradicional que he visto y me vuelvo a preguntar como se puede vivir en esas condiciones y tan alejado de todo. Vamos a pie hacia la finca y tardamos unas 5 horas en visitar varias de las parcelas. Cuando volvemos me duele todo por la caminata. Encima, al poco de comenzar, al pasar un riachuelo, de los que tuvimos que cruzar al menos 20, metí el pie izquierdo en el agua por lo que todo el tiempo voy con un pie mojado y uno seco. Regresamos a Kenema a las 7 de la tarde, ya de noche, y después de descargar los 6 sacos de cacao que hemos traído, nos vamos a cenar y a tomarnos una cerveza Star bien fría para celebrar que todo ha ido sin casi contratiempos.


Por las mañanas temprano me siento a escribir en la terraza de la casa y vienen los colibrís a verme y es que este país es conocido por su diversidad de aves. Aprovecho el sábado para darme una vuelta por Kenema al mediodía, bajo un sol apabullante. Compro un par de cosas para el desayuno, me doy una vuelta por el asfixiante mercado y me vuelvo en moto a la casa. Hoy me tomo la tarde libre.

Sewa, uno de los técnicos, en una parcela agroforestal de cacao

Motos y tiendas de compra-venta de diamantes en la calle principal de Kenema

El domingo lo pasamos con Daniel tranquilamente charlando y haciendo proyecciones de todo lo que se podría hacer. También hablamos sobre la posibilidad de que yo vuelva o no, y aplazo la decisión para dentro de un par de días. Hay varias cosas que me gustan de este proyecto, pero las condiciones un poco difíciles de la vida y el trabajo aquí son las que no me dejan decidirme. Daniel me ofrece trabajo remunerado y es que tiene muchas cosas que hacer y no puede con todo. Sé que no soy la persona indicada, pero me gustaría que encontrara a alguien dispuesto a venir aquí (becario/a?) y yo podría hacer de soporte desde Tenerife.

Por la tarde vamos al rio Moa, que se origina en las tierras altas de Guinea Conakry, formando luego parte de la frontera con Liberia hasta que entra en Sierra Leona y después de haber recorrido 425 km desemboca en el mar de Sierra Leona.


En su ribera hay una gran actividad de recogida de arena, de forma artesanal, con pequeños botes cogiendo la arena de los bancos que se han formado en el río, que traen y descargan en la playa, para que luego un montón de niños la vuelvan a cargar a los camiones que vienen a comprarla. Aquí se ve que el trabajo infantil no es solo un problema del cacao.


En el río Moa, decenas de niños trabajan en la recogida y carga de arena para la construcción, en auge en la ciudad. Niños sin futuro.  


Cuando ya llevo unos días aquí me doy cuenta de la que gente no se ríe mucho, en todo caso menos que en Togo y no se a qué se debe. ¿Será por la pobreza y sus condiciones de vida tan duras?


Uno de los técnicos se va a cagar al único baño que hay en la oficina con la puerta abierta, como si estuviera en el campo.

Cuando al atardecer vuelvo caminando a la casa veo un grupo de niños que imitan las prácticas de las sociedades secretas de los Poro de la cultura del pueblo Mende, que se encuentra al este de Sierra Leona, en la frontera con Liberia


Niños imitando las sociedades secretas adultas, que en realidad no son ninguna broma. 

Cuando estuve en Tacugama paseando por el bosque me encontré con esta escultura tallada en un árbol. ¿A que da un poco de miedo?

 

¿Escultura? que encontré en un árbol en Tacugama. La verdad es que impresiona.



sábado, 20 de diciembre de 2025

Kenema 3

 


Sewa (técnico con gorro), motorista (de rojo), Daniel (blanco) y un cazador-pescador-recolector de la zona 

Volvemos a ir al campo para ver plantaciones de cacao y las proyecciones que hay de cosecha este año. En el recorrido esta vez me mojo primero el pie derecho al pasar un riachuelo, más tarde el pie izquierdo y luego ya me meto de forma voluntaria en el agua con los dos pies. ¡Ya que más da!

