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jueves, 9 de junio de 2022

To go (Lomé-Kpalimé)

 

Cuando llueve, lo hace con ganas

Me he levantado esta mañana y he oído que llovía. Es época de lluvia y es lo que toca pero como pensaba coger una moto para ir a la estación de los taxis colectivos que me llevarían a Kpalimé me fastidiaba. Así que me levanté rápido y sin desayunar me fui, antes de que lloviera más fuerte. Y todo eso, para ahorrarme quizás 3 euros y un rato de discusión. Uno que es así. En la parada de taxis, como casi siempre, me tocó el taxi más cutre. Por fuera tenía mal aspecto y por dentro peor. Me pedí los dos asientos de delante y así voy más cómodo, aunque me cuesta el doble. Aquí si pagué casi 5 euros de más con gusto. Una vez en marcha, en la nueva autopista todavía en construcción, pero ya casi terminada a la salida de Lomé, todo iba sobre ruedas. Más adelante empezaron los baches y a sufrir el coche y yo también. De pronto se oyó un ruido metálico como si cayeran unas monedas al asfalto y el chofer aminoró la velocidad, miró por el retrovisor y continuó la marcha. En el primer pueblo que pasamos paró en un taller del que parece ser cliente habitual ya que nos atendieron al momento. Quitaron la rueda delantera y el mecánico se puso a recortar unas gomitas que encajó en los frenos que eran de todo menos nuevos. La operación no duró más de 10 minutos y ya la rueda estaba de nuevo montada gracias a los jóvenes aprendices. A la hora de pagar, el mecánico le pidió tres euros al chofer y este sólo le dio un euro y medio, pero no discutieron mucho, solo un breve cruce de palabras en una lengua que no entiendo y al irnos parecía que seguían siendo amigos.

Dos gomitas y a correr

La carretera, en las partes donde están trabajando y está cortada, se desvía hacia caminos de tierra que cuando llueva de verdad se pondrán impracticables. Por suerte hoy sólo habían sido unas gotas, de esas que se dicen que son para más calor. Cuando vi el Monte Agou, con sus 986 msnm fue para mí la señal de que ya queda muy poco para llegar a Kpalimé. Es la montaña más alta del país, aunque algunos de mis antiguos colegas aseguraban que hacia el norte, las había más altas todavía. Cosas de la magia africana.

El Monte Agou

Los últimos kilómetros la carretera ya es más ancha y está asfaltada recientemente, así que el chofer puso el trasto a todo lo que daba. Aunque en el salpicadero no funcionaba nada yo pensé que debíamos ir a algo más de 100 km/h. Como nadie llevaba cinturón de seguridad yo también me lo quité ya que pensé que si reventaba la rueda y nos salíamos de la carretera no quería ser el único superviviente. Como se puede ver por este escrito, la cosa acabó bien.

Kpalimé

Lo bueno de llegar a un sitio que conoces y donde has vivido es que no tienes que preguntar nada y sabes exactamente adonde quieres ir. Lo primero que he hecho ha sido coger una moto e irme al Hotel Geyser, que tiene una piscina, no muy grande, pero piscina al fin y al cabo. Aunque Kpalimé tiene fama de ser un lugar fresco la temperatura al mediodía es de 30 ºC, un par de grados menos que en Lomé, lo que se agradece, aunque en realidad ni se nota.

He ido caminando hasta mi antiguo lugar de trabajo para así ir saboreando los pequeños cambios que iba viