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martes, 7 de enero de 2025

De Taiwán a Filipinas

 

Zona de montaña donde vive la población indígena autóctona de Taiwán, cuyo origen parece ser Filipinas

Taiwán es 5 veces más grande en superficie que las islas Canarias (35 970 frente a 7 447 km2) o sólo un poco más grande que Cataluña (32 113 km2). Tiene una población 11 veces mayor que Canarias (24 frente a 2,2 millones) y su densidad de población es 2,3 veces más alta (668 frente a 292 habitantes por km2). Sus montañas más altas son parecidas, 3 952 metros en Taiwán frente a 3 715 en Canarias. Con estos datos ya me sitúo más.

Calle de la ciudad de Kenting

A pesar de que los últimos días que paso en Taiwán son días festivos (esos que llaman navidades), prácticamente no se nota. No hay música, ni luces navideñas, ni tiendas con anuncios ni gente desaforada comprando, en fin, que me ahorro toda la parafernalia de la basura navideña, como ya me ocurrió hace 2 años en Cuba.

Aunque sigue lloviznando me alquilo una moto y me voy a ver una finca que cultiva cacao que he encontrado por internet. Resulta menos interesante que la que vi hace unos días, pero en todos los sitios se aprende algo. Una de las trabajadoras se apuntó mi wasap y ahora me manda fotos del cacao de la finca.

Después sigo hasta bordear la península del sur de Taiwán, con escenarios muy bonitos donde todos los turistas se paran a sacar fotos. Esta parte es bastante turística, sobre todo de asiáticos y también veo algunos occidentales, aunque para dar una cifra, en todo el día habré visto a unos veinte.


El sino del viajero es estar en movimiento, así que vuelvo a coger un bus y luego el tren que me lleva a Chouzhou (se pronuncia Txautxú).  En el tren cometo el error de estornudar y medio vagón se pone mascarilla. Si supiera chino les diría que el que debería protegerse soy yo, ¡¡ que Wuhan está ahí al lado!!.

Había supuesto alegremente que después de haber alquilado moto en tres ciudades diferentes, no habría problema en encontrar que me alquilaran una aquí también, pero no. Me he pasado bastante rato hasta que por fin he dado con uno que me la ha alquilado. En los otros sitios donde pregunté me dijeron que sin un carnet de conducir taiwanés no puedo conducir y aunque tengo el internacional con el que sé que puedo conducir aquí, se han mostrado inflexibles. El último lugar donde he ido, porque me lo han indicado en un sitio de venta de motos, me la han alquilado sólo pidiéndome que escribiera mi nombre, mi número de teléfono y les pagara 15 euros. Todo el rato hemos funcionado con el traductor de Google del chino al inglés y viceversa, que si no, ya te digo.

Mi moto y las montañas

Ir en moto me permite llegar a sitios a los que, con el transporte público, que por cierto es muy bueno, me costaría mucho llegar. Así que aprovecho para visitar un par de sitios donde hacen chocolate con cacao propio que encuentro por internet y que me caen más o menos de camino hacia las montañas de Sandiman, que es una zona indígena a donde quería ir. Desde allí, aunque la carretera sigue, como hay una niebla muy espesa y previendo que no se verá nada, decido no seguir. Además, ya había leído que hay un control de la policía donde hay que registrarse para seguir por esta carretera que es muy peligrosa, que lleva a Wutai, otro pueblo indígena. Como no tengo claro que el alquiler de mi moto sea del todo legal (de hecho, no tengo ni un triste papel que lo atestigüe) prefiero no arriesgarme. Cuando he ido al alquiler de la moto (en realidad es un taller) para quedármela un día más, me ha dicho que el domingo no trabaja, que cuando deje la moto en la calle, deje la llave en una especie de guantera que tiene. Confianza total.

Recorriendo la zona he visto algunas fincas de cacao, pequeñas, con pocos árboles y en general bastante descuidados. No he visto hasta ahora ninguna finca que me pareciera modélica y empiezo a pensar que hay mucho chocolate para tan poco cacao, porque como ya sabemos, lo que lo que da dinero es vender el chocolate, no producir cacao. Desconfiado que es uno.