En Sokibu, un poblado que está solo a un par de kilómetros de la frontera con Liberia, unos niños pequeños que al parecer nunca han visto un blanco se ponen a llorar cuando nos ven.


De viaje

Llega el momento de irme, para pasar la última semana viajando por el país. La estancia en este proyecto me ha parecido provechosa porque en este cultivo nunca se deja de aprender. Con Daniel, el alemán que fundó Lizard Earth después de cansarse de trabajar en la cooperación y ver que no se llegaba a nada, compartimos muchas ideas e ideales. Hemos pasado estas dos semanas trabajando muchas horas juntos, intercambiando conocimientos y debo reconocer que me ha proporcionado datos que normalmente ninguna empresa te daría. Su idea es establecer una forma diferente de trabajar con los productores de cacao, pero las empresas de la competencia, incluso las “ecológicas” no se lo ponen fácil, y siguen jugando con los precios, muchas veces desde una posición económica mucho más fuerte para conseguir que los agricultore les vendan a ellos. Lo que no saben los agricultores, que en su pobreza arañan cada céntimo que pueden del mejor postor, es que cuando los precios bajen, entonces las grandes empresas no tendrán piedad de ellos.

limpieza de cacao en Lizard Earth dando empleo a la gente del barrio

Como más datos conozco del país, más me quedo sorprendido de como se puede vivir con tanto poco dinero. Muchos de los técnicos que trabajan en la oficina no comen al mediodía porque no pueden gastarse 1 euro que cuesta la comida. La primera respuesta sería que porque no se les paga más, pero si se mira más en detalle y se conocen todos los datos se ve que desde el consumidor final que consume chocolate, pasando por los supermercados que lo venden, las multinacionales que procesan el cacao, las empresas que lo compran en estos países, hasta los cientos de comisionistas y agentes que recorren todo el país buscando la materia prima, todos presionan a la baja el precio y finalmente acaban esquilmando al productor y a toda cadena de valor en origen.

Cacao secándose y las linternas de energía solar cargándose, su única fuente de luz por la noche

El sistema del comercio del cacao es tan enrevesado y bien construido que cualquiera de estos eslabones de la cadena puede decir que no es su culpa que la situación sea así y achacárselo a los otros. Pero todos, incluso los que lo hacen por desconocimiento, son responsables de esta situación. No podemos seguir comiendo chocolate (y tantos productos basados en materias primas) a precios ridículos cerrando los ojos y sin querer saber que esta gente recibe sólo una mínima parte del precio final del chocolate.

Antes de irme recorro un poco el caos del mercado de Kenema y lo que primero pienso que son herramientas para la agricultura finalmente averiguo que es para la minería artesanal. Muchos sueñan con encontrar una pepita de oro o un diamante que les haga ricos para siempre, pocos o ninguno lo consiguen.

Herramientas para la minería

Tiwai Island

Emprendo el viaje cargado de billetes de 5, 10 y 20 Leones, que son los más grandes que hay y que equivalen a 19, 38 y 80 céntimos de euro respectivamente. En algunos sitios se puede pagar en dólares o con tarjeta de crédito, pero sólo en los de categoría alta a muy alta.

Cambié 3 billetes de 100 US$ por todos estos billetes

Al principio había previsto ir en transporte público a Tiwai, que está a sólo 80 km en la pista más recta, pero donde no circulan casi vehículos. Por la ruta asfaltada la distancia se triplica y dado que el tramo final es otra vez pista, el tiempo que se tarda puede ser entre 5 a 8 horas.

Parada de taxis en Kenema. Siempre cabe algo más en el taxi

Daniel se apiada de mí y se ofrece a llevarme en parte como compensación por lo que he trabajado con el y para evitarme la paliza del viaje. De paso el verá esta zona que no conoce a pesar de llevar ya 12 años en el país. Tardamos 3 horas en hacer los 80 km, por caminos que no parecen hechos para coches. 

