Pescador en playa de Mirissa, al estilo tradicional |
En este país, por lo que he visto y he comentado con otros,
parece que es un destino para mujeres blancas que buscan o una pareja estable o
una aventura con un sri lankés bien parecido (los beach boys que les llaman
aquí). Choca, después de ver a tantos blancos con asiáticas en Tailandia o
Filipinas, que aquí sea el revés, pero porqué no, si los unos tienen derecho, las
otras también. En todo caso se ve menos sórdido que cuando es al revés. Desde
que estoy aquí me llama la atención la cantidad de mujeres no asiáticas que
viajan por este país o solas o en grupito (o moños como diría Harmhel), quizás
sea por lo anterior.
En Ella, mi siguiente estación tras Kandy, me encanta pasear
por las vías del tren, al igual que hace la gente del lugar, caminando a
pasitos cortos de traviesa en traviesa, donde en los bordes descubro enormes
extensiones de cultivos de hortalizas, que parecen jardines de lo bien
cuidados, con sistemas de riegos por canales como los que se han hecho en el
proyecto en el que yo trabajaba en Nicaragua. Viendo la forma de cultivar que
tienen me acabo de convencer de que alguien que le pone tanto cariño a su
tierra, no puede ser mala gente.
Llueve la mayor parte de la tarde y de la noche. Miramos
todos en internet y anuncian lluvias para los próximos 3 días así que decidimos
(Lena, una alemana que conocí en Ella y Tibor y Eva, una pareja suiza-alemana) irnos
hacia el sur, a ver un parque nacional donde se puede hacer un safari.
Alquilamos un taxi entre los 4 y como era de esperar, hace un sol que raja las piedras.
Llegamos cerca del parque y nos buscamos un hotelito más o menos. Por la tarde
nos vamos caminando hacia el lago y nos encontramos con un elefante al borde de
la carretera donde se para un montón de gente y le tira mazorcas de maíz,
ñames, plátanos y mangos que el va comiendo con su trompa increíble mientras
sigue su dieta de 200 kg de hierbas al día.
Con una población de 21 millones de habitantes y una
superficie de 65.000 km2, Sri Lanka es una isla que no cuesta
recorrer. Las distancias son relativamente cortas aunque los trenes y buses con
sus bajas velocidades de crucero tardan bastante en llevarte de un lugar a
otro. Los tuc-tuc también se atreven con distancias medias aunque yo no lo he
querido probar ya que en la ley de la selva que es la conducción en este país
tienen todas las de perder frente a buses y camiones. He leído que mi biblia,
la Lonely Planet, ha elegido este país como uno de los 10 mejores destinos
turísticos para 2013 y no me extraña. Tras el final de la guerra en 2009 el
turismo no deja de crecer (800 mil turistas en 2011) atraídos como yo por el
exotismo del país, sus playas, la posibilidad de hacer safaris y todo ello por
precios muy por debajo de lo que cuestan actividades similares en otros países.
Por 8 euros la noche se consiguen habitaciones aceptables con baño, por 1 euro
se puede comer un buen plato de arroz con pollo al curry y por 2 euros puedes
viajar 400 km en tren en 3ª clase, eso sí, tardando unas 7-8 horas y con el
peligro de tener que ir de pie todo el rato. Si a cualquiera de estos conceptos
se le añaden 1 o 2 euros, se pueden conseguir mejores habitaciones, viajar en
segunda (tarda lo mismo pero hay algo menos de gente) y comer en sitios más
finos.
En el tren hay unos asientos reservados para los clérigos.
Obviamente son los más espaciosos así que me siento allí. Y es que al fin y al
cabo, si alguien me pregunta le puedo decir que soy un apóstol de la apostasía,
de los pantalones cortos y de las cholas. En los buses también hay asientos
para discapacitados y para mujeres embarazadas. En este caso me senté en el de
las embarazadas que con mi maleta a cuestas es como si lo estuviera.
Los tuc-tuc están por todas partes y son como los mosquitos, que
cuando parece que los vas a atrapar con tus manos se acaban escurriendo entre
medio de los dedos y así lo hacen éstos entre los buses y camiones que circulan
por la carretera.
El safari que hice con mis colegas de viaje aunque fue corto
me gustó y si volviera a este país intentaría ir al parque Yala, donde al
parecer es uno de los mejores para ver leopardos en el mundo. El problema es
que todavía no tienen a gente formada y los guías o conductores que te llevan a
veces se acercan mucho a los animales, como nos pasó a nosotros que al
acercarnos a un bebé elefante su madre y acompañantes no les gustó y se nos
echaron encima. Otro ejemplo de ello lo tuve en Mirissa, donde se puede ir a
ver a la ballena azul que pasa aquí varios meses del año pero que también es
objeto de una persecución atroz por los barcos con turistas, al fin y al cabo,
ex pescadores reconvertidos a guías turísticos, lo que en algún momento tendrán
que regular.
Lo que no me gusta tanto es que prácticamente todos los
precios son negociables (menos los del tren o bus) pero siempre tienes la
sensación de que te están cobrando de más o que tú te estás aprovechando de su necesidad.
A lo largo del viaje he conseguido descuentos del 100% y todo y así no sabes si
estás pagando el precio justo, si es que existe. Casi no he ido en tuc-tuc ya
que sus conductores te intentan cobrar siempre de más y aunque a veces la
diferencia sea de 1 euro me da rabia ir con alguien que acaba de intentar
estafarte, aunque sea por esa pequeña cantidad.
Me han impresionado los puertos con sus barcos de pesca multicolores
y el esfuerzo de los pescadores que despliegan enormes redes en el mar para
recogerlas desde tierra, coincidiendo siempre que los vi en que las cantidades
eran ridículas para repartir entre todos los que habían tirado de las redes.
Algo que me gustó es que le piden a los turistas que ayuden y a cambio les
dejan hacer fotos, lo que me parece un trato justo.
Me pasé muchas horas viajando en tren, mirando por la
ventana, viendo en la costa las casas destruidas por el tsunami de diciembre de
2004 (donde murieron 30.000 personas, algunas en los trenes, intentando escapar
después de haber sobrevivido a la primera ola), y sustituidas por casitas de
madera y plástico, viendo a las parejas que se acurrucan entre las piedras que
en forma de terraplén aguantan por un lado las vías del tren y por el otro el
mar, colocándose en los agujeros que quedan entre las piedras grandes y tapados
por un paraguas de doble propósito, protegerlos del sol y de las miradas
indiscretas.
Los últimos días los paso en la playa de Mirissa, un lugar
tranquilo, de surferos locales (que al mismo tiempo son beach boys, o al revés)
donde me quedé en un hotelito que tenía un jardín al borde del mar, donde me
pasaba horas con mis ya amigos suizos, Tibor y Eva, charlando, mirando las
olas, paseando por la playa y echando alguna partidita de ajedrez de vez en
cuando, que para eso vine aquí, para hacer realidad mis sueños.
He contado como siempre mis gastos en este país, descontando
mis primeros 4 días ya que mi amigo Norbert me invitó al hotel donde él se
quedaba. Así que en este país si se puede viajar por debajo de la media del
mileurista.
Media (€)
|
8,8
|
12,7
|
2,2
|
5,5
|
29,2
|
14 días
|
Comida
|
Dormir
|
Transporte
|
Actividades
|
Media total/día
|
Mi rincón en la playa de Mirissa |
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