![]() |
| Niña en Bandajuma, en una plantación de cacao |
Me llevo un montón de impresiones de Sierra Leona, que seguramente todavía me llevará algún tiempo procesar. Escribir el blog me sirve para reflexionar. No es lo mismo pensar para uno mismo, o contar a alguien lo que has vivido, muchas veces de una forma espontánea, según va saliendo, que escribirlo y darle vueltas a lo largo de los días, afinando y refinando tus impresiones. Me parece que todo queda más asentado, mas apegado a la realidad y relacionado con lo que has vivido en esos días.
Para ello tengo un par de días en
Banana Island, mi última etapa antes de ir a Freetown para coger el barco que
me llevara al aeropuerto (¿a que parece un contrasentido?) para volar toda la
noche del domingo y llegar el lunes 22 por la noche a Tenerife.
Después de haber mirado las
opciones que había en la isla, me decido por Dalton’’s Banana Guesthouse, un
sitio que cuesta diez veces menos que el carísimo The Place y que me gusta diez
veces más. Y es que cuando te quedas en un sitio que no es de tu nivel, creo
que se nota, tanto si es por arriba como si es por abajo.

Dalton's Guesthouse, en Banana Island
La isla, antes de Navidad es de
una tranquilidad absoluta. Coincido el primer día con 3 miembros de Médicos sin
Fronteras (MSF), una chica rusa, un enfermero brasileño y un psicólogo
holandés. También hay una pareja de franceses que vienen desde Francia en
bicicleta y que van camino de Sudáfrica (uno de mis sueños que ya va a ser
difícil poder realizar).
En todo este tiempo en Sierra Leona me ha tocado corregir la maquetación de mi libro sobre el cacao que la verdad es que no me dio muchos problemas más que las de conectarme de vez en cuando a internet, lo que no siempre era fácil. También he acabado de darle el ok a la cubierta estando en la isla. Ahora sólo falta que impriman el libro y que lo manden. Si no falla nada estará a mediados de enero, ya que la primera presentación está anunciada para el 31 de ese mes.
Uno de estos días me visitó una araña por la noche a la habitación. Al parecer es pariente de la tarántula y hubo división de opiniones sobre si es peligrosa o no. La chica del restaurante decía que no, que es una araña de campo y el dueño del hotel decía que si te pica, sólo duele un poco. En todo caso no la maté y la empujé hacia fuera para que volviera a su hábitat.
En la isla no hay mucho que hacer. Bañarse en el mar, hacer un poco de snorkeling, pasear por el pueblo que tiene sólo unas 50 casas y donde se puede ver algunas de un standard medio y la mayoría auténticas chabolas. También se puede ir a un pequeño puerto flanqueado por dos impresionantes ceibas. Allí los barcos y los marineros sestean, esperando el momento de salir a pescar. No parece que el negocio les vaya demasiado bien.
Otro día me voy caminando de punta a punta de la isla, hasta llegar a la siguiente (Ricketts), donde hay otro pequeño pueblo. En todo el camino en el que tardé una hora en un sentido, no me encontré absolutamente a nadie y a veces el camino se perdía. En algunos casos ayudaba ver donde había algún plástico en el suelo, lo que indicaba que ese era el camino correcto.
Quizás influenciado por lo que escribí en mi libro, me he
estado fijando en el trabajo infantil. Lo he visto en muchas partes y de muchas
maneras. Niños vendiendo en las calles, niñas recogiendo botellas de plástico
en las playas, otros acarreando recipientes con agua sobre sus cabezas, los
niños trabajadores en la arena del río, quizás el trabajo más duro que les he
visto hacer. En cambio, no he visto a ningún niño en los campos agrícolas por
los que he pasado.
En el bar del pueblo de Banana Island, hay un mural que les recuerda de dónde vienen.
Paso el último día en Freetown aunque tranquilamente me
podía haber quedado un día mas en la isla, pero no quiero apurar demasiado el último
día antes de viajar por cualquier contratiempo que pueda surgir.
Desde Kent se tarda casi 2 horas en llegar al extremo norte
de Freetown, donde me quedo y que está cerca de las playas y del puerto donde
sale el barco al aeropuerto. La ciudad está en efervescencia constructora, en
parte por las remesas que mandan los que viven y trabajan fuera del país y que
quieren tener un lugar donde vivir cuando regresen a sus orígenes, una vez
retirados.

Camino de Freetown
Aprovecho por la noche para ver un poco del ambiente
nocturno de la capital en la playa de Lumley, donde parece que todo el mundo se
ha reunido para hacer botellón, ir a los bares e incluso para casarse.
Y hasta aquí llega mi periplo por Sierra Leona, ¡de momento!










No hay comentarios:
Publicar un comentario