Ya en la isla, después de comer, me uno a una pareja holandesa para hacer una excursión por el bosque secundario de la isla, pero que lleva protegido los últimos 40 años. Esta isla alberga 11 especies de monos en sus 12 km2, una de las mayores densidades del mundo y además 130 especies de aves, además de otros bichos. En sólo un rato vemos 5 especies diferentes de monos de las que el que más llama la atención es el black and white colobo, con el cuerpo negro y con una enorme cola blanca. Vemos y oímos a los monos cuando ellos también se paran a observarnos o huyen de nuestra presencia. Pero una de las cosas que más me impresiona en los caminos en el bosque es ver los millones de termitas descomponiendo los restos de árboles y hojas y al ser tantas, hacen un ruido que se oye perfectamente y que da miedo, como si fueran la marabunta. 

Venta de naranjas en la calle. Cada una se vende por 4 céntimos de euro

A pesar de ser un sitio turístico, muchas cosas fallan y el precio que se paga, aunque relativamente bajo, no está en relación de lo que se recibe. Pero al final uno duerme, aunque haga calor, se ducha, aunque salga poca agua y espera hasta 2 horas para una excursión que estaba planificada para las 6,30 de la mañana y nadie aparece. La cuestión es no desesperarse. No obstante, para curarme en salud y una vez perdida la confianza en la mánager del centro turístico, adelanto mi salida un día para llegar a tiempo a mi siguiente isla donde ya he pagado la reserva.

Probablemente este sea el país más difícil en el que he estado (¿comparable a Vanuatu?) en relación al nivel de vida, a los estándares en general, a los conocimientos de la gente, el bajo nivel de idioma de intercambio (inglés) y el número de malentendidos ya que o no los entiendes a ellos o ellos no te entienden a ti. 

Monos en Tiwai island

Tiwai se viene a ver los hipopótamos pigmeos y chimpancés. No he visto ni lo uno ni lo otro, aunque he hecho el chimpancé track, con un guía que, al no encontrar su machete, decidió coger un cuchillo de la cocina. Aun así, el recorrido es muy bonito, caminando entre la vegetación oyendo los monos que van saltando de una rama a otra. Como al regresar mi guía se quiere ir a su casa, me deja sólo en la isla, cuidando de 12 km2 y miles de monos, por lo que por si acaso cierro la puerta de mi habitación por la noche, no sea que venga un chimpancé a hacer la cucharita.

Embarcadero en el rio Moa para ir a Tiwai

El día de mi partida me dicen que a las 9 de la mañana me espera un taxi para llevarme a la ciudad de Bo, donde cambiaré de taxi. Todo esto lo organiza Siria, la encargada de Tiwai, que me da la impresión de que con todo hace negocio. A las 8,30 llega el capitán que tiene que llevarme a tierra firme. Como nadie ha hecho el desayuno se pone a hacerlo él. Le digo que, para ir más rápido, con hacer una tortilla y un café ya está y nos vamos. Como si oyera llover. Yo tengo prisa porque tengo que llegar a Kent antes de las 3 de la tarde para coger el último barco que va a la isla y que cobra un precio razonable. Si llegas más tarde los pescadores te exprimen sabiendo que no tienes otra posibilidad. Al capitán se la suda ya que él también quiere desayunar como es debido, así que prepara un panqueque, unos plátanos fritos y una tortilla. Para todo ello tarda casi una hora. Ya el día anterior habíamos quedado un grupo de 5 personas con él a las 6,30 y se presentó a las 8. Cuando la jefa le pegó la bronca se excusaba diciendo que había quedado a las 7, no a las 6,30. Una vez en el barco tardamos casi media hora en llegar por la fuerte corriente y ya son casi las 10 de la mañana.