Como fin de la jornada me voy a un parque cultural indígena donde hay un puente colgante y al igual que los taiwaneses me hago la foto de rigor.


El domingo hace un día con un sol espléndido. Dedico la mañana a recorrer en moto otra parte montañosa, también en zona indígena. Después, me voy a hacer a pie un sendero que vi indicado en la carretera el otro día. En el camino de subida, en medio de la montaña, me encuentro unos toldos donde sirven algo de comer y hay un karaoke donde la gente canta sus canciones tristes. Estos chinos ¡!! Iba a pedirles “Burrito sabanero” pero me acordé de que no se cantar y lo dejé. Una particularidad de los taiwaneses es que no saludan. Caminando por la montaña he saludado a todos los que me he encontrado, pero ellos ni hola ni adiós. Mi amigo Rafael aquí se lo pasaría fatal. Al bajar, me como una piña de maíz asada que me sabe a gloria.

Vendedora de maíz asado

Para rematar el día me voy hasta la chocolatería de Choos Cius (www.chiuscoco.com), un hombre muy simpático con el que casi no nos entendemos por el idioma, pero si por los gestos. Al cabo de un buen rato de silencio, me pregunta cómo se dicen en español los números del 1 al 5. Luego me los enseña en chino. El 3 y el 4 ya se me han olvidado pero los otros son fáciles: i, o, u. Con estas ya son 4 las palabras en chino que me sé. Me hubiera encantado poder hablar con él.

Después de perderme en el camino de vuelta, como suele ser habitual, y tardar más del doble de tiempo de lo que me indica Google, consigo llegar al taller, dejar la moto e irme a mi hotel.

Toca seguir camino y vuelvo a coger el tren, que sólo tarda un poco más de una hora para llegar a Tainan, la antigua capital de Taiwán. Como llego antes de la hora de entrada al hotel, dejo en la recepción la maleta y me voy a hacer la ruta de los templos. En mi guía tengo 7 templos marcados como interesantes, aunque hay cientos, pero al tercero ya me aburro de no saber lo que estoy viendo y además me siento como un intruso al ver el fervor con el que rezan y queman incienso, además de unos papelitos, que creo que llevan sus deseos escritos. El único templo que me parece interesante es el de Confucio, que destaca por su simplicidad y porque fue uno de los primeros centros de enseñanza dedicado a gente de todas las clases sociales. Después me dedico a callejear y a seguir perdiéndome por esta ciudad, mucho más grande de lo que pensaba.

Templo de Confucio

El día siguiente lo dedico a recorrer la ciudad en una bicicleta que me prestan en el hotel. Recorro las marismas y todo aquello que me parece atractivo en el mapa, pero que en la realidad no lo es tanto.

Mi comida del día en un puesto callejero y la bici al fondo

Que sea todo tan diferente en este país es lo que lo hace interesante pero quizás a los sitios nuevos habría que ir dos veces: una para hacerte una idea y la segunda para ir a tiro hecho a lo que quieres ver y hacer. Si volviera o volviese, que no volveré, le dedicaría más tiempo a la costa este.

En Taiwán adoran a los gatos y este incluso posa con su abrigo en una tienda de ropa

En un programa de la tele en inglés, hablaban del problema de la natalidad en Taiwán, ya que las mujeres no quieren tener hijos debido a su carrera profesional, con largas jornadas de trabajo y una difícil conciliación familiar. Mientras, el país es puntero en la fabricación de microchips, que es lo que dicen que dará el poder al país que los fabrique.

Algo de historia

El gobierno del Kuomintang, se refugió en la isla de Taiwán (antigua Formosa) en 1949, cuando se produjo en el continente la victoria de los comunistas chinos, liderados por Mao Zedung. Desde entonces China se llama República Popular de China y Taiwán se llama República de China, lo cual todavía hoy genera una compleja situación política. En realidad, los taiwaneses más viejos, al haberse aislado en esta isla, han mantenido mucho más fielmente sus tradiciones culturales y religiosas que en el continente, donde fueron prohibidas por Mao Zedung. Los taiwaneses jóvenes ya no tienen ese sentimiento de pertenencia a la antigua metrópoli y defienden su independencia. Pero la incertidumbre de que hará China, que desde siempre ha reivindicado este territorio, hace que la gente del país viva en un continuo sobresalto, como cuando hace unas semanas China hizo unas maniobras miliares en las que desplegó numerosos barcos alrededor de Taiwán en un simulacro de bloqueo marítimo y por aire, al estilo de los antiguos asedios. En la ciudad de Taitung, oía a los cazas militares taiwaneses despegando y aterrizando sin cesar, seguramente para mostrar también su poderío (Taiwán es el país más militarizado de la zona después de Corea) o quizás era que tenían que gastar el combustible asignado antes de fin de año, para empezar el nuevo año en cero.

Desde  1949 el país fue liderado por el dictador Chiang Kai-shek, hasta que sus sucesores del Kuomintang perdieron las elecciones en el año 2000, considerándose desde entonces que el país es democrático con la elección del opositor Chen Shui-bian. Actualmente está gobernado por una mujer, Tsai Ing-wen.

Me despido de Taiwán desde una habitación que da vértigo, en el piso 30 de un hotel en Taouyan, una ciudad cercana a Taipéi y al aeropuerto, ya que vuelo temprano a Filipinas.

Templo de Confucio

Filipinas

Y del orden de Taiwán llego al desorden de Filipinas, en concreto de la isla de Cebú. Quiero llegar antes de que se haga de noche a la isla de Panglao, que es donde he reservado un hotel por lo que toca ir al puerto y coger un barco. En la terminal me reciben el calor, un montón de turistas y más desorden. Pero debo reconocer que desde que he llegado he oído más risas de los filipin@s que de los taiwaneses en las 3 semanas que pasé allí. Y es que parece que el desorden causa risa.


Y me sumerjo en la vida de esta pequeña isla. Si estás en un lugar turístico tienes que lidiar con los que te quieren vender cualquier tour, engañándote en el precio y en lo que te ofrecen. Si te vas a un lugar solitario te aburres y no tienes mucha oferta alrededor. Así que me decido a hacer un poco de todo, un tour a lo que salga y a alquilarme una moto para perderme por esta pequeña isla y la vecina Bohol. El alquiler de la moto cuesta tres veces menos que en Taiwán pero es tres veces más peligroso conducir aquí. Hay que llevar los ojos abiertos como un tarsero.

Y así paso los días que me quedan, yendo en moto, buscando nuevas calas, nadando entre un banco de sardinas en Napaling (https://www.youtube.com/watch?v=ZSo0mR_cM_w&t=75s) o haciendo snorkel como un turista más en la pequeña isla de Balicasag.

Balicasag Island


 

miércoles, 25 de diciembre de 2024

Dos semanas en Taiwan



De regreso a Taipéi, después de pasar la noche en un hotel algo mejor que la última vez, me paso un rato por los subterráneos hasta que encuentro la estación de tren. La puntualidad parece ser la marca de la casa y todo el viaje se hace en silencio, con asientos muy cómodos y mucho espacio, todo numerado y ordenado. La gente no hace ningún ruido, nadie habla ni pone el móvil a todo volumen, la mayoría llevan tapabocas, como si el covid no hubiera pasado. Llego a mi primer destino, Taitung, después de 5 horas de viaje (me encanta viajar en tren) y me voy al hotel que mejora todavía más en cuanto a los anteriores, aunque no es para tirar cohetes. Eso sí, es mejor y encima más barato, pero claro, es que estamos en provincias. Los hoteles cápsula, bajo tierra y en la que te tienes que entender con una máquina para coger la llave y cuando te vas, no son para mí y no he vuelto a quedarme en ninguno. 

En Taiwán me han sorprendido desde el principio algunas cosas, sobre todo la limpieza en las calles donde casi no hay papeleras en ninguna parte, lo que significa que cada uno se lleva su porquería a su casa para allí ponerla en el contenedor correspondiente. Y lo ordenada que es la gente, hacienda fila para comprar, coger el metro o el bus y nadie se cuela. 
El par de días que pasé al principio en Taipéi, los aproveché para pasear e ir a ver el edificio más alto de la capital, de 508 m, que al parecer es un modelo de ingeniería, pero que estéticamente me ha parecido bastante feo. Al atardecer, las luces de neón le ponen color a la noche en las calles. 

Calle en un barrio antiguo de la capital
Por las calles me siento igual que los chinos cuando vienen a España y todo les sorprende y lo fotografían. Pues lo mismo. Pero quizás, lo que más me ha llamado la atención ha sido el sistema de baños públicos, limpios, de lo que podríamos aprender y que están por todas partes. Hay tantos, que vas, aunque no tengas ganas, sólo por hacer el gasto y para que no estén ahí en balde. 


Algunos de los baños tienen inodoros japoneses super sofisticados. El tema del inodoro merece un capítulo aparte. Como no creo ser capaz de describir la experiencia que viví y las sensaciones que tuve, aparte de así ahorrar algunos detalles que podrían herir susceptibilidades, lo dejo en que ha sido una experiencia casi religiosa y no sé cómo podré vivir el resto de mi vida sin el chorrito. No digo nada más. Sólo que nuestros inodoros, no son realmente inodoros, mientras estos sí. 

Cambiando de tema, aunque está relacionado. El mayor problema ha sido a la hora de comer. Hay pocos restaurantes y estos suelen tener mesas redondas que giran y están destinadas a varios comensales. La mayoría de la gente, por lo que se ve, compra la comida en los puestos callejeros y luego los ves por la calle con su bolsita con comida y una bebida para luego comerlo en su casa, lo cual a mi no me apetece nada. Esto sin hablar de que la mayoría de los sitios no hablan otro idioma que el chino y uno no entiende que es lo que tienen, aparte de que en general no me parece muy apetitoso. Lo que veo. La comida que podríamos llamar occidental es de tipo McDonald, pero como mi religión me prohíbe comer en estos sitios tengo que buscar otros locales donde entienda lo que ofrecen y que me parezca apetitoso lo cual no siempre es fácil. Un día no encontraba donde desayunar y finalmente entré en un Starbuck, y casi me da un yeyo de conciencia. Algún día he ido a alguna pizzería, cuando había y también me he acabado arreglando comprando alguna porquería en los 7 Eleven o en los Family Mart, que por cierto son franquicias japonesas y están literalmente en todas partes. 

En muchos hoteles te hacen dejar los zapatos fuera, costumbre que ya tengo desde que viví en Camboya. ¡No hay que meter la porquería de la calle a la casa!

En Taitung alquilo una bicicleta con apoyo a la pedalada y me lo paso como en mis mejores tiempos. Me dicen que tiene una autonomía de 80 km así que sé que no voy a hacer tantos, pero al final llego a los 50 km. Recorro un poco de montaña y veo las plantaciones de Annona (chirimoyas), con todos los frutos embolsados, un trabajo de “chinos”. Como no hace muy buen tiempo y el viento es fresco, deshecho la idea de irme a Green Island y decido pasarme al otro lado de la isla-país, a Donggang. Otro viaje en tren, otra maravilla 


Después de hacer trasbordo a un bus en Linbian, llego a Donggang. Aquí ya casi nadie habla inglés, ni en los centros de visitantes ni en los hoteles. Hay que usar las manos o el traductor del teléfono. En el hotel me hago entender para pedirles una bici convencional que tienen para los clientes y me voy a una tienda de chocolate (https://www.fuwanshop.com/) donde una chica que hablaba perfectamente inglés me da unos cuantos datos e información. Aunque lo intento mis fechas no coinciden con las del dueño de la tienda y no nos podemos ver. Hubiera sido interesante intercambiar información. 



En las ciudades (aparte de Taipéi) no hay aceras para caminar, en eso hay que reconocer que son irrespetuosos. Aunque hay una zona marcada para peatones, esta está ocupada por motos y coches, así que toca caminar por la calle. Por suerte la gente no circula muy rápido. Por la ciudad veo muchas mujeres mayores que van en bicicleta y me llama la atención que en general se ve mucha gente mayor y muy pocos niños. 

Por todas partes hay salones de juegos, para ir acostumbrando a los niños a la ludopatía. 

Al día siguiente alquilo una moto y me voy por las carreteras que están en muy buen estado, con carril para las bicicletas y las motos. Me voy a un sitio que he visto por internet, Cocoa Park, pensando en no encontrar nada que valiera la pena. Pero, la dueña del lugar, muy amable, cuando le digo que quiero ver una finca de cacao, después de varias llamadas organiza ir a un sitio de una asociación de cultivadores de cacao. No entiendo nada y pienso que estará a la vuelta de la esquina. Yo voy en mi moto alquilada siguiéndola y hacemos como 20 km. Me invitan a comer y han conseguido que venga una chica de la asociación de cacaoteros que hace de traductora. Me llevan a la finca del director de la asociación y gracias a la traductora nos entendemos. Al final, cojo mi moto y disfruto yendo por carreteritas hasta la costa, de regreso al hotel en Donggang. 

Comiendo con las mujeres de la asociación de cacao (TICCA) en el condado de Pingtung

Cuando llega el fin de semana me voy a la isla de Xialiuquiu, donde todo el mundo, nada más llegar, alquila motos, de las que hay cientos en el puerto para la gente que debe llegar en bandadas en verano. Como me gusta llevar la contraria y es temprano, no alquilo ninguna moto, dejo las cosas en el hotel y me doy la vuelta a la isla andando., que son sólo unos 10 km. Al día siguiente si me alquilo una bicicleta de apoyo a la pedalada para recorrer el centro, más montañoso. Me ha sorprendido que el agua no está muy fría y me pego un par de baños en la Secret beach, donde varios taiwaneses, con trajes de neopreno como si estuvieran en el polo norte, hacen una de las actividades estrella de la isla, el free diving, para ver los corales y tortugas de la isla. Yo también veo en un rato varias tortugas, de buen tamaño.



En mi último día en la isla hay anunciada lluvia y se cumple la predicción, así que aprovecho para poner en orden mis cosas, escribir el siguiente artículo que voy a publicar sobre el cacao en la revista Agropalca (https://palca.es/wp-content/uploads/2024/12/Revista-Agroplaca-no-67.pdf - página 26), a escribir el blog y a mi vicio favorito, jugar partidas de ajedrez online. 

Al siguiente día cojo el barco y un par de buses para ir a Hengchun, al sur de la isla de Taiwán. Como esta parte del viaje no la tenía organizada voy improvisando sobre la marcha según lo que me va pareciendo. Todo el día sigue lloviendo y me acabo mojando en alguno de los trasbordos. Pero por fin, al llegar a la ciudad tengo la impresión de que aquí por lo menos no pasaré hambre, ya que veo varios locales apetitosos y entendibles. Como hace viento y frío me refugio en un café-restaurante al estilo europeo donde me entretengo escribiendo en el ordenador mientras espero a la hora de entrada al hotel. 

El famoso Vase Rock en la isla

Una curiosidad es que en todos los restaurantes que he estado, tienes que pedir en la barra y te cobran al momento, antes de servirte, como en los McDonalds. Lo de los hoteles a veces es otra aventura porque son medio inflexibles con la hora de entrada al hotel que suele ser a las 15 horas. En algunos sitios te mandan el código con el que puedes acceder, pero te lo mandan por una aplicación que se llama Line ya que no usan WhatsApp, todo lo cual es un lío porque no quiero tener una aplicación nueva que te toma todos los datos de tu otra aplicación.

El colorido de los templos, sus imágenes y dragones, es algo que me acompaña en todo el viaje


domingo, 15 de diciembre de 2024

Una semana en Palaos

 

Isla Carp en Palaos

La primera vez que oí hablar de Palaos fue en Filipinas, hará unos 12 años, cuando estuve viviendo y trabajando en este país. Me dije que algún día iría a esas islas y ese día ha llegado.

Para llegar hasta aquí pasé primero por Filipinas, por la isla de Cebú donde había estado estudiando inglés y donde he visto que hay cosas que han cambiado en todos estos años y otros que para nada.  Después he ido a Taiwán donde he pasado 2 noches en una cápsula de 4 m2, en un sótano de un edificio, una experiencia que no necesito repetir. Pero era fin de semana y en los findes en Taipéi, los hoteles se ponen por las nubes y este hotel era una de las opciones más o menos económicas.

