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lunes, 8 de diciembre de 2025

SIERRA LEONA


No importa con quien hablara antes de empezar el viaje a Sierra Leona, todos me preguntaban si allí no estaban en guerra, si no era un país extremadamente peligroso y alguno también recordaba el libro o la película sobre los diamantes de sangre. A todos les decía que no, ni guerra ni extremadamente peligroso y que lo de los diamantes es de hace unos cuantos años.  Pero la verdad es que no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar en este país hasta llegar y comprobarlo por mí mismo. A mi favor tengo el conocer ya algunos países africanos, de los que cinco están en esta zona de África occidental, lo que me da cierta perspectiva. También que tengo cierta predisposición a que me caigan bien en general las gentes africanas, lo cual siempre ayuda. Pero es difícil sustraerse a tantas informaciones negativas sin que te recorra una cierta incertidumbre.

Voy con un grupo de cinco personas de Barcelona, que se conocen y son amigos, interesadas desde diferentes perspectivas en el cacao de Sierra Leona, y a los que conozco cuando me uno a ellos en el aeropuerto de Bruselas.


Uno de ellos es el dueño de Organic África Chocolate (www.organicafricachocolate.org), junto con un colaborador de esta empresa, otro es el dueño de la cadena de supermercados ecológicos más grande de España y luego hay dos mujeres expertas nutricionistas.

La ventaja de ir con el grupo es que en Sierra Leona ya está todo organizado y para la primera semana no me tengo que encargar de buscarme la vida, tal como he hecho en tantos otros viajes. Esto quiere decir que cuando llegamos a Freetown vienen dos coches a buscarnos al aeropuerto, el hotel está reservado a nuestros nombres y después de cenar podemos ir a dormir enseguida después de la paliza de viaje de 15 horas que llevamos desde Barcelona.

Kenema y Kailahun

Las plantaciones de cacao que vamos a visitar están en el distrito de Kailahun, a unos 400 km de la capital, hacia donde nos dirigimos desde temprano por la mañana en los dos vehículos. Como vamos justos de tiempo compramos unos kebabs en Kenema y nos los comemos por el camino. Esta segunda parte del viaje es una pequeña aventura porque primero vamos en los dos coches hasta un pueblo, donde nos esperan motoristas que nos llevan a las 8 personas, ya que se nos han unido el alemán Daniel, dueño de la empresa ética Lizard Earth que comercializa el cacao y la sierraleonesa Fatmata. Vamos cada uno de paquete en una moto, como si fuéramos un tren, por unos caminos de tierra en mal estado donde lo único que esperas es no caerte. Pasamos por algunos pueblos donde la gente y sobre todo los niños salen corriendo a saludarnos y ver esta procesión de blancos tan rara.

Llegamos al poblado Bandajuma, donde hay una pequeña planta de procesamiento y vemos parte del proceso de fermentación en cestas, el secado sobre esterillas de bambú y donde Fatmata les da a los pobladores a probar chocolate que el grupo ha traído de Barcelona y que está hecho con el cacao que ellos han cultivado. Para la mayoría es la primera vez que comen chocolate en su vida.

Cacao secándose al sol en Bandajuma

Cuando ya se acerca la tarde, los niños en los poblados nos están esperando para vernos pasar, porque saben que en algún momento tenemos que volver.

De regreso en Kenama nos quedamos a dormir en el Hotel Paloma. En la mesita de noche de mi habitación, en vez de una Biblia hay varios condones, al parecer regalo de la casa, lo cual en la mayoría de los casos es de mayor ayuda que la susodicha biblia. Por la mañana, al ir a desayunar, veo salir de la habitación de enfrente a una despampanante mujerona negra y un hombre que la despide en calzoncillos, así que entiendo mejor la importancia del regalo.

Al día siguiente, ya todo es más relajado y vamos hacia otros campos de cacao, esta vez sin tener que subirnos en motos y me doy cuenta a lo largo del día, y así se lo digo a Daniel, que hay muchísimas cosas que hacer y mejorar. También hacemos una corta visita a un rey local, que al igual que en otros países africanos, cumplen una función de intermediación entre el gobierno y la población, así como de autoridad en casos de conflicto, como suele ser habitual en los casos de propiedad de la tierra.


Acabamos el día visitando por la tarde la fábrica donde a partir del año que viene se procesará parte del cacao transformándolo en masa de cacao, con la posibilidad también de tostarlo y poder exportar con valor añadido, huyendo de la simple venta de materia prima, que lo único que hace es seguir replicando el sistema colonial que en realidad nunca ha desparecido.

Hay que decir que todos los procesos con el cacao, incluso los que se realizan en el campo, son muy intensivos en mano de obra, por lo que la gente local, que son contratados por esta empresa, pueden tener ingresos monetarios adicionales que les permiten mejorar en algo su nivel de vida.

