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viernes, 18 de enero de 2013

Despedida


Esto no es Butuán
Y empiezo mis primeros días en Butuán, hechos de la rutina del trabajo y de irse acomodando a las costumbres locales. Cuando me preguntan algo, para decir que si hago como los filipinos,  levanto de forma ostentosa las cejas lo que significa eso, que sí.

Me he comprado una fiambrera para que no me den 3 bolsas de plástico cada vez que voy a comprar la comida. Me he acostumbrado a comer en la oficina, con mis compañeras de trabajo y compramos la comida en una comidería, algo muy típico aquí llamado carendería, donde puedes comer en unas mesitas pequeñas o bien te llevas la comida a tu casa o lugar de trabajo. Para ello usan unas bolsas pláticas transparentes, poniéndote el arroz hervido con una medida preestablecida en una de esas bolsas, luego usan un platito como medida de lo que pidas, normalmente carne y a veces pescado, que también vuelcan en otra bolsa y luego las dos bolsas las ponen en otra bolsa más grande para poderlo transportar. A mis compañeras de oficina les parece muy bien mi iniciativa medioambiental y primero pensé que lo tomaban como otra excentricidad de uno de estos extranjeros y pensaba que esto es como lo de género, está muy bien hablarle a los otros de estos temas, pero cuesta más aplicárselo uno mismo. A la semana siguiente fueron apareciendo cada una de ellas con su tuper y ahora ya dejamos de incorporar al menos 12 bolsitas de comida al día (bueno, algún día se les olvida) a la contaminación medioambiental. Gratamente sorprendido!


La ciudad de Butuán es aburrida y no hay nada especial que hacer. Lo más excitante es irse después del trabajo, cuando ya ha oscurecido, andando hasta un centro comercial (Gaisano Mall) que está a 1 km de distancia. Es excitante porque el tener que sortear los diversos obstáculos que hay en la acera tienes que pasarte a la carretera y ahí siempre hay la posibilidad de que alguno de los artefactos que circulan por ella te atropelle. Algunos días, a las 7 de la tarde ya estoy de vuelta, cenado y dispuesto para irme a la habitación y volverme a conectar a internet. Es lo que tiene contratar gente que es de fuera, que al aburrirse, trabajan incluso en las horas fuera de oficina. El aire acondicionado que hay por todas partes me tiene la garganta destrozada y a veces al hablar me sale una voz de niña con lo que cualquier día de estos me van a tomar por un ladyboy.

Lo de los eructos me sigue ocupando bastante ya que no me acabo de acostumbrar. Se los echan de todo tipo y colores, más flojitos y algunos desde el fondo más profundo del estómago. Yo entiendo lo que dicen de que los gases malos deben sacarse al exterior, como si la boca fuera un tubo de escape, pero no entiendo porque luego cuando estornudan se disculpan y dicen “excuse me”. Estoy algo confundido y estoy esperando a que alguien se tire un pedo para ver qué es lo que se hace en esos casos (y descubrir si eso es un segundo tubo de escape o se considera solamente como un ventilador), es sólo para saber, por si me encuentro en esa situación y saber si tengo que pedir disculpas, dar las gracias o aplaudir.

La despedida

La naturaleza alegre del ser humano está en el viaje y no porque piense que se va a encontrar con algo mejor más allá, lejos del sitio en el que vive, sino por huir del tedio de los días repetidos y, siendo osado, por huir del miedo, de esta carrera alocada hacia la vejez y la muerte en la que todos andamos inmersos.
Manuel Leguineche
Voy a compartir algunas de las razones de porque he decidido dejar de viajar y volver a llevar una vida más o menos normal, o sea trabajando y anclándome a una rutina. Pienso que el viajar sobre todo te abre la mente a otras culturas y otras formas de hacer y pensar. A veces pienso que me ha hecho más paciente, pero sólo un poco y que me ha ayudado a conocerme algo más (sólo un poco también, ya que la verdad es que me parece que después de tanto tiempo ya me conocía bastante).
En bici por Tonga

Durante los casi 5 años que trabajé en Nicaragua nunca me costó levantarme para ir a trabajar mientras que el otro día me dí cuenta que me costaba levantarme para seguir estando de vacaciones, cuando había decidido ir a ver un parque en Davao donde tienen algunos de los últimos ejemplares de las enormes águilas filipinas. Noto como que he perdido la ilusión por ver cosas nuevas y me cuesta sorprenderme como cuando empecé el viaje. También me ha pasado varias veces que me tenía que parar a pensar durante un buen rato en qué país estaba ya que al cambiar casi cada mes de país ya no me acordaba. Ahora que llevo más tiempo en Filipinas ya no me pasa.