Pescador en el rio Moa

Mi método para no ponerme nervioso en estos países es que me imagino siempre el peor escenario posible. Por ejemplo, en el caso de mi viaje, me imagino que el capitán llega tarde, que luego se estropea el motor del barco, que una vez llegamos, el taxi se ha ido con otros clientes. Luego hay que esperar otro taxi que, cuando sale, se estropea al poco tiempo y hay que coger otro vehículo que pase por allí, pagando un sobre precio. Cuando llegas adonde habías quedado, ya todos se han ido y debes negociar con la gente que hace de intermediaria entre los buses y los taxis. Cuando encuentras un vehículo este se vuelve a estropear a medio camino. Vuelves a buscarte la vida y consigues llegar a tu destino varias horas después de lo previsto. El truco está en que, si cualquiera de estas cosas no pasa, entonces el viaje sólo puede ir a mejor y que, como me ha pasado a mí, aparte de un leve retraso, haya llegado a las 15,30 en punto y he podido coger el barco. Otra vez he pensado que, en estos países, llamados África, todo es posible.



lunes, 8 de diciembre de 2025

SIERRA LEONA


No importa con quien hablara antes de empezar el viaje a Sierra Leona, todos me preguntaban si allí no estaban en guerra, si no era un país extremadamente peligroso y alguno también recordaba el libro o la película sobre los diamantes de sangre. A todos les decía que no, ni guerra ni extremadamente peligroso y que lo de los diamantes es de hace unos cuantos años.  Pero la verdad es que no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar en este país hasta llegar y comprobarlo por mí mismo. A mi favor tengo el conocer ya algunos países africanos, de los que cinco están en esta zona de África occidental, lo que me da cierta perspectiva. También que tengo cierta predisposición a que me caigan bien en general las gentes africanas, lo cual siempre ayuda. Pero es difícil sustraerse a tantas informaciones negativas sin que te recorra una cierta incertidumbre.

Voy con un grupo de cinco personas de Barcelona, que se conocen y son amigos, interesadas desde diferentes perspectivas en el cacao de Sierra Leona, y a los que conozco cuando me uno a ellos en el aeropuerto de Bruselas.


Uno de ellos es el dueño de Organic África Chocolate (www.organicafricachocolate.org), junto con un colaborador de esta empresa, otro es el dueño de la cadena de supermercados ecológicos más grande de España y luego hay dos mujeres expertas nutricionistas.

La ventaja de ir con el grupo es que en Sierra Leona ya está todo organizado y para la primera semana no me tengo que encargar de buscarme la vida, tal como he hecho en tantos otros viajes. Esto quiere decir que cuando llegamos a Freetown vienen dos coches a buscarnos al aeropuerto, el hotel está reservado a nuestros nombres y después de cenar podemos ir a dormir enseguida después de la paliza de viaje de 15 horas que llevamos desde Barcelona.

Kenema y Kailahun

Las plantaciones de cacao que vamos a visitar están en el distrito de Kailahun, a unos 400 km de la capital, hacia donde nos dirigimos desde temprano por la mañana en los dos vehículos. Como vamos justos de tiempo compramos unos kebabs en Kenema y nos los comemos por el camino. Esta segunda parte del viaje es una pequeña aventura porque primero vamos en los dos coches hasta un pueblo, donde nos esperan motoristas que nos llevan a las 8 personas, ya que se nos han unido el alemán Daniel, dueño de la empresa ética Lizard Earth que comercializa el cacao y la sierraleonesa Fatmata. Vamos cada uno de paquete en una moto, como si fuéramos un tren, por unos caminos de tierra en mal estado donde lo único que esperas es no caerte. Pasamos por algunos pueblos donde la gente y sobre todo los niños salen corriendo a saludarnos y ver esta procesión de blancos tan rara.

Llegamos al poblado Bandajuma, donde hay una pequeña planta de procesamiento y vemos parte del proceso de fermentación en cestas, el secado sobre esterillas de bambú y donde Fatmata les da a los pobladores a probar chocolate que el grupo ha traído de Barcelona y que está hecho con el cacao que ellos han cultivado. Para la mayoría es la primera vez que comen chocolate en su vida.

Cacao secándose al sol en Bandajuma

Cuando ya se acerca la tarde, los niños en los poblados nos están esperando para vernos pasar, porque saben que en algún momento tenemos que volver.