Con el grupo regresamos al día siguiente a Freetown (otras cinco horas de viaje en coche) y vamos al santuario de Tacugama, donde hay un centenar de chimpancés que esta institución ha recuperado de las zonas selváticas, bien porque estaban heridos o bien porque los cazadores han matado a la madre. Allí se les alimenta, permaneciendo al principio en campos de entrenamiento para adquirir capacidades de buscar comida, como por ejemplo ponerles frutas en cajas con barrotes para que con la ayuda de palos sean capaces de cogerla. Al cabo de un tiempo pasan a superficies boscosas cercadas, para que cada vez se alimenten más por sí mismos, esperando el momento en que puedan ser devueltos al bosque, aunque en muchos casos no es posible y pasaran el resto de su vida en este centro.

Al día siguiente por la mañana nos recibe en su despacho el jefe de ministros de Sierra Leona, David Senghe, el cual, en una forma muy ejecutiva, se hace en 10 minutos con una imagen del proyecto y de los problemas más importantes que promete abordar. Nos concierta una cita para al cabo de una hora con el ministro de Agricultura. También nos recomienda hablar con el embajador español responsable para Sierra Leona, pero ubicado en Guinea Conakry, que está ese día en Freetown, aunque las agendas no coinciden y finalmente no nos vemos. Sergi, que ha vivido varios años en África, dice nunca ha conocido a ningún embajador español que haya hecho algo que valga la pena para ayudar a iniciativas como en la que estamos inmersos. La visita con el ministro de Agricultura si tiene lugar y habrá que esperar los resultados, aunque ya es interesante que políticos de este nivel, con capacidad de decisión, se interesen por este tipo de proyectos.


Como ya es fin de semana lo damos todo y nos vamos a The Place, el hotel más lujoso de Freetown que está en la playa. Fue construido en su momento para los ingenieros que trabajaban en las grandes minas del país para que fueran una semana allí después de 3 semanas en las minas. Nunca en mi vida he pagado tanto por una noche de hotel y no creo que nunca lo vuelva a pagar. Pero al ir en un grupo, que lo ha organizado todo y me ha dado la oportunidad de conocer todo esto, lo que hacerlo por mi cuenta habría sido muy difícil, tienes que adaptarte a su programa. Eso no quita que me haya parecido una contradicción completa entre lo que hicimos el primer día y pasar al otro extremo, pero los caminos del señor son variados e inescrutables. Por la noche hay una fiesta en la playa de danzas del vientre o algo parecido con un grupo de Dubai y dado que el propietario del hotel es de la India, hay un montón de ciudadanos de ese país, que una vez ingerido suficiente alcohol, nos muestran lo mejor y lo peor de ese país. No lo disfruto para nada y a la que puedo, me escapo a la habitación e intento dormir a pesar de la música.


Lo mejor de este sitio para mí fue poder ir a ver los pescadores con sus barcos de colores y ver la amabilidad de la gente y de los niños, a pesar de que te ven venir de ese lugar donde pagas más por una noche de lo que ellos ganan en un mes.

Por fin el grupito se va y yo regreso con Daniel y Fatmata a Kenema, a volver a la vida normal, ¡por fin ! y donde pasaré las siguiente dos semanas intentando aportar algo al mundo del cacao sierraleonés.

¡Esto es África!


 

 


lunes, 17 de noviembre de 2025

Historietas - BELICE

 


North East Cay

Desde el norte de Guatemala, en Livingstone, se puede tomar una lancha a Puntagorda, ya en Belice (ver mapa de la entrada anterior), adonde llegué con el tiempo justo para montarme en el bus del mediodía que va a Dangriga. Tenía que bajar en el cruce a Hopkins, y allí, a pesar de lo que me habían dicho, no había taxis esperando. Le pregunté con mi natural simpatía y en mi mejor inglés a una señora negra, de esas como sacada de una película gringa y que estaba sentada al lado de la parada, si sabía de algún bus que fuera a Hopkins y me dijo que en unas 2 horas pasaría uno pero que cualquier vehículo me podía llevar. Ni corta ni perezosa, se levantó y con gesto enérgico paró un coche con 2 negros dentro y les dijo en un creol del que no entendí nada que me llevaran hasta Hopkins, que estaba a unos 8 kilómetros por una pista algo deteriorada. Lo hicieron sin rechistar, diciendo “Yes M’am”. En el trayecto el copiloto intentaba tapar con un trapo una escopeta que llevaban delante, entre los dos asientos. 

Yo había ido a Belice para pasar una semana en una isla que me había quedado en la retina de un viaje anterior. Había hablado en mi anterior viaje a Belice con un alemán en un bus, que venía de allí y me contó que había pasado unos días en ella, sin nada que hacer más que nadar, mirar el agua por el día y las estrellas por la noche.