También dejo el viaje porque siento que ya cumplí la mayoría de los sueños que tenía o bien vi que no eran tales. He sentido cierto deterioro físico-químico-económico y en algún momento del viaje, por primera vez en mi vida, he sentido que me he hecho mayor. A veces me he sentido fuera de lugar en alguno de los backpackers donde me he quedado. Creo que he cumplido los sueños que se pueden hacer con poco dinero, ahora voy a ver si hay alguno que sea más caro y me pongo a ello.

Durante algo más de 2 años he estado viviendo en mi mundo feliz, hecho de mar y peces de colores, de calor, pantalones cortos y chancletas, de sonrisas y pieles morenas, arena fina y cocoteros sin fin, donde el agua salada y el sol doran tu piel. He viajado desde septiembre de 2010 hasta enero de 2013 y entremedio he trabajado durante 3 meses. Durante este tiempo he estado en 18 países que no conocía, alguno de los cuales luego he repetido. He dormido en 50 islas, algunas tan grandes como Australia, Sumatra o Borneo y otras tan pequeñas como Gili Air o Malapascua.
Atun pescado enfrente de Madeira (el de la izquierda soy yo)


Sé que no dejaré de viajar porque de una u otra forma lo he hecho toda mi vida. Pero quizás ya no viajaré tanto tiempo seguido ya que calmé la sed que tenía de pasar de un sitio a otro, siempre mirando que otro país hay detrás de donde estoy.

Esos 15 años que tengo sin cotizar en mi vida laboral los pasé en buena parte viajando, o viajando-trabajando que es lo que más me gusta, como esos períodos trabajados en el campo, en la cosecha de fruta en Lérida o en el molino de aceite de L’Albi, con turnos de 12 horas, sin estar asegurado, los casi 3 años trabajados en Nicaragua en los 80 para una Fundación alemana, no cotizando ni aquí ni allá, viajando por Alemania en autostop en mi época de insumiso huyendo del servicio militar y de la cárcel en la España postfranquista, los meses que pasé en la Bretagne francesa visitando a Dominique, viajando en bicicleta por España, Italia y más tarde por el norte de África, trabajando en el barco de pesca Lajares de Los Abrigos, para aprender del mar y de las estrellas y aprendiendo sólo las rudezas de los que en ella trabajan, el viaje en velero a la península desde Canarias, cuando no me daban pasaporte y viajaba con la cartilla de marinero, estudiando agrónomos en La Laguna para poder llegar a trabajar en lo que más me gusta.

Entrevistando a la Comandante Leticia Herrera, (1986). Aquí soy el de la derecha, en el sentido de ubicación solamente.
Cuando viajas eres muy frágil, todo está en tu equipaje, dinero, tarjetas, ropa, recuerdos y direcciones. Me he cansado de tener mi vida en una maleta así que me he comprado otra. Creo que con eso de momento es suficiente para seguir tirando.
Esta es mi última anotación como blog de viajes y espero que la próxima ya sea sobre cooperación.


2 comentarios:

  1. Hola, Alfonso, me encantan tus narraciones sobre los viajes preciosos que haces. Cuando te instales ¿seguirás con los relatos? Al menos nos dirás dónde estás para saber algo de ti...
    Un abrazo
    Edita Olaizola

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  2. Hola¡¡ me quiero ir a Filipinas uno o dos meses para estudiar ingles, he visto que tu estuviste por allí,me podrias dar algun consejo o información de la escuela o que parte crees que es mejor para ir a estudiar, ya sabes bueno bonito barato jj

    gracias

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