Un nuevo capítulo de los fines de
semana de excursión ha sido subir a la Sierra de las Minas, desde los 500 msnm
en que nos encontramos en Guastatoya hasta los 2550 m donde están las cabañas
que Defensores de la Naturaleza, una ONG local, tiene en ese lugar.
La organización fue del tipo de
último momento, o sea vamos a ver cuántos somos y veremos cómo nos organizamos.
A las 8,30 en punto de la mañana estábamos en San Agustín de Acasaguastlán,
Neftalí, mi compañero de trabajo, Marielos (la de la tortilla en mi casa) y yo,
pero no había llegado nadie del resto de la gente con la que íbamos a subir. En
cuenta gotas fueron llegando, el chofer del vehículo 4x4 que nos iba a acercar
hasta la cumbre, Marvin, el técnico del ayuntamiento, Rogelio el asesor del
alcalde, Obed, un señor de 65 años que conoce la zona, Mario el guía, Juan el
porteador, Melvin, otro técnico de la municipalidad y Juan Carlos, que fue
nuestro técnico preferido de la municipalidad hasta que lo despidieron. Una vez
que quedó claro de que íbamos a ser 11 se pasó a recoger el dinero para pagarle
al chofer e ir a comprar la carne. La cuota era de 4 chuletas para cada uno. Y
puntualmente a las 10 de la mañana empezamos a subir el tortuoso camino que nos
debía llevar lo más cerca de la cumbre posible.
El paisaje iba cambiando poco a
poco, de muy seco a medio seco, y refrescando. Al cabo de 2 horas de camino, el
vehículo ya empezó a tener problemas por el mal estado de la pista y finalmente
el motor se apagó. Intentamos arrancarlo pero ya no quiso, así que decidimos
seguir caminando. Después de 3 horas a pie en subida constante, en un paisaje
cada vez más fresco, con mayor masa boscosa y lloviznas que nos iban empapando
poco a poco fuimos llegando, como si fuéramos peregrinos, a las cabañas.
Lo primero fue hacer fuego e
intentar secar algo la ropa y preparar la carne para asarla. Me quedé alucinado
cuando vi la cantidad de tortillas de maíz que la gente empezó a sacar de sus
bolsas, porque aquí sin tortilla, la comida no es comida.
Por la noche nos repartimos
exhaustos por las camas y a la 1 de la madrugada se oían los murmullos de los
que hablaban porque no podían dormir del frío. Muchos tenían la ropa
mojada, otros no habían traído ropa suficiente y el único que había traído saco
de dormir era el guía, así que pasamos lo que muchos calificaron como la noche más
larga de su vida.
Volando en la Peña del Angel |
Al día siguiente nos pusimos en
marcha temprano, después de desayunar el resto de las miles de tortillas (yo no) porque no
sabíamos si el vehículo iba a arrancar. Lo que hicimos en 3 horas subiendo lo bajamos
en poco más de 1 hora, pasando por la famosa Peña del Ángel, con vistas
increíbles de la Sierra de las Minas. Para llegar ahí caminamos por un sendero
del bosque donde la densidad de la vegetación y el murmullo del agua corriendo
por todas partes hacía pensar que estábamos en un lugar encantado.
Bosque encantado |
El vehículo efectivamente seguía
negándose a arrancar, así que el chofer ya cabreado, en un acto para mí
suicida, dijo que o lo arrancaba o lo arrancaba, y se tiró con él por ese
camino en bajada hasta que efectivamente y para mi sorpresa, arrancó.
Al regreso, siempre menos alegre
que la ida, todos veníamos cansados, con agujetas, sueño y otra vez hambre, así
que nos despedimos rápido y cada uno a su casa. Pero como siempre en estos
casos, lo mejor de estas excursiones es compartirlas y recordar todos esos
detalles divertidos, olvidándose de las penas.
Valle de San Agustín de Acasaguastlán, una de mis áreas de trabajo |
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