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viernes, 16 de noviembre de 2012

Sri Lanka (1)

Playa de Unawatuna

Cuando me bajo del avión en Colombo el día está gris y además está lloviendo, lo cual me quita las pocas ganas con las que hoy venía. Cuesta arrancar de nuevo con un nuevo país, con nuevos nombres a cual más complicado, nuevos lugares y todo por aprender. Acostumbrado ya a la puntualidad, limpieza y desarrollo tecnológico de Singapore y Malasia, me choca la suciedad y destartalamiento de los transportes públicos aquí. Pero luego me digo que he ido en cacharros peores y todo vuelve a estar más o menos en orden. También me choca la poca amabilidad de la gente comparado con los malasios, todo atenciones. Después de coger un bus que me saca del aeropuerto, tomo el bus 187 que efectivamente me lleva al centro. Los buseros son iguales en todas partes, o por lo menos en este tipo de países. Cuando le toca salir, ya que tienen un horario y el siguiente bus de esa ruta ya lo está atosigando para que se vaya, solo sale unos metros de la estación y se queda 15 minutos esperando a más clientes fuera. Luego, como tienen un horario para llegar, justo para evitar esto que hacen y son multados si llegan más tarde a la estación final, el bus entra en un carrera desenfrenada tocando la bocina, sacando a los tuc-tuc’s (aquí les llaman three wheelers) motos y coches pequeños de la carretera, parando lo justo para que la gente se baje y arrancando luego a toda velocidad. Siempre me maravillo de que al final no hayamos tenido ningún accidente y hoy vuelve a ser un día de estos. 

De la estación de buses me voy a la estación central de tren (Fort Railway Station), que en un día soleado puede que luzca antigua y atrayente, pero hoy, con todo mojado es cualquier cosa menos bonita. No entiendo nada de lo que dicen en los altavoces y los trenes no llevan ninguna indicación de adonde van. Como con el tiempo he aprendido a preguntar lo hago un par de veces y averiguo que el que viene con media hora de retraso es mi tren. El suelo está mojado pero el tren, aunque lleno de gente está más o menos. Cada vez que para en una estación, después, al arrancar, da como unos estornudos, arrancando poco a poco y a saltitos, oyéndose como todos los goznes sufren y chirrían, pero ahí va, saliendo de una estación hasta llegar a la siguiente que en mi caso al cabo de media hora es la de Monte Lavinia. El viaje en total a lo largo de unos 45 km y en unas 3 horas me ha costado 115 Rupias, un poco más de medio euro. Es muy fácil convertir rupias en euros ya que 1 euro vale más o menos 166,386 rupias, lo mismo que el cambio de la peseta, así que mil rupias son 6 euros. En Monte Lavinia, donde normalmente no se me habría perdido nada está mi amigo Norbert, quien ha venido a reunirse con las empresas que le suministran productos de caucho ecológico para su empresa en Alemania. Me ha invitado estos días a su hotel donde me paso los siguientes tres días. El domingo nos vamos a pasear por la playa y al cabo de una hora ambos tenemos una pequeña insolación, yo en el pecho y Norbert en la espalda. En la playa había muchos peces muertos, algunos de tamaño considerable y que parecían que estaban todavía frescos para comer, pero habían sido traídos por la marea y los cuervos les estaban comiendo los ojos. Por lo que he leído en Sri Lanka también está muy extendida la costumbre de pescar con dinamita y esa podría ser la explicación de esos peces que la marea había traído a tierra después de muertos.

Cuando Norbert se regresa para Alemania yo me dirijo hacia el sur, a la playa de Unatawuna, donde paso un par de días sin que haya nada que me emocione, aunque visito la cercana ciudad de Galle, con un impresionante fuerte fortificado de la época de los holandeses y me entretengo viendo el esfuerzo de los pescadores tirando de la red desde la playa. Lo mejor de aquí es que tengo wi-fi en la habitación y entre otras cosas, pude hablar con la organización que trabaja en Filipinas y con la que hay la posibilidad de trabajar a partir de finales de noviembre. Aprovecho que no tengo nada que hacer y por 300 rupias (1 euro y medio) me corto el pelo en una barbería donde tienen incluso aire acondicionado. Si sacara cuentas de lo que me ahorro con estas cosas casi que me sale mucho más barato el viajar que el quedarme en casa. De Unawatuna me decido a seguir recorriendo un poco el país y me voy a Kandy, también en tren. 