El lunes toca levantarse temprano para llegar al aeropuerto (sin perderme por los intríngulis de los subterráneos de Taipéi) y a media tarde llego a Palaos, a la isla de Koror.

Llegada a Palaos con mal tiempo

Mi primera impresión, y la segunda, es que los caprichos a veces se pagan caros y además te puedes llevar alguna sorpresa. Han sido las dos cosas. El hotel donde me quedo no me gusta y es carísimo, no hay sitios donde acceder a pie para hacer snorkel, todas las salidas en bote son carísimas (han subido el 50% a los precios que yo había encontrado en internet) y además hay que pagar tasas por todo. No alquilan bicicletas ni motos, los coches no son caros, pero son automáticos y tienen el volante a la derecha, hay un transporte público muy escaso y las distancias para ir a los sitios son más o menos lejos, para ir caminando. En fin, no pinta muy bien la cosa.


El martes empiezo la semana solventándolo a mi manera, yendo a caminar a sitios que me parecían interesantes, aunque tardo toda la mañana, a una temperatura mínima de 25º que durante el día llega a los 32ºC. Aquí, al igual que en otras islas donde he estado, solo caminan los loquitos, los muy pobres y algún extranjero al que no sé cómo catalogan la gente de aquí.

La primera impresión es la de un Palaos moderno y rico

No se si se puede hablar de gente de aquí, ya que los palauanos parecen ser una minoría (se les reconoce porque se parecen a los habitantes de Papúa; además para más indicaciones diré que no se caracterizan por su delgadez), luego hay bastantes trabajadores de Bangladés (unos dos mil me han dicho), más todavía de las Filipinas (que están a solo 2 horas de avión) y luego japoneses, coreanos, chinos, taiwaneses (que en realidad también son chinos), algunos pocos gringos de las bases norteamericanas, en fin un popurrí de nacionalidades. Por el poco tiempo que estoy no creo que averigüe mucho sobre como se distribuyen las nacionalidades, pero parece que en la escala inferior están los de Bangladés y en las superiores los asiáticos.

En el salón de belleza de Milky way

No sé de qué vive la gente aquí, aparte de los precios desorbitados y tasas que cobran por las actividades turísticas. Supongo que entre lo que les pagan los gringos por la base, los japoneses en donaciones, los de Taiwán por ser Palaos uno de los pocos países que les reconoce, pues con eso ya deben mantenerse más o menos. Me han dicho que el salario en Palaos es de unos 3500 € al mes (supongo que para los nativos de Palaos) mientras a los de fuera les pagan por horas a unos 4 € la hora. Todo y así, a los filipinos y los de Bangladés eso les permite ahorrar y mandar dinero a casa, soñando todos con regresar un día con ahorros e invertir en su país para hacerse al menos una casa.

A pesar de todo lo anterior, obviamente no me voy a ir cabreado y sin hacer ningún tour, así que, al mal tiempo, buena cara (ha hecho en estos días un tiempo estupendo, sin lluvias casi) y me voy el miércoles a un tour de snorkel donde iba un japonés, un gringo militar, dos australianas, una pareja española y yo. Obviamente nos juntamos por nacionalidades y el japonés sólo habló unas palabras con el militar gringo que debía ser un espía, porque le hablaba en japonés. Los españoles habían estado habiendo buceo los días anteriores y venían un poco decepcionados de los pocos peces que se ven. En el tour nos pasó lo mismo a pesar de que paramos en varios sitios y vimos sólo unos pocos peces y algunos corales bonitos. Pero es que eran sitios seleccionados para los turistas chinos que normalmente no saben nadar, que machacan los corales poniéndose de pie encima y dan de comer a los peces. En fin, la cosa no mejora.

Y yo me pregunto, si he estado en sitios cercanos, como Raja Ampat, que es cinco veces más barato y hay 10 veces más peces, ¿por qué he venido aquí?.

Lo mejor fue el desembarco en una isla privada, que pertenece a un japonés y que tiene algunas cabañas para alquilar y que fue donde comimos al mediodía.

