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domingo, 16 de diciembre de 2012

Mindanao

Buscadores de oro


Caminar por cualquier ciudad filipina, aunque sea pequeña como Butuán, es un infierno. Muchas veces no hay aceras y cuando las hay están ocupadas por vendedores, por vehículos o parecen hechas para competiciones de salto ya que tienen rampas, escaleras y desniveles diversos. Las lluvias frecuentes además dejan charcos enormes en las cunetas que tienes que ir sorteando ya que vas caminando por la calle, no por la acera y además los vehículos que pasan también te pueden salpicar al pasar. Cruzar la calle es posible sólo gracias a que los vehículos circulan lentos y puedes pasar entre ellos. La mayoría son triciclos, en realidad motocicletas a las que le han añadido una carcasa casera para acomodar una cantidad increíble de gente. El precio dentro de la ciudad de un triciclo es de 8 pesos (0,15 €) y la gente aquí se monta en ellos alegremente aunque sea para que los lleven 100 m. Lo único que justifica tomar un triciclo es el calor inclemente que hace en las horas diurnas y que al tener que andar por la calle, no tienes sombra que te cobije. Las medidas de estos artefactos están hechas tomando a un filipino medio, tirando a pequeño. Para cualquiera que entre en ellos y que tenga una o más tallas que la de ese filipino estándar se golpeará la cabeza contra el borde superior al entrar, contra el techo una vez dentro y luego las rodillas con varias esquinas que hay. Por eso yo, a pesar del calor, de los charcos, de los vehículos que te pasan rozando, evito montarme en un triciclo como si fuera la peste.
Esperando que pase la lluvia

Cuando llegas a Filipinas te dan automáticamente y de forma gratuita un visado por 21 días. Si vas a estar más tiempo, lo puedes prorrogar por otros 38 días, esta vez ya pagando la cantidad de 65 euros. Para ello tuve que ir a la oficina de inmigración en Butuán, en un edificio sórdido, feo y maloliente no lejos del centro. La ventaja de estos lugares pequeños es que no te ponen muchas pegas ni te hacen preguntas así que rellené mi formulario y me dijeron que volviera en 1 hora con los 65 euros ya que el jefe todavía no había llegado a pesar de ser las 9,30 de la mañana. Regresé a las 11, dándole un poco más de tiempo al jefe que efectivamente ya estaba. Una funcionaria comprobó los papeles y me puso el visado en el pasaporte, mientras otro jugaba en el ordenador a un juego de marcianos online y el otro veía en la tele un partido de la NBA. Eso sí, cuando la funcionaria terminó, le dio mi pasaporte al otro funcionario (el de la NBA) que lo llevó a la mesa del jefe, ya que aquí cada uno tiene su cometido. Una vez todo listo y habiendo pagado, el jefe puso su firma en el pasaporte y hasta el 17 de enero me puedo quedar en el país. Luego, pagando otros 80 euros me lo alargarán por otros 2 meses.
Aunque estoy a sólo 100 km de donde ocurrieron la mayor parte de los muertos a causa del tifón Pablo en Mindanao, veo las noticias sobre ello en la tele al igual que seguramente todos vosotros, como si fuera muy lejos. Y es que donde estoy la sensación es que no ha pasado nada mientras al ver las imágenes parece que lo que se ve sea en otro país. Lo que me queda claro ahora que ya he estado en el campo, visitando partes del proyecto en el que colaboro, es que la deforestación y el desorden medioambiental (minería descontrolada, intervención en los ríos) aseguran que esto volverá a ocurrir. Leí las declaraciones del gobernador de la zona devastada que decía que la culpa no era de la deforestación ya que en esa zona ya no quedan árboles. Supongo que se refería a que la culpa no era suya porque cuando asumió el mandato ya estaba deforestado, lo cual no le quita parte de la culpa al no hacer nada para revertir la situación.
Un carabao o búfalo de agua trabajando

Mientras, un par de días más tarde, estando en la oficina sentimos un leve movimiento de las sillas, todos nos quedamos mirando y luego supimos que había sido un terremoto de 5,5. Todo el mundo siguió trabajando tranquilamente ya que parece que suele ser algo habitual y dicen que hay uno cada semana. Vamos a ver.
Todos los pueblos y ciudades medianamente grandes por donde paso están llenos de casas de empeño, bancos y farmacias, lo cual es típico de los sitios pobres. Es curioso ver como la automedicación, ya que poca gente se puede permitir ir al médico, es algo habitual de la gente sin recursos, que ven en las medicinas la solución a sus males. Los bancos y las casas de empeños, pero sobre todo los primeros, como ha quedado demostrado, también te ayudan a hacerte más pobre.
La gente con la que trabajo está muy interesada en saber más de otros países ya que la mayoría de ellos nunca ha salido de Filipinas y tampoco de Mindanao. Me da un poco de vergüenza contarles cosas que a veces me preguntan con mucho detalle sobre la forma de vida de los españoles ya que, como siempre, tengo el problema de pensar que yo no soy representativo de la forma de pensar de 47 millones de españoles y que además a lo tonto, ya llevo 7 años sin vivir allá, por lo que cada vez se menos de nuestra forma de vida.
Lo mejor de mi estancia aquí, es que me obliga a practicar inglés, a aprender nuevo vocabulario cada día, a pronunciar mejor (ya digo uaifai para el wifi) y a que estoy conociendo este país y este pueblo desde otro lado como hasta ahora.
Después de casi tres semanas de trabajo me voy de vacaciones ya que aquí todo el mundo se va también y me incorporaré de nuevo el 7 de enero. En este tiempo voy a seguir trabajando con calma, a ratos, en el informe que tengo que presentar y esto me da tiempo para pensar a fondo en algunas de las posibilidades que veo en el programa. Me pongo en camino hacia Zamboanga, adonde tardaré 3 días en llegar en bus. Lo podría hacer más rápido pero no tengo prisa y voy a hacer travesías de máximo 8 horas por díay si me gusta el lugar de la parada intermedia me quedaré un día o dos. De momento el camino a Cagayán de Oro ha sido muy bonito, costeando la mayor parte del tiempo, con muchos campos recién plantados de brotes de arroz, intensamente verdes
Otro carabao

Y para terminar por hoy, como nadie me ha preguntado por qué he pasado de Facebook, lo cuento. Por un lado me aburría leer muchas de las cosas que los demás ponían y pensaba a cuantos no les interesaría o les aburriría lo que yo ponía. Después pensaba que no me gustan las cosas que crean adicción y creo que Facebook lo es. Veo a mucha gente y sobre todo niños en este país totalmente enganchados, consultando a cada momento en sus móviles la última tontería puesta en Facebook. Estoy seguro que los de Facebook, cuando consideren que hay suficientemente gente enganchada empezarán a cobrar, aunque sea una cantidad mínima, así que por si acaso yo ya me he borrado antes. Cuando me di de baja me mandaron una carta igual que el documento que me enseñaron en el obispado cuando también me di de baja de esta organización, diciendo que en cualquier momento que decida cambiar de opinión, volveré a ser bienvenido.
Con agricultores

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