Al llegar a Hopkins me quedé en un hotel que está en las afueras (a unos 5 km del pueblo), al lado del Sittee River, lleno de mosquitos y de donde salía el barco al día siguiente. Hablando con la gente del hotel me entero de que en la isla sólo están las cabañas y la casa de los dueños (es una isla privada) y si quieres comer, o vas al restaurante que tienen, donde la comida es bastante cara o te llevas tu propia comida, ya que las cabañas tienen cocina y al menos te ahorras algo de dinero. Así que como era todavía media tarde me fui caminando otra vez al pueblo y en el primer supermercado que encontré compré algunas provisiones con la idea de alargarlas todo lo posible en la semana en la isla. Para regresar no vi ningún taxi y me dije que tocaba caminar de nuevo. En todo ese ir y venir se había hecho tarde e iba a hacerse de noche dentro de poco. A pesar de que me daba prisa, entre el peso de lo que llevaba y la paliza que me había dado a lo largo del día vi que se me iba a hacer de noche por el camino. Por esa pista, que no estaba ni asfaltada, pasaron dos coches a los que hice autostop, pero ni me miraron. El tercer coche que pensé que también iba a pasar de largo de pronto paró y se bajó una mujer que me dijo si estaba loco de caminar a esas horas por ese lugar, que si quería que me atracaran. Cuando miré dentro del coche vi que iba una abuela, muchas bolsas con comida y un montón de niños. No se cómo consiguieron hacerme sitio, pero así fue y conseguí llegar sano y salvo al hotel.

Al día siguiente, hacia el mediodía, salimos unos cuantos extranjeros con el catamarán de los dueños de la isla. Después de navegar por unas 3 horas, llegamos a North East Caye, una de las 4 islas que hay en ese atolón. Me asignaron una cabaña inclinada, pero con tal de dormir encima del agua, como si me la dan del revés. La rompiente estaba a unos metros de mí y el sol me daba en la cara al despertarme por la mañana. Todo un lujo.

El catamarán

La isla es muy pequeña, tanto que para ir a cualquier parte buscas siempre el camino más largo en el que tardas menos de 10 minutos. Allí las iguanas son las que mandan cuando no hay nadie, las tortugas nacen con prisa para escapar de los depredadores que las esperan, el agua es transparente como el cielo, los cangrejos ermitaños salen a comer las sobras por la noche y las langostas enormes se aprietan dentro de pequeñas cuevas en las que ya casi no caben sin conseguir esconder sus antenas que las delatan. Las barracudas patrullan en formación los alrededores del arrecife y un viejo te cuenta historias, que no importa de cuando son, ya que todas son antiguas. Mi cabaña era grande, toda de madera y lo mejor es que tenía una pequeña terraza desde donde podía entrar directamente al agua.

Mi cabaña 

Los peces de colores nadaban por allí y era un espectáculo al que era difícil sustraerse. Efectivamente no había nada que hacer más que nadar, sentarse en el borde de la cabaña y volver a ir a nadar. Todos los días me los pasaba haciendo esnorkel, descubriendo en cada esquina un nuevo mundo de peces. Di con algunas cuevas con restos de conchas de langostas, una de las comidas favoritas de los nurse shark. Y por fin, una tarde, vi el primero de estos tiburones que se acercaba a mí por lo que le puse la aleta de mi pie delante de su hocico para que no pensara que era una langosta. Estos tiburones no suelen atacar, sólo si se les acorrala o cuando hay sangre de peces arponeados cerca. Todos los días ví peces grandes y pequeños, una familia de spotted Eagle ray, calamares, enormes barracudas y finalmente lo que yo identifiqué como un tiburón toro, enorme, gris y que me atraía y me daba miedo al mismo tiempo. El no sentía lo mismo por mí ya que se alejó sin despeinarse.


Una tarde, en el muelle, al limpiar pescado para la cena se llegaron a concentrar hasta una docena de tiburones, entre lemon y nurse shark, peleándose entre sí por los restos de pescado y compitiendo con las rayas y los cormoranes que desde el cielo también arrebataban restos en la superficie. Por la noche me iba al restaurante y así por lo menos compartía un rato con la otra gente y hablaba un poco.

Para seguir socializando me apunté un día para salir en un bote y hacer snorkel, mientras los otros turistas iban a bucear. El que llevaba la barca me dejó en un lugar, antes de las rompientes, donde no había mucho que ver, más que unos enormes peces (tarpón o sábalo real = Megalops atlanticus) que se ponían contra la corriente y me miraban de lado con uno de sus ojos. Cuando me cansé le hice señales al piloto para que me viniera a buscar. Ya en la barca empecé a pensar que algo iba mal cuando vi que el piloto miraba en todas las direcciones y no se veía a los buceadores por ningún lugar. Pasados algunos minutos más, puso rumbo a la isla y en cuanto la dueña de la isla nos vio llegar sin los buceadores salió corriendo y se subió a otro bote, me dejaron en tierra y salieron en las dos embarcaciones a todo trapo hacia la zona de buceo. Al cabo de unos angustiosos minutos los vimos regresar con los buzos ya a bordo. Al parecer la corriente los había arrastrado lejos, hacia una parte que el piloto no se esperaba, y por ello y debido a las olas que había no los veíamos. Ellos me contaron que si veían el bote y que cuando vieron que nos íbamos se les cayó el alma a los pies, si es que en el mar se puede decir eso.