Carp Island

El jueves me voy por mi cuenta a hacer un sendero que hay en una especie de parque y que termina en una playa. El sendero, aunque no es muy largo, es complicado, caminando sobre piedras volcánicas, entre un bosque denso que con el calor de más de 30ºC y la humedad te las hace pasar canutas. Pero al final está la recompensa del baño si no piensas que debes deshacer el camino ya que no hay otra manera de volver. Otra vez algunos corales, pero sin casi peces. Ya harto, me voy a contratar un tour con Fish and Fins, caro, pero para profesionales. Yo soy el único que hará snorkel, pero voy a los sitios de los buceadores y me lo miro desde arriba. En el barco van 3 gringos de diferentes sitios (¿más espías?), dos españolas y una pareja de Brasil. Todos hablan español así que nos entendemos muy bien. 

La recompensa al final del sendero

¡¡Por fin!! Resulta que los peces estaban todos de este lado. Si lo llego a saber vengo antes. Acompaño a los buceadores en la primera inmersión donde nada mas entrar en el agua veo dos tiburones diferentes y montones de tortugas. Hay bastantes peces, pero nada escandaloso.

Después seguimos camino hacia otro famoso sitio de buceo, el German channel, y en el camino nos encontramos con cientos de delfines que se ponen a jugar con nuestro barco, saltando, con crías y adultos, todo un espectáculo y este al parecer era gratis ya que no estaba en el programa. Una suerte tremenda haber podido disfrutar de esto.

Una manada de delfines jugando con el barco

En German Chanel vamos a un sitio donde las enormes mantas de 4 y 5 metros van a limpiarse (pequeños peces entran en su boca y les quitan impurezas). Desde arriba los veíamos muy bien, así como más de 10 tiburones grises que vimos mientras duró la inmersión. Y también pudimos nadar entre un cardumen de miles de Jack fish, parecidos a los atunes, pero más pequeños, que fue impresionante. Así que era verdad, estaban todos los peces por este lado. Por fin creo que valió la pena de haber venido y todavía me quedan 2 días.


El sábado vuelvo a salir con la misma empresa donde hay un grupo que va a hacer 3 buceos, así que tengo 3 sitios para hacer snorkel. En todos vemos cosas diferentes, desde mantas pequeñas, hasta un atún grande, cardúmenes de Jack fish, tantos que a veces no puedes ver el fondo, bastantes tiburones grises, sobre todo uno muy grande al final, tortugas y toda clase de otros peces. Finalmente ha valido la pena hacer estas excursiones y lo dejo aquí, para quedarme con el buen sabor de boca y no seguirme arruinando.  

Nuestro bote

Para el domingo, mi penúltimo día, he organizado ir con el hijo de los dueños del hotel (chinos) en su coche a dar una vuelta a la isla para verla desde tierra. Pasamos a la isla más grande que está al norte (Babeldaob) por el puente de la amistad con Japón (quien paga al parecer los puentes), vamos por la carretera en buen estado que está construida por los taiwaneses además del palacio de gobierno y vemos la embajada de EEUU, quien paga al país por establecer una base militar. El resto del presupuesto lo sacan de los turistas y de los impuestos. También nos paramos a ver una de las pocas casas tradicionales que se mantienen (restaurada). El resto del viaje lo hacemos bajo la lluvia y no podemos ir a ver sobre todo un sendero que llaman de los pájaros, que va por dentro del bosque al borde de un río y acaba en el mar. La próxima vez será, si es que hay próxima.

Para quien le interese el tema, Palaos fue colonia española, a la que vendió junto con otras islas a Alemania en 1899 (https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_Palaos).

Casa tradicional

La despedida


domingo, 10 de noviembre de 2024

Fotos de Madagascar

 

Los cocodrilos sólo quieren lo que les corresponde

Un árbol "fady" sagrado

Serpientes inofensivas, si no se les molesta

Navegando con lo que se tiene

Otro día más ...

La isla continente al fondo

La tranquilidad antes de ir a pescar

La venta de pescado al "detall"

Aprendiendo a navegar 

Próximo viaje: Filipinas, Taiwán, Palaos ....