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sábado, 29 de agosto de 2020

Togo: punto y final

 


Sentado delante del ordenador podría estar en mi casa o en la China, pero la voz monótona del muecín, me recuerda que vuelvo a estar en un país esto hace parte de la normalidad, un país lleno de colores, contrastes, olores y caótico, donde he vuelto para cerrar lo que empecé.

Después de mi llegada he estado confinado en la casa que comparto en Lome, pero solo un día hasta que me han dado el resultado negativo del mini test que me hicieron al llegar.


Mientras espero me paso el día saboreando la hamaca y oyendo el ruido de las olas rompiendo en la costa, a solo unos cuantos metros de la casa (según Google Maps está a 740 metros, pero su estruendo se oye perfectamente, por lo que se entiende que nadie se bañe ahi).


La casa en Lome es compartida con unos amigos que llegan unos días más tarde, pero sin equipaje, que se ha quedado entre Bruselas y Costa de Marfil. Traían varios quesos franceses, de los que tienen bacterias y están vivos y les han dicho que llegaran con el siguiente vuelo en 1 semana.


Como no tengo gran cosa que hacer me voy caminando a la frontera con Ghana, que tiene una verja de alambre apedazada por donde por la noche se cuela la gente sin pasaporte. Aquí no es obligatorio el uso de mascarilla en la calle, solo en espacios cerrados aunque no muchos cumplen la norma. Con solo poco mas de 1000 positivos en el país y 27 muertos, la gente le ha perdido el miedo al corona. Ademas, ellos siempre se han muerto de cualquier cosa y esto del coronavirus les parece como un mal chiste de los blancos.


En Lome disfruto de mi comida favorita en un tugurio bastante popular, el Big Metro, donde ya no tengo que pedir, porque saben que siempre pido lo mismo, Riz au gras.

Y por fin regreso a Kpalimé, donde me alegro de volver a mi casa y encontrar mis cuatro cosas y cacharros viejos, mi jardín y a la gente que conozco. Con el Covid todo es diferente y aquí nada ha cambiado. Como la gente aquí no viaja en avión ni pasan sus vacaciones en Canarias, nada de esto les afecta y lo único que les preocupa es que aun siendo periodo de lluvias no esta cayendo ninguna gota, lo que no les deja sembrar el segundo cultivo del año.

En mi cuarto, por la noche enciendo la luz y el gecko, al que no veía desde hace más de 4 meses, viene corriendo a comerse todos los insectos por fuera de la mosquitera vienen atraídos por la luz. No sé de qué habrá sobrevivido, pero de momento el sustento lo tiene asegurado.

En el matadero hay 3 vacas esperando su suerte, que ya esta echada. A mí siempre me parece que carne poca hay, que todo son piel, huesos y cuernos, pero algo le deben sacar.

 


Como vendí mi moto pensando que no iba a volver, me contento con ir al trabajo en la bicicleta que tengo en casa, lo cual espero me sirva además para reducir el par de kilos que aumente en el confinamiento. Los pinchazos están a la orden del día y no me preocupa encontrar donde arreglarlos, en cualquier lugar a lo largo de la carretera, sino que lo hagan bien y que el arreglo me dure. ¡ Por lo menos hasta final de septiembre en que la bicicleta, mi casa y otra partecita de mi se quedaran para siempre atrás en este paisito.

 

Comprando telas en el mercado


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