La subida al mirador es muy empinada y te saca las entrañas.
Pero la vista de las pozas de color turquesa vale la pena. Hay un hotel a la entrada con unas cabañas super chulas
por 25 euros la noche. Yo he dormido en otro, cerca del río en un dormitorio con 9 energúmenos ingleses donde la noche sólo me ha costado 5 euros.
Sentado en el pantalán, sintiendo la fuerza del río Cahabon,
queriendo arrancar los pilares que le sostienen, sintiendo el rumor del agua
cuando pego el oído a las maderas, escribí un par de capítulos de mi historia
del barco.
Sumidero |
En el restaurante, donde unos 40 comemos en 2 mesas es difícil no conocer a
gente. Se oyen sólo un par de acentos en español, uno catalán y un poco de alemán.
El resto son de Gringotenango (en Guatemala hay varias ciudades que terminan en
–tenango, así que cuando hay mucho gringos así le llaman).
El fin de semana ha sido espléndido, para desgracia de los
agricultores que necesitan imperiosamente el agua después de la desastrosa
sequía que está afectando al país, pero para mí, este fin de semana no pudo ser mejor.
Los hijos del maíz se han olvidado de que tienen que compartir el cultivo con el bosque |
Y la erosión ya se empieza a hacer visible |
Y disfruté de los paisajes tan diferentes al corredor seco donde vivo |
Poco a poco noto que me voy haciendo a Guastatoya y disfruto de las pequeñas cosas. Ayer mismo encontré por primera vez en 9 meses joghurt natural en el super donde suelo ir a comprar. Me alegré tanto que estuve a punto de abrazar a una señora que en ese momento pasaba por ahí aunque me retuvo el ver que su marido llevaba un pistolón de esos automáticos y cara de pocos amigos. Finalmente opté por ponerme en un rincón y echar una lagrimita sin que nadie me viera porque aquí los hombres tampoco lloran.
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