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sábado, 16 de junio de 2018

Birmania (última)




En Rangon hay bastante más diversidad con iglesias indias, musulmanas, pagodas, edificios coloniales ingleses y gente variopinta por la calle. No hay que olvidar que tienen frontera con India, China, Bangladesh, Laos y Tailandia, y eso hace que se puedan ver todas esas facciones además de las propias etnias y otra gente que los ingleses trajeron de sus colonias. Myanmar y Birmania significan los mismo en dos de los idiomas del país, y el nombre de Birmania fue cambiado a Myanmar por los militares.

Cosechando vegetales en las aguas nauseabundas alrededor de Rangon

Mi impresión de los birmanos es que son bastante cochinos. Se pasan el día escupiendo el líquido de la nuez roja que mastican o de un color verde si se trata de unas hojas. Por todos lados hay basura y el plástico también aquí es problema que parece insalvable


La buena noticia del tráfico es que aquí los conductores respetan los semáforos y se paran (todos) cuando está en rojo. Me imagino que, si no, los militares te meten en una cajita. La mala noticia es que no respetan a los peatones y que pitan sin parar, muchas veces sin razón. En general conducen muy rápido. Cuando no hay semáforo ahí ya es otra historia, prevalece la ley del más fuerte, del más atrevido y que más insistentemente toque el claxon. Mientras me moví en bicicleta por Mandalay, me acordé de la escuela que ha significado para mi conducir en Camboya, por lo que los cruces de aquí no me dan ni frio ni calor.
En el centro de Rangun no hay bicis, ni motos, ni tuk tuk’s. Sólo algunas rikshaws para turistas y bicis de servicios de mensajería. Aquí ha ganado claramente el coche, aunque hay que decir que la mayoría son taxis (muy baratos) y un numeroso y eficiente servicio de buses que ya lo quisiera Camboya.

Venta en las estaciones de tren

También hay tren en la ciudad y cogí un que recorre toda la periferia de la ciudad, en un viaje circular que dura unas 3 horas y vale 10 céntimos de euro (y yo todavía pregunté que, si me bajaba y luego volvía a subir en el siguiente tren, si todavía valía el billete ¡!)

Alistando los productos de venta para cuando lleguen al centro

Por otro lado son muy laboriosos, y en todo sitio y a todas horas están haciendo algo. Las calles están llenas de puestos callejeros, muy baratos y siempre llenos de gente. Me pregunto de que viven los restaurantes pero parece que hay gente para todos.

La vida en la calle





Divesidad de plátanos en Chinatown
El pescador remando con la pierna

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