Esta ciudad que está a unos 500 m de altura tiene un jardín botánico muy famoso, que al visitarlo me decepciona un poco. Aunque tiene una colección de céspedes interesantes, unas palmeras espectaculares y también un orquidiario, está todo tan cuidado que es un poco kitch. Hay árboles llenos de unos murciélagos gigantes que sobrevuelan el área para acabar colgándose de alguna de las ramas. Cuando intento buscar un lugar para sentarme a la sombra me doy cuenta de que todos están ocupados por jóvenes parejas por lo que me quedo sin sentarme. Algunas parejas se sientan a la sombra de algunos árboles y un guarda con un silbato se encarga de ahuyentarlos cuando parece que la temperatura sube demasiado. Por lo que ya no paso, es por ir a visitar un enorme templo que está enteramente consagrado a un diente de Buddha. Al parecer fue lo único que se salvó después de su incineración y ha sido custodiado desde entonces y trasladado varias veces de lugar, incluso realizándose una réplica para evitar el robo del original, con lo que ya no se sabe si lo que se custodia es el original o la réplica. Esta ciudad, que en las guías describen como fresca, verde y apacible, donde puedes verte sorprendido por un elefante volviendo a casa después del arduo trabajo, lo que habrá sido así hace unos años, aunque en la actualidad es ir y venir de gente, de buses que se te echan encima, que además salen de diferentes estaciones, ninguna calle está señalizada por lo que nunca sabes dónde estás, los tuc-tuc continuamente te chistan ofreciéndote sus servicios, en fin, que no veía la hora de irme de aquí, por lo que a los 2 días me voy temprano a la estación de tren de Kandy. Tomo un tuc-tuc que me cobra 250 rupias (1,5 €) por los 2 km que no me apetece hacer cargado con la maleta. El tren en 2ª clase que tarda 7 horas en recorrer los 130 km vale 240 rupias, o sea lo mismo que el tuc-tuc que ha tardado 10 minutos. Me tomo un café y una pan dulce en la cafetería antes de salir que me cuesta 90 rupias (0,5 €). Por el camino me alimento de las pastas que compré ayer, de unos 100 gr de cacahuetes salados y de leer el Lonely Planet. Llego a la estación de Ella donde un tuc-tuc me cobra 100 rupias (0,55 €) por llevarme a mi hotel, a unos 500 m de la estación. Por la habitación, muy sencilla, con baño en la habitación y agua caliente, me cobran 1000 rupias (5,5 €). La cena, deliciosa, con un montón de platitos de vegetales para añadir al arroz con jugo de piña y café incluidos, todo lo cual cuesta 5 euros. Así que un día como hoy, transportado, cenado y dormido me ha salido por menos de 15 euros. El día de mi llegada en Ella fue de lo más entretenido. Primero me he ido a Ella Rock, una montaña cercana caminando por la vía del tren. Te vas encontrando a gente, algunos niños que te quieren hacer de guía, algún otro extranjero de excursión, gente que va o viene a las plantaciones de hortalizas que hay a lo largo del rio. Después de preguntar un par de veces encuentro el camino que va hasta la cumbre. Mientras subo veo huellas de jabalíes que han revuelto el terreno y a una norteamericana y una rusa que van bajando, acompañadas por un guía. Ambas se extrañan que yo vaya solo, sin guía. A la vuelta, me encuentro a la rusa que no quiere volver en tuc-tuc a su hotel y me pregunta si puede caminar conmigo. Me cuenta que es periodista y que trabaja para un periódico independiente ruso. He quedado a la 1 del mediodía con Lena, una alemana que está en mi mismo hotel para ir a ver una plantación y fábrica de té. Como es domingo al parecer hoy no se puede visitar y decidimos, junto con una pareja suiza, irnos compartiendo taxi a ver una cascada de agua que está cerca de aquí. Y es que compartiendo gastos las cosas son más fáciles.

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