Fue una semana de andar descalzo, viviendo los días de 12 horas y casi que durmiendo las restantes, soñando las historias que traía el viento, nadando todo lo que mi cuerpo aguantaba, sin afeitarme, sin ducharme, porque después de tantas horas en el agua no hace falta ducharse y porque, además, los piratas, no nos lavamos. Por la noche la brisa me traía sueños que se apelotonaban y por la mañana no sabía discernir si fueron realidad porque se desvanecían como la bruma.




miércoles, 12 de noviembre de 2025

Historietas (GUATEMALA)

 

Mientras preparo el viaje a Sierra Leona, que ya está punto de empezar, voy pensando y escribiendo pequeñas historias de cosas que me han pasado en algunos de los países en los que he estado. Primero pensé en ir poniendo una historia por cada país donde he estado por orden alfabético, pero me di cuenta que me faltaban algunas letras como la J, la K, la O, la Q, la Y y la Z. Me las apunto para ir a alguno de esos países en breve. Pero finalmente deseché la idea del orden alfabético y empiezo por Guatemala, porque fue la primera historia que se me ocurrió.

Grupo garífuna tocando en Livingstone

GUATEMALA

Cuando vivía y trabajaba en Guatemala, me gustaba ir a Livingstone, al norte del país, donde vive la población garífuna, descendiente de los antiguos esclavos negros africanos llevados a América y que van perdiendo su identidad poco a poco, en favor de los ladinos e indígenas que se van asentando en la ciudad.

Allí había varios lugares espectaculares para pasar un fin de semana, así que valía la pena el largo y aburrido viaje en bus desde Guastatoya, donde yo vivía. Estuve varias veces, utilizando esta ciudad como trampolín para ir luego hacia Belice, cuando tenía algunos días más, o bien me acercaba a los lugares cercanos, como Río Dulce, los Siete Altares o Semuc Champey -donde el río se esconde bajo las piedras-.

En uno de los viajes solo me dio tiempo a llegar a Puerto Barrios donde me quedé a dormir en un hotel enorme de madera, el Hotel del Norte, uno de los más antiguos de la ciudad, que da idea del esplendor que hubo cuando toda esta zona era propiedad exclusiva y una especie de colonia de la United Fruit Company.

Semuc Champey

Pero vamos a la historia. Ya en Livingstone, decidí ir a bañarme a una bahía que vi por Google Maps y que pensé que podría ser un sitio bonito para nadar. Llegué a una playa solitaria y decidí entrar al mar, donde enseguida vi que el agua era poco profunda. Fui avanzando de pie hacia una zona rocosa, que formaba un recodo y al llegar ahí, oí unas voces al otro lado. Di la vuelta a la roca y entonces vi que había dos chicas en el agua que, en cuanto me vieron se pusieron a gritar como unas locas y a insultarme. Los insultos, que por pudor no me atrevo a repetir aquí, eran al parecer porque las chicas, con claro acento español de España, estaban bañándose en toples y pensaron que yo había ido a mirarlas. No sabían que en mi vida he visto más tetas y mejores de las que ellas podían llegar a mostrar.

Me quedé tan sorprendido y aturdido de su violencia, insultos y gritos que no supe reaccionar. No me salía ninguna palabra y a cada intento de intentar decir algo, que debería haber sido gritando ya que estaban un poco lejos, me volvían a llenar de improperios. Sólo se me ocurrió darme la vuelta y regresar adonde tenía la ropa, desandando mi camino, avergonzado como si fuera un sucio pervertido.

Mapa para situarse


lunes, 16 de junio de 2025

ESTE PAIS SE VA AL CARAJO

 

Atardecer en Sucre

Para ir de Trinidad a Sucre, que por carretera serían un poco más de 1000 km mientras en línea recta no llega a los 500 km, he tenido que coger 3 aviones, haciendo escala en Cochabamba y otra escala para dormir en Santa Cruz. Los tres vuelos me han costado 1063 bolivianos que al cambio oficial serían 135 euros, pero como cambié en el mercado paralelo, me salió por 58 euros. Una locura.

Cuando a media mañana iba hacia el aeropuerto de Santa Cruz para coger el avión a Sucre, había camiones atravesados en la carretera exigiendo diesel para poder trabajar. Como acababan de poner el bloqueo, el taxista se ha podido escabullir por unas calles laterales y llegamos al aeropuerto sin problemas.

Ver las colas de coches y camiones haciendo fila para poner combustible es tremendo porque es inimaginable para nosotros pasar por una situación así, aparte del tiempo y dinero que se pierde con todo ello. Y el enfado de toda esta gente.

Una de las muchas filas de gente y coches esperando por gasolina

Si a ello unimos que el expresidente Evo Morales ha ordenado a sus partidarios paralizar todas las vías más importantes del país hasta que dimita el actual presidente, entonces la cosa se complica más. Las elecciones son en agosto y todo parece indicar que la situación va a ir cada día a peor. Estando en Sucre estaba decidido a ir a la ciudad de Potosí, pero como las carreteras, especialmente alrededor de Cochabamba están bloqueadas, no he podido ir.

Alguna gente con la que he hablado en Sucre despotrica de Evo Morales y del actual gobierno, tachándoles de inútiles y de que han despilfarrado la riqueza del país. Al parecer el país no tiene divisas para comprar combustible con lo que la situación se agravará según pasen los días. Y las reservas de gas, que era una de las grandes riquezas del país, parece que se están agotando.

Los indígenas son más del 40 % de la población de Bolivia, y si están unidos, tienen la llave en las elecciones para definir quien pueda gobernar. Pero su gran esperanza para muchos, Evo Morales, no se puede presentar (ha sido el presidente que más tiempo ha estado en el poder en la historia de Bolivia, 15 años) y ya no puede ser reelegido, aunque él quiere cambiar la Constitución para ello. Qué lástima que los que fueron presidentes revolucionarios con elevados ideales se conviertan después en dirigentes ávidos de poder y de bajos instintos. Todo hace prever una escalada de la violencia dado que en estos días en uno de los bloqueos han matado a tiros a 4 policías.

Indígenas bloqueando el gobierno municipal de Sucre, protestando por la subida de precios de productos básicos

Volviendo a mis problemas más mundanos. He tenido que lidiar estos días con algunos hoteles que quieren cobrar en dólares y si les quieres pagar en bolivianos, entonces quieren hacer el cambio con el tipo de cambio paralelo, lo cual es ilegal. También lo es en principio cambiar dólares en el mercado paralelo, pero cuando cambié mis dólares en la calle en Santa Cruz pasaron dos policías, mientras el cambista y yo estábamos contando el dinero, y como si nada.

También ando viendo cómo evitar a booking, la aplicación de reservas de hoteles, que se queda con un 15% del precio que pagas al hotel. Además, copan todas las páginas web de los establecimientos por lo que Google siempre te acaba redirigiendo a ellos. Lo que hago es buscar el whatsapp del hotel y comunicarme directamente con ellos para reservar y funciona bastante bien.

La verdad es que todo me está saliendo bastante barato como por ejemplo el precio de habitaciones que me sale a una media entre 8 y 13 euros y las comidas, normalmente muy buenas, a menos de 5 euros. La parte negativa es que te ves limitado en tus desplazamientos por los problemas de bloqueos y combustible. Y cuando no es una cosa es la otra. El domingo quise ir al mercado de Tarabuco, un pueblo indígena a 60 km de Sucre, pero justo había una carrera de coches y la carretera estaba cortada.

He alargado un par de días mi estancia en Sucre porque contacté con la Facultad de Ciencias Agrarias Charla en la Universidad Pontificia de Sucre para darles uno de mis cuadernos de cacao y resulta que ellos también tienen un proyecto sobre este cultivo, así que después de hablar un rato, me invitaron a dar una charla.


Para quien quiera castigarse con la charla que está publicada en Facebook, aquí está el link: https://fb.watch/A7-WGHtmcK/


Sucre está plagado de iglesias (plagado viene de plaga), unos edificios imponentes, mientras en las aceras a lo largo de sus muros se alinean, sentadas, sobre todo mujeres indígenas, pidiendo limosna o vendiendo sus pocas frutas.



Vistas de Sucre desde el campanario-café de una de las iglesias
 

La última semana he estado decidiendo, unas veces a favor, otras en contra, acortar el viaje y regresar ya. Lo de los bloqueos, la falta de gasolina te crea mucha incertidumbre y pensé que no valía la pena alargar algo que va a ir a peor. Pero, me encontré una pareja de alemanes que estuvieron en Samaipata, una zona a unos 100 km de Santa Cruz, ideal para hacer senderismo, así que me decido a huir de la fría Sucre, donde la temperatura baja por la noche hasta 1ºC y donde la altura hace que a veces me falte el aire. Así que vuelo de nuevo a Santa Cruz (la carretera está bloqueada) a seguir descubriendo esta otra zona del país.


Una de los muchos murales pintados que hay en Samaipata, y en la esquina, la gente con bidones esperando para cargar gasolina 

La alternativa a Samaipata era irme de nuevo a una zona de selva, el parque nacional Amboro, pero al final me decidí por la opción más cómoda de Samaipata y la verdad es que no me arrepiento. Aquí he podido hacer excursiones al bosque gigante de helechos, al Fuerte, una estructura incaica impresionante y al codo de los Andes, aparte de ver los impresionantes paisajes en la zona donde estuvo operando el Che. Y aunque la zona no es selvática he podido ver a un par de monos capuchinos y una especie de ciervo, además del colibrí cometa, con su larga cola.


El Fuerte es un yacimiento preincaico que estuvo ocupado por otros pueblos desde el año 2000 a.C. Los incas llegaron en el año 1470 d.C. Los relieves que en su superficie representan animales como el jaguar, el puma o la serpiente son impresionantes.



De aquí ya toca regresar vía Santa Cruz, y al hablar con otros viajeros solitarios me llevo unas cuantas ideas de próximos destinos. Y aunque la experiencia que me estoy llevando de este viaje es que cada vez es más difícil hacer viajes en solitario, ya que, si quieres hacer algún tipo de tour, al ir solo te cobran el precio mínimo de 2 personas. Si quieres pagar menos, debes buscar algún/os compañeros de viaje. Y si además lo que quieres hacer es muy exclusivo, entonces te piden cantidades desorbitadas como los 2000 € que me pedían para ir a ver jaguares (y no hay garantías de verlos) a una finca privada. Aunque el precio incluye la estancia durante dos noches, el traslado y la comida de los tres días, así como un guía, me sigue pareciendo mucho.


En Samaipata he coincidido con una alemana y una francesa, con las que me lo he pasado muy bien, además de poder practicar todos mis idiomas, incluso el camboyano, ya que la madre de Julia, la francesa, es camboyana y ella se crio allí. Y es que como siempre, se cumple la máxima de cuando mejor te lo estás pasando, te tienes que ir.

Las sandalias aguantaron hasta el final y llegó el momento de la despedida

domingo, 8 de junio de 2025

Rurrenabaque, la puerta a la selva

 

Parque Madidi desde el río Beni


Me he decidido ir a la selva con un operador que se llama Mashaquipe (www.mashaquipe.com), en un tour combinado de 5 días y 4 noches de los que se pasan 3 noches en la selva (en el parque nacional Madidi, uno de los de mayor biodiversidad de Bolivia) y 1 noche en Pampas de Yocuma, una zona de pantanal, pero que mantiene una franja de bosque en los bordes del río, y donde es más fácil ver los animales silvestres que en la selva.

No es fácil encontrar un operador que coja a gente individual, pero esta vez estuve de suerte. Nos juntamos un coreano, un alemán y una inglesa (no es un chiste) llegando cada uno por separado y con los que me tocó convivir esos días, lo cual resultó una experiencia normal, sin grandes amistades, pero tampoco sin contratiempos. El guía boliviano también hablaba inglés así que ese fue el idioma que utilizamos esos días, lo cual siempre va bien para seguirlo practicando.

En la selva los animales no se ven, se intuyen y a veces se oyen. Los monos aulladores se hacen oír sobre todo por la mañana, a los monos araña o los monos capuchinos se les oye saltando de una rama a la otra, huyendo de los humanos y a los pájaros, con sonidos mucho más estridentes de lo que su tamaño parece indicar. Y si ha llovido hace poco y uno se fija, entonces las pisadas te indican quien pasó por ahí.

 

Pisada del ocelote

Luego están los animales que no se oyen, como alguna culebra o esta tarántula que sale por la noche de su nido a cazar insectos.

En el bosque impresionan los árboles, algunos enormes, centenarios y de alto valor como madera, como el almendrillo, el cedro y otros muchos cuyo nombre he olvidado. Hay muchas plantas medicinales, que nuestro guía Domingo, nos iba mostrando y contando sus propiedades, plantas cuya corteza sabe a ajo, otra que sirve como anestésico como pudimos comprobar al morderla y así un sinfín de otras plantas que constituyen la farmacopea de los indígenas.


De la selva me traigo un pequeño resfriado por el frío que hizo por las noches y unas cuantas picaduras, cuyos efectos de ambos me duran varios días.

También hay otros animales silenciosos como son las hormigas, que están por todas partes, por millones, como las cortadoras de hojas, que puede limpiar un árbol enorme en una noche o como las hormigas guerreras, de las que los indígenas usan sus potentes mandíbulas como si fueran grapas para cerrar pequeñas heridas.


Todos los días hacemos seis horas de caminata por la selva, buscando los animales o sus señales, en el suelo, en los árboles o en los sonidos. Una noche nos quedamos a dormir en un campamento a 3 horas de marcha del lodge principal (¡en la página web se puede ver que es bastante lujoso, y es que la selva ya no es lo que era!) donde a pesar de ser algo rústico todo estaba muy bien organizado.


Los monos son muy esquivos y cuando los oyes es que ya se están alejando, pero estos dos monos capuchinos, que primero pensé que los pude fotografiar porque eran una madre con su cría, luego al ver la foto, me pareció que si los pude captar fue porque estaban entretenidos y prefirieron eso a seguir huyendo.

 


En otra de las caminatas vamos a un mirador donde se pueden ver los guacamayos rojos y azules que tienen sus nidos en el acantilado y que vuelan en pareja o en bandadas sin cesar, con unas vistas magníficas del bosque.



Después toca descender hasta el río donde nos vienen a buscar una pequeña embarcación a motor.


Aparte de todo lo que vi, una cosa que disfruté fue que no había señal de internet ni de teléfono. Durante 3 días estuvimos desconectados del mundo sin saber si Trump había hecho alguna nueva animalada, si los políticos españoles seguían insultándose sin parar, y perdiéndote lo bueno y lo malo que pasa cada día. En esos días te das cuenta de lo banal de muchas de esas noticias, de que el mundo sigue girando sin ti y de tu enorme dependencia del teléfono. A pesar de los propósitos de reducir su uso después de esos días, en cuanto tienes señal y te entran mensajes, vuelves a caer en la vieja dinámica y habrá que buscar algún método como el de Ed Sheeran para reducir esa drogodependencia.


