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miércoles, 6 de mayo de 2020

Descafeinamiento



Semi “descafeinado” todavía en Tenerife, adonde llegue ahora hace 1 mes después de pasar por Etiopía y Alemania, me pregunto si hice bien en venir o podía haberme quedado como alguno de mis colegas, pocos, que se han quedado allá en Togo. Aunque hay toque de queda por la noche, me cuentan que la gente sale y hace vida normal durante el día e incluso he visto por las redes que algunos de los restaurantes de extranjeros que habían cerrado están abriendo de nuevo. Así que estoy un poco sobre ascuas, pensando si volveré o no, y si es así, cuando será. El día antes de irme plante las tomateras del semillero que había hecho y no sé qué ha sido de ellas, no sé si las piñas ya están echando frutos, ni como han crecido mis plataneras y como le va a la gente que conocía. También encuentro a faltar mi enorme terraza con la hamaca, coger mi moto e irme a Kuma Konda o darle gas a fondo e irme por la perfecta carretera que va a Atakpame y a la vuelta pasar por el mercado a comprar verduras y las sabrosas piñas tropicales.
Mientras tanto tengo videoconferencias un par de veces a la semana con Togo y veo que en general les va bien, se mueven y hacen casi vida normal, entendiendo por normal, su forma de vida.

Aunque en teoría teletrabajo, me cuesta concentrarme y hacer algo productivo. No creo que las horas reales que le echo pasen de 10 horas a la semana. Trabajo en la programación a partir de noviembre de este año, en como mejorar la calidad del cacao, pero me doy cuenta que entre las cooperativas y nosotros, aunque ellos también tengan ordenador e internet, hay abismos entre nuestros mundos que nos cuestan mucho sortear. Y también me pregunto si trabajar en la calidad ahora tiene sentido, habiendo otras urgencias.  


Algunas mujeres de los productores de cacao utilizan la cáscara de la mazorca del cacao para quemarla y así conseguir la potasa para hacer jabón, de una forma muy tradicional y lleno de humo.


Otro trabajo que hacen exclusivamente las mujeres es el de extraer sal con un sistema muy costoso en tiempo y esfuerzo en las zonas húmedas de los manglares de la costa de Benín.


Una atracción turística cerca de Kpalimé es el poder ver miles de murciélagos en un valle donde pasan el día colgados de los árboles y poco antes del anochecer empiezan a volar en grandes bandadas, según nuestro guía, hacia el extranjero, para alimentarse de insectos. Al preguntarle concretamente que donde del extranjero, empezó diciendo que a Ghana, lo que parece lógico ya que esta a unos 10 km, luego animado dijo que a Benín (a unos 100 km) y ya embalado que también a Nigeria, cuyo punto más cercano está a más de 200 km. He leído que los murciélagos suelen ir a distancias no mayores de 40 km para alimentarse por la noche, pero supongo que, en la cosmovisión de estos pueblos, donde los murciélagos, según su historia, les permitieron refugiarse en sus cuevas de los Ashanti que los habían invadido desde Ghana y luego exterminarlos en un ataque sorpresa, es mucho mas encantador imaginar a los murciélagos volado en bandadas de miles a cualquier lugar que les apetezca que la cruda realidad.


La comunidad cobra una entrada de unos 5 euros, por la que te dan incluso un recibo. Luego unos guías intentan cobrarte primero precios totalmente fuera de contexto, que van rebajando a medida que no entras en su juego. Ahora ni unos ni otros van a tener ningún ingreso mientras la entrada de turistas al país siga estando cerrada.



En Togo es costumbre que cualquier organización que se precie haga calendarios de pared que regala a sus socios y amigos. Una cooperativa con la que trabajo habitualmente hizo también su preceptivo calendario y le puso unas fotos que hicimos un día que fui a dar una formación sobre hacer compost. Me sentí realmente orgulloso y honrado.



Y como tengo tiempo para reflexionar os cuento lo que pienso sobre la no pandemia ya que esto no es la pandemia. Si, esto no es la pandemia. La pandemia somos nosotros. Todas las medidas tomadas por el gobierno, con más o menos fortuna, son seguramente correctas en el corto plazo. El tomar distancias de unos a otros, las mascarillas, el no apelotonarnos en aceras, calles ni tiendas servirán por el momento.
Pero a medio o largo plazo esto no es una solución. Y es porque no abordamos el problema de fondo, de que la pandemia somos nosotros, no solo por la forma de vida de los que vivimos en países industrializados, sino por nuestro número. Somos demasiados, somos una pandemia y mientras no abordemos esto, nada cambiará ni nada volverá a ser normal. Así que a olvidarse de la nueva normalidad. Lo siento.



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