Después de un viaje algo aburrido
duermo en Ambon en el homestay de Michael, al lado del aeropuerto. Por la
mañana me consigue una moto con chofer que me lleva hasta el puerto de Tulehu
para embarcarme hacia las islas Banda. Son unos 40 km montado en una vespino
con la maleta y un indonesio conduciendo a toda leche. Como a la misma hora
sale también el barco para la isla de Saparua, donde hacía tiempo que quería
ir, en algo poco típico para mí, cambio de planes y me voy a esta isla. Me
viene bien estar un par de días tranquilo para recuperarme del golpazo aunque
al final me acabo yendo a pasar el día con unos franceses a una isla desierta,
Molana, que está genial con un coral magnífico y miles de peces. Al día
siguiente me alquilo una moto y doy la vuelta a la isla. Aunque la isla es
bonita casi no tiene infraestructura por lo que se hace difícil moverse por
ella. Un paraíso todavía por ser descubierto!!
Descubriendo Saparua en moto |
Por la mañana veo en el hotel las
noticias en la tele y aunque no entiendo nada de indonesio, no dejan de repetir
Catalonia y Puigdemont. Ahora, algunos indonesios cuando les digo que soy de
Barcelona ya no sólo me hablan de fútbol sino también del intento de
independencia.
A la vuelta de la isla, como
llego otra vez al puerto donde sólo dos días a la semana sale un barco para las
islas Banda, esta vez, también en el último momento, me decido a ir y consigo
llegar a Pulau Hatta ya por la tarde. Allí me alojo en la misma cabaña que la
otra vez, donde el pescador Supri, quien cuando se toma un par de cervezas, o
incluso sin, trae su guitarra y se pone a cantar, lo que convierte mi cabaña en
el centro de reunión de esta parte de la isla.
Supri amenizando |
En mi primera inmersión en la
isla, un trigger fish me ataca traicioneramente por la espalda y me muerde en
el tobillo. Como llevo unos escarpines de neopreno no me hace herida aunque me
deja marcados los dientes. Durante los siguientes 2-3 días estas bestias me
intentarán morder varias veces hasta que consigo dominar a que profundidades se
mueven y por donde nadar. Todo y así, casi consiguen amargarme al tener que
estar siempre mirando para atrás por si no has visto a alguno. Quizás una
solución sea adaptar un retrovisor a las gafas de buceo. A pesar de ello, me lo
paso tan bien en el agua que en algún momento pienso que en mi vida anterior
debí ser al menos un pulpo o similar.
La bestia |
Aunque mi idea al venir a las
islas Banda era bucear con botella para ver tiburones martillo, al final decido
que no lo voy a hacer. Después de oír a los otros buceadores no me apetece
estar una hora en el azul, esperando para ver un par de tiburones martillo
durante un par de minutos.
En esta isla me encuentro al fin
con un par de españoles y nos tomamos unas cervezas juntos. Cuando salen de mi
cabaña, que está a 1 metro sobre el suelo, como los escalones son desiguales en
altura, los dos se caen aunque por la poca altura y por ser el suelo de arena
no se hacen daño. La chica queda con la cara emplastada en la arena. Nos descojonamos de la risa, ellos también, e
intentamos averiguar si la caída fue por los escalone so por las cervezas. Por
la noche, solo en la cama, no puedo parar de reírme.
Al día siguiente por la mañana,
una gringa de California con la que hablé un par de veces, me pide si puede
entrar en un momento a mi cabaña para ir al baño. Le digo que sí y al salir, charlamos
un rato sobre de donde somos, de dónde venimos y adónde vamos. Cuando se
despide, me dice que es de Sausalito, me olvido de avisarle de las escaleras y
dicho y hecho, se gira y como un sausalito se pega una leche igual contra el
suelo como los demás, dejando la cara marcada en el mismo sitio que la española.
En ese momento no me río, pero después, y sobre todo cuando vienen los
españoles por la noche, no nos podemos aguantar. Incluso barajamos la idea de
poner una cámara oculta e invitar a más gente a mi cabaña.
Nunca se sabe cómo vas o regresas
de una de estas islas pequeñas. Los españoles se van con el barco público, que
cuando le da no sale, como el día en el que yo me voy, por lo que lo hago con
un bote que pasa por ahí de casualidad. Mi contribución al medio ambiente en la
isla ha sido que he pasado una semana con un barril de unos 50 litros de agua
dulce, de la que me ha sobrado agua para usar en el wáter. Y es que de tanto
estar en el agua nadando no hace falta bañarse, digo yo.
En el bote comparo mis pies con los de mis vecinas. Las uñas no las cambio. |
Antes de irme, vendo a un precio
simbólico a Rifki, el hijo de Supri, mi hamaca que tanto le gustó. Desde
Bandaneira, después de otras 7 horas en barco hasta llegar a Ambon, me voy otra
vez tras una hora en moto hasta el homestay de Michael.
Al día siguiente vuelo a Makassar
y me voy en taxi a coger un bus hasta Bira, mi último destino. Allí me alquilo
una moto y me recorro parte del litoral y me embobo viendo los enormes barcos
de madera que construyen aquí, verdaderas obras de arte.
Bira, con sus playas de palmeras
me recuerda al litoral norte de Mozambique, camino de Tanzania, con sus
colores, palmeras, cabras y mar turquesa, todo lo que en su momento tan poco pude
disfrutar.
Palmeral deBira |
Construcción de barcos de madera en Bira |
Próximo destino: A saber ¡!
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