El último día en la selva volvemos a Rurre y de ahí salimos en coche hacia el otro lodge en las Pampas de Yocuma. Por la carretera, recién asfaltada y a pesar de las señales de limitación de velocidad, los coches y camiones van a toda leche y

encontramos los primeros animales, todos muertos, capibaras, zorros, serpientes, atropellados, siendo los buitres los primeros en descubrirlos y eliminar sus restos en cuestión de pocas horas. Por lo menos vemos alguno vivo como el oso perezoso colgado de su árbol preferido.


En esta zona de Pampas no se hacen caminatas ya que en esta época del año todo está anegado de agua. En los arenales de las grandes superficies de agua podemos ver bastantes caimanes yacaré y caimanes negros, que son bastante más grandes.


Aunque los monos siguen siendo esquivos, los de esta especie (Somiris sciurus) parece que no nos tienen miedo.


Uno de los platos fuertes de la excursión es poder nada con los delfines rosados que abundan en esta área protegida, lo que puedes hacer tranquilamente porque al parecer se encargan de ahuyentar a los caimanes para proteger a sus crías.


Ya de regreso en Rurre, me empeño en viajar en coche compartido hacia la ciudad de Trinidad, a algo más de 300 km, para lo que se tarda poco más de 6 horas, sin contar las casi 2 horas que tuve que esperar hasta que el coche se llenó y pudimos salir.

El conductor era como una efigie indígena, impertérrito, agarrado al volante y mirando hacia el frente todo el rato, sin hablar. Pero el trayecto valió la pena por los paisajes que se podían ver.


Ir a Trinidad no salió como yo esperaba, porque no era tan bonito como me había imaginado y porque no pude hacer ninguna excursión por la falta de gasolina. Pero me vino bien descansar y no hacer gran cosa nada durante un par de días, para recuperarme del resfriado que me ha dejado algo flojo y para lo que tomé un antibiótico. Todo y así aproveché para ir al museo ictícola de Trinidad, donde uno se asombra del tamaño de algunos ejemplares de peces que hay en estos ríos.





martes, 3 de junio de 2025

BOLIVIA


 

El centro de Santa Cruz


Santa Cruz de la Sierra, adonde llego después de un corto vuelo desde Asunción, es una ciudad con un centro histórico que ha ido creciendo hacia el exterior. Tiene una serie de anillos concéntricos (más o menos) que van circunvalando la ciudad desde el centro, hasta ocho, separados cada uno a un km del anterior. Luego, para unir los anillos, hay calles radiales, hasta 18, que los unen y que son transitadas por innumerables microbuses, que fueron lo que me pareció lo más peligroso que hay aquí. Es la ciudad más poblada y moderna de Bolivia, siendo la población menos indígena del país y al parecer, si pudieran, se independizarían del resto de Bolivia.

A pesar de que amenazaba lluvia, todos los días ha hecho sol, por lo que he podido aprovechar el tiempo y darme unos cuantos paseos por la ciudad. Me quedo en un hotel al lado de la plaza 24 de septiembre, la principal de la ciudad, que todo el día bulle de gente local, sobre todo al atardecer, en que vienen a observar y ser observados, a pasear, a sentarse en sus numerosos bancos y a tomar a todas horas un café con leche muy dulce, que unos repartidores van ofreciendo a menos de un euro el vaso. La verdad es que es un espectáculo sentarse y ver escenas que parecen sacadas de hace décadas, cuando no había internet y la gente se sentaba a hablar y no a mirar una pantalla. Los numerosos bancos están siempre petados de gente y es difícil encontrar uno vacío.

La plaza 24 de septiembre, en el centro
Hay algunas mesas de ajedrez de cemento, donde la gente trae sus fichas y se ponen a jugar. Ha sido una de mis ocupaciones en muchos ratos, observarlos jugar y finalmente, el último día, jugar dos partidas, una la he ganado y la otra he perdido, así que me he quedado igual. El que pierde tiene que pagar el equivalente a 25 céntimos de euro al dueño de las fichas, que suele ser alguien que juega bastante bien. Al perder, aparte de pagar, te levantas para dejar paso al siguiente.

He aprovechado para ir a mirar zapatos y he constatado que aquí tampoco usan sandalias. He encontrado una zapatería de la marca Skechers donde había unas sandalias casi iguales que las mías, pero nuevas claro. Las he estado mirando, me las he probado y mientras lo hacía, he notado que sobre todo la sandalia izquierda me apretaba fuerte y finalmente no he tenido corazón de comprar las nuevas. Me ha parecido notar un suspiro de mis sandalias al salir de la tienda y que andaba como más ligero, así que dejo este capítulo ya cerrado. Seguiremos juntos hasta que la muerte nos separe, probablemente igual que con algunas camisetas de las que me digo que es la última vez que las llevo, algunas incluso con agujeros y ahí siguen conmigo, viaje tras viaje.