De regreso en Kenama nos quedamos a dormir en el Hotel Paloma. En la mesita de noche de mi habitación, en vez de una Biblia hay varios condones, al parecer regalo de la casa, lo cual en la mayoría de los casos es de mayor ayuda que la susodicha biblia. Por la mañana, al ir a desayunar, veo salir de la habitación de enfrente a una despampanante mujerona negra y un hombre que la despide en calzoncillos, así que entiendo mejor la importancia del regalo.

Al día siguiente, ya todo es más relajado y vamos hacia otros campos de cacao, esta vez sin tener que subirnos en motos y me doy cuenta a lo largo del día, y así se lo digo a Daniel, que hay muchísimas cosas que hacer y mejorar. También hacemos una corta visita a un rey local, que al igual que en otros países africanos, cumplen una función de intermediación entre el gobierno y la población, así como de autoridad en casos de conflicto, como suele ser habitual en los casos de propiedad de la tierra.


Acabamos el día visitando por la tarde la fábrica donde a partir del año que viene se procesará parte del cacao transformándolo en masa de cacao, con la posibilidad también de tostarlo y poder exportar con valor añadido, huyendo de la simple venta de materia prima, que lo único que hace es seguir replicando el sistema colonial que en realidad nunca ha desparecido.

Hay que decir que todos los procesos con el cacao, incluso los que se realizan en el campo, son muy intensivos en mano de obra, por lo que la gente local, que son contratados por esta empresa, pueden tener ingresos monetarios adicionales que les permiten mejorar en algo su nivel de vida.

Con el grupo regresamos al día siguiente a Freetown (otras cinco horas de viaje en coche) y vamos al santuario de Tacugama, donde hay un centenar de chimpancés que esta institución ha recuperado de las zonas selváticas, bien porque estaban heridos o bien porque los cazadores han matado a la madre. Allí se les alimenta, permaneciendo al principio en campos de entrenamiento para adquirir capacidades de buscar comida, como por ejemplo ponerles frutas en cajas con barrotes para que con la ayuda de palos sean capaces de cogerla. Al cabo de un tiempo pasan a superficies boscosas cercadas, para que cada vez se alimenten más por sí mismos, esperando el momento en que puedan ser devueltos al bosque, aunque en muchos casos no es posible y pasaran el resto de su vida en este centro.

Al día siguiente por la mañana nos recibe en su despacho el jefe de ministros de Sierra Leona, David Senghe, el cual, en una forma muy ejecutiva, se hace en 10 minutos con una imagen del proyecto y de los problemas más importantes que promete abordar. Nos concierta una cita para al cabo de una hora con el ministro de Agricultura. También nos recomienda hablar con el embajador español responsable para Sierra Leona, pero ubicado en Guinea Conakry, que está ese día en Freetown, aunque las agendas no coinciden y finalmente no nos vemos. Sergi, que ha vivido varios años en África, dice nunca ha conocido a ningún embajador español que haya hecho algo que valga la pena para ayudar a iniciativas como en la que estamos inmersos. La visita con el ministro de Agricultura si tiene lugar y habrá que esperar los resultados, aunque ya es interesante que políticos de este nivel, con capacidad de decisión, se interesen por este tipo de proyectos.


Como ya es fin de semana lo damos todo y nos vamos a The Place, el hotel más lujoso de Freetown que está en la playa. Fue construido en su momento para los ingenieros que trabajaban en las grandes minas del país para que fueran una semana allí después de 3 semanas en las minas. Nunca en mi vida he pagado tanto por una noche de hotel y no creo que nunca lo vuelva a pagar. Pero al ir en un grupo, que lo ha organizado todo y me ha dado la oportunidad de conocer todo esto, lo que hacerlo por mi cuenta habría sido muy difícil, tienes que adaptarte a su programa. Eso no quita que me haya parecido una contradicción completa entre lo que hicimos el primer día y pasar al otro extremo, pero los caminos del señor son variados e inescrutables. Por la noche hay una fiesta en la playa de danzas del vientre o algo parecido con un grupo de Dubai y dado que el propietario del hotel es de la India, hay un montón de ciudadanos de ese país, que una vez ingerido suficiente alcohol, nos muestran lo mejor y lo peor de ese país. No lo disfruto para nada y a la que puedo, me escapo a la habitación e intento dormir a pesar de la música.


Lo mejor de este sitio para mí fue poder ir a ver los pescadores con sus barcos de colores y ver la amabilidad de la gente y de los niños, a pesar de que te ven venir de ese lugar donde pagas más por una noche de lo que ellos ganan en un mes.

Por fin el grupito se va y yo regreso con Daniel y Fatmata a Kenema, a volver a la vida normal, ¡por fin ! y donde pasaré las siguiente dos semanas intentando aportar algo al mundo del cacao sierraleonés.

¡Esto es África!


 

 


lunes, 17 de noviembre de 2025

Historietas - BELICE

 


North East Cay

Desde el norte de Guatemala, en Livingstone, se puede tomar una lancha a Puntagorda, ya en Belice (ver mapa de la entrada anterior), adonde llegué con el tiempo justo para montarme en el bus del mediodía que va a Dangriga. Tenía que bajar en el cruce a Hopkins, y allí, a pesar de lo que me habían dicho, no había taxis esperando. Le pregunté con mi natural simpatía y en mi mejor inglés a una señora negra, de esas como sacada de una película gringa y que estaba sentada al lado de la parada, si sabía de algún bus que fuera a Hopkins y me dijo que en unas 2 horas pasaría uno pero que cualquier vehículo me podía llevar. Ni corta ni perezosa, se levantó y con gesto enérgico paró un coche con 2 negros dentro y les dijo en un creol del que no entendí nada que me llevaran hasta Hopkins, que estaba a unos 8 kilómetros por una pista algo deteriorada. Lo hicieron sin rechistar, diciendo “Yes M’am”. En el trayecto el copiloto intentaba tapar con un trapo una escopeta que llevaban delante, entre los dos asientos. 

Yo había ido a Belice para pasar una semana en una isla que me había quedado en la retina de un viaje anterior. Había hablado en mi anterior viaje a Belice con un alemán en un bus, que venía de allí y me contó que había pasado unos días en ella, sin nada que hacer más que nadar, mirar el agua por el día y las estrellas por la noche.

Al llegar a Hopkins me quedé en un hotel que está en las afueras (a unos 5 km del pueblo), al lado del Sittee River, lleno de mosquitos y de donde salía el barco al día siguiente. Hablando con la gente del hotel me entero de que en la isla sólo están las cabañas y la casa de los dueños (es una isla privada) y si quieres comer, o vas al restaurante que tienen, donde la comida es bastante cara o te llevas tu propia comida, ya que las cabañas tienen cocina y al menos te ahorras algo de dinero. Así que como era todavía media tarde me fui caminando otra vez al pueblo y en el primer supermercado que encontré compré algunas provisiones con la idea de alargarlas todo lo posible en la semana en la isla. Para regresar no vi ningún taxi y me dije que tocaba caminar de nuevo. En todo ese ir y venir se había hecho tarde e iba a hacerse de noche dentro de poco. A pesar de que me daba prisa, entre el peso de lo que llevaba y la paliza que me había dado a lo largo del día vi que se me iba a hacer de noche por el camino. Por esa pista, que no estaba ni asfaltada, pasaron dos coches a los que hice autostop, pero ni me miraron. El tercer coche que pensé que también iba a pasar de largo de pronto paró y se bajó una mujer que me dijo si estaba loco de caminar a esas horas por ese lugar, que si quería que me atracaran. Cuando miré dentro del coche vi que iba una abuela, muchas bolsas con comida y un montón de niños. No se cómo consiguieron hacerme sitio, pero así fue y conseguí llegar sano y salvo al hotel.

Al día siguiente, hacia el mediodía, salimos unos cuantos extranjeros con el catamarán de los dueños de la isla. Después de navegar por unas 3 horas, llegamos a North East Caye, una de las 4 islas que hay en ese atolón. Me asignaron una cabaña inclinada, pero con tal de dormir encima del agua, como si me la dan del revés. La rompiente estaba a unos metros de mí y el sol me daba en la cara al despertarme por la mañana. Todo un lujo.

El catamarán

La isla es muy pequeña, tanto que para ir a cualquier parte buscas siempre el camino más largo en el que tardas menos de 10 minutos. Allí las iguanas son las que mandan cuando no hay nadie, las tortugas nacen con prisa para escapar de los depredadores que las esperan, el agua es transparente como el cielo, los cangrejos ermitaños salen a comer las sobras por la noche y las langostas enormes se aprietan dentro de pequeñas cuevas en las que ya casi no caben sin conseguir esconder sus antenas que las delatan. Las barracudas patrullan en formación los alrededores del arrecife y un viejo te cuenta historias, que no importa de cuando son, ya que todas son antiguas. Mi cabaña era grande, toda de madera y lo mejor es que tenía una pequeña terraza desde donde podía entrar directamente al agua.

Mi cabaña 

Los peces de colores nadaban por allí y era un espectáculo al que era difícil sustraerse. Efectivamente no había nada que hacer más que nadar, sentarse en el borde de la cabaña y volver a ir a nadar. Todos los días me los pasaba haciendo esnorkel, descubriendo en cada esquina un nuevo mundo de peces. Di con algunas cuevas con restos de conchas de langostas, una de las comidas favoritas de los nurse shark. Y por fin, una tarde, vi el primero de estos tiburones que se acercaba a mí por lo que le puse la aleta de mi pie delante de su hocico para que no pensara que era una langosta. Estos tiburones no suelen atacar, sólo si se les acorrala o cuando hay sangre de peces arponeados cerca. Todos los días ví peces grandes y pequeños, una familia de spotted Eagle ray, calamares, enormes barracudas y finalmente lo que yo identifiqué como un tiburón toro, enorme, gris y que me atraía y me daba miedo al mismo tiempo. El no sentía lo mismo por mí ya que se alejó sin despeinarse.


Una tarde, en el muelle, al limpiar pescado para la cena se llegaron a concentrar hasta una docena de tiburones, entre lemon y nurse shark, peleándose entre sí por los restos de pescado y compitiendo con las rayas y los cormoranes que desde el cielo también arrebataban restos en la superficie. Por la noche me iba al restaurante y así por lo menos compartía un rato con la otra gente y hablaba un poco.

Para seguir socializando me apunté un día para salir en un bote y hacer snorkel, mientras los otros turistas iban a bucear. El que llevaba la barca me dejó en un lugar, antes de las rompientes, donde no había mucho que ver, más que unos enormes peces (tarpón o sábalo real = Megalops atlanticus) que se ponían contra la corriente y me miraban de lado con uno de sus ojos. Cuando me cansé le hice señales al piloto para que me viniera a buscar. Ya en la barca empecé a pensar que algo iba mal cuando vi que el piloto miraba en todas las direcciones y no se veía a los buceadores por ningún lugar. Pasados algunos minutos más, puso rumbo a la isla y en cuanto la dueña de la isla nos vio llegar sin los buceadores salió corriendo y se subió a otro bote, me dejaron en tierra y salieron en las dos embarcaciones a todo trapo hacia la zona de buceo. Al cabo de unos angustiosos minutos los vimos regresar con los buzos ya a bordo. Al parecer la corriente los había arrastrado lejos, hacia una parte que el piloto no se esperaba, y por ello y debido a las olas que había no los veíamos. Ellos me contaron que si veían el bote y que cuando vieron que nos íbamos se les cayó el alma a los pies, si es que en el mar se puede decir eso.

Fue una semana de andar descalzo, viviendo los días de 12 horas y casi que durmiendo las restantes, soñando las historias que traía el viento, nadando todo lo que mi cuerpo aguantaba, sin afeitarme, sin ducharme, porque después de tantas horas en el agua no hace falta ducharse y porque, además, los piratas, no nos lavamos. Por la noche la brisa me traía sueños que se apelotonaban y por la mañana no sabía discernir si fueron realidad porque se desvanecían como la bruma.