Nuez moscada: una de las especias por las que se conoce estas islas y que sigue siendo cultivada |
Aunque me dicen que en Pulau
Hatta se pueden ver todavía tiburones martillo en esta época del año, no tengo
ganas de bucear con botella y lo dejo para la próxima vez. Todavía me quedan
dos días más y pienso en ir a Pulau Run, mi original destino, pero por lo lejos
que está, por la lluvia y por la inseguridad de que haya barco para volver, me
decido por ir a Pulau Ai, que está más cerca.
Botes públicos entre islas, exóticos
por fuera, sofocantes por dentro
La lluvia no parece que vaya a parar
y la travesía, con viento, se las trae, con olas de lado y la barca
apestando a diésel. Pienso que si esto se hunde, aquí no se salva nadie.
Después de que todo el día sigue lloviendo a mares, decido regresar a
Bandaneira al día siguiente ya que no parece que vaya a escampar. Me queda
pendiente ir a Pulau Run y su islote Nelaka, así que tendré que volver.
Fort Rotterdam
Aprovecho los pocos momentos sin
lluvia para visitar la ciudad y el fuerte Rotterdam, de la época colonial
holandesa. Alrededor, las casas son bonitas, con jardín y muchas aprovechando
los cimientos de los antiguos muros de la ciudadela holandesa, algunas aún bien
conservadas.
Como buenos musulmanes los
habitantes de estas islas no tienen perros lo que te permite pasear por la
ciudad, aunque sea de noche, sin que te estén ladrando continuamente.
Una vez a la semana cierran la pista para
que aterrice y despegue la avioneta. El resto del tiempo, vía libre.
Como el billete de avión vale 10
euros más barato que el barco me decidí por intentar volar ya que así me ahorro
la mala mar y la paliza de las 6-7 horas en barco. Al volver de Hatta, después
de llamar infructuosamente al representante de la compañía aérea, el dueño del
hospedaje donde me quedo, Alan, me dice que vayamos a su casa, que seguro que
está durmiendo. En el trayecto de 5 minutos en moto me cuenta que el representante
de la compañía de aviación es el marido de la hija de su hermana y
efectivamente, llegamos a una casa particular, y lo encontramos durmiendo en el
sofá a las 10 de la mañana. Quitándose las legañas me rellena el billete y me
cobra el importe real (sé que otros han pagado el doble con tal de asegurarse
un sitio).
Casa dentro
de una casa
Después de 3 días de mal tiempo,
lloviendo casi sin parar, con mala mar, los ánimos de los pocos turistas que están
aquí empiezan a cambiar. Sin sol, nada es bonito, con olas no se puede nadar y
algunos empiezan a estar irascibles. La pareja checo-alemana de la habitación
de al lado pasan de decir “me encanta Indonesia“ a decir “los indonesios me
ponen de los nervios”. El problema es que hay una cierta sensación de estar
encerrado ya que Bandaneira tiene sólo un vuelo semanal a Ambón (sólo 10
plazas) aunque no es seguro que la avioneta vuele y están los barcos Pelni, uno
a Ambón y otro a las islas Kei, cada 15 días. Además el barco rápido con el que
vine hace el viaje a Ambón 2 veces por semana, aunque debido al mal tiempo no
ha venido y no se sabe cuándo lo hará. Algunos extranjeros ya saben que han
perdido su vuelo de conexión en Ambón. La pareja checo-alemana están
desesperados por salir de aquí pero mi vuelo y el de la siguiente semana ya
están completos y los barcos tardarán todavía 1 semana en llegar. !Bienvenidos
a la época de los monzones! Yo he tenido suerte disfrutando de 3 semanas a
pleno sol y ahora me voy volviendo despacito a mi casa camboyana.
Makassar, una mezquita con un
diseño futurista
Ya en Makassar, al sur de
Sulawesi, repaso todo lo que he visto, sobre todo bajo el agua y ya me queda
claro que tengo que volver. Había pensado en irme a alguna otra isla en Camboya
o Vietnam en los días que me quedan, pero desisto de ello ya que sé que no
estarían al nivel de las que he visitado en Indonesia.
En la ciudad, me llama la
atención su caos en las calles. Las aceras no existen, las reglas de tráfico
tampoco, las motos van por donde quieren, los grandes SUV se mezclan con las
lentas Rikshaw, los atascos son monumentales. Los semáforos o no funcionan o
son ignorados, las rotondas, congestionadas, no permiten avanzar en ninguna
dirección. Cuando alguien quiere hacer un cambio de sentido o simplemente
entrar a una calle perpendicular, pero al lado contrario de su marcha, parece
casi misión imposible. La solución viene de la mano de lo que en España serían
los aparcacoches y aquí se convierten en verdaderos directores de tráfico, un
ejército de jóvenes desarrapados, que se encargan de parar el tráfico para que
un vehículo se cruce, o incluso para permitir que peatones puedan pasar la
calle. Algunos les dan dinero, otros las gracias y otros ni eso. Hay quien
diría que son nuevas oportunidades de trabajo. Yo digo que es la dejación de la
función pública incapaz de lidiar con las consecuencias de un desarrollo
desenfrenado que se balancea en el filo entre el caos y la improvisación.
Ya en Camboya, me alquilo una
moto y paso por el famoso puente de bambú de Kampong Cham, en el rio Mekong,
reconstruido cada año cuando acaba la época de lluvias
Sólo se vive una vez es una frase
que he oído un par de veces en este viaje. También que hay que aprovechar el
momento (o fue el momentito, lo que dijo Raquel?), lo que va en el mismo
sentido. Y en eso estoy, acabando mis vacaciones y pensando como maximizar el
tiempo en las próximas y vivir lo que quiero hacer.
Después de un mes en Indonesia,
donde he intentado aprender algo de este idioma para poderme comunicar un
mínimo, lo que he conseguido es olvidar casi todo el poco camboyano que
aprendí, mientras por el otro lado, Rataná también parece haberse olvidado de
mi después de mis largas vacacione sin ella. Así es la vida, un momentito …..,
o quizás dos, o más.
Al final pero, me alegro de
volver a mi casa, mi jardín, mi rutina, mi trabajo ya que las vacaciones, en
realidad, sólo son un espejismo.
Al fondo, el algodón y la papaya compitiendo en altura
Ahora empiezan las vacaciones de las vacaciones...
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