También voy al zoo, ya que sé que en la selva es muy difícil ver animales. Ver al jaguar impresiona, pero más me llamó la atención el oso hormiguero gigante, que nunca antes había visto.

Un oso hormiguero gigante

A pesar de que el cambio oficial del dólar es de unos 7 pesos bolivianos, en el mercado negro (ahora llamado mercado blue o paralelo, que es políticamente más correcto) lo he cambiado entre 16 y 17 bolivianos. Esto significa que todo lo que tiene un precio local me cuesta menos de la mitad de lo que costaría normalmente. Obviamente la gente te quiere cobrar en dólares al precio del cambio oficial, pero si te empeñas en pagar en bolivianos tienen que aceptarlo. Que conste, que los que te quieren cobrar en dólares, los quieren para luego cambiarlos en el mercado paralelo.

En la ciudad hay colas interminables de coches haciendo fila en las gasolineras lo cual, aparte de una pérdida de tiempo increíble para los conductores, que a veces tienen que dormir en el coche, provoca enormes pérdidas económicas y de tiempo. Esta semana el presidente de Bolivia ha prometido que la situación está a punto de regularizarse, pero días después sigo viendo colas por todas partes.

Filas de coches kilométricas, para repostar gasolina

El domingo aprovecho para ir al jardín botánico, que tiene 207 hectáreas y donde hay una parte de bosque natural donde un letrero te avisa de que no entres ya que puedes perderte. Me lo van a decir a mí que me pierdo todavía por La Laguna, donde vivo hace 30 años. Me adentro un poco en el sendero, pero al cabo de un rato lo que me hace volver atrás no es el miedo a perderme sino los mosquitos que me estaban esperando.

Sendero para perderse en el Jardín botánico

Como ya viendo siendo una tradición, me voy a cortar el pelo, aprovechando que tengo tiempo.


Y el lunes con escala en Cochabamba vuelo a Rurrenabaque, el punto de partida en la zona amazónica, al borde del río Beni. Como el nombre es largo y cuesta acostumbrarse a él, los de aquí le llaman Rurre. El rio Beni se une al río Mamoré, formando el río Madeira que acaba constituyendo el afluente más potente del Amazonas, a unos 2000 km (más o menos) de distancia de Manaos.

Este pueblo me recuerda un poco a Leticia, la ciudad amazónica del lado colombiano, aunque es mucho más pequeño y el río tienen mucho menos movimiento de barcos y gente.

Me doy una vuelta para ver que tour escoger y no me acabo de decidir, pero lo que sé es que no quiero salir al día siguiente. He escogido un hotel que está al lado de río Beni, donde los pequeños botes pasan con sus atronadores motores.

El río Beni, a la izquierda mi hotel, y hacia el fondo, la ruta hacia la selva en bote

Esto del cambio paralelo se las trae, porque casi sin quererlo entras en la espiral de la especulación ya que de un día para otro puedes ganar o dejar de ganar (no perder) una cantidad considerable de dinero, en función de los dólares que tengas para cambiar. Para poner un ejemplo, he contratado en Rurre un tour que cuesta 480 US$, pero como he pagado en bolivianos me ha costado en realidad 210 US$ ya que cambié en Santa Cruz a 16 bolivianos por dólar cuando el cambio oficial estaba a 6,9 bolivianos. ¿Quién ha perdido? En principio nadie, quizás el estado de Bolivia ya que esto a gran escala desajusta la economía y encarece algunos productos. El que hace el tour ha cobrado los bolivianos que pedía y como sus gastos no son en dólares, ni gana ni pierde. ¿Quién ha ganado? Pues obviamente yo que he podido contratar un tour de 5 días cuando mi presupuesto llegaba para uno de 2 o 3 días y el cambista que me cambió a 16 porque cuando yo salía le estaba vendiendo mis dólares a otro a 17. No sé si ha quedado muy claro. ¡¡En todo caso, una locura y lo que es seguro es que, en las elecciones de agosto de este año, este gobierno actual no va a continuar!!

Según el gobierno los que han provocado esta situación son los bancos que tienen reservas en dólares, adquiridos a precio oficial y los ponen en el mercado paralelo a un precio muy superior. Y es que no hay duda, los bancos representados por sus altos directivos son una panda de ladrones.

Aunque no la he probado, la coca está a la orden del día, y mucha gente la va mascando en las enormes bolas que mantienen en su boca. Lo de la torcedura no pude averiguar lo que era

Cerca de Rurre hay una comunidad indígena del pueblo Tacana, Villa Alcira, donde pude ver el funcionamiento de una máquina artesanal para extraer jugo de la caña de azúcar. Cuando la vi supe que, si mi amigo Manolo estuviera aquí, se habría quedado a vivir en la comunidad.

Máquina completamente de madera para extraer el jugo

Vista de Rurrenabaque desde un cerro cercano


Y de aquí salimos hacia la selva, que es a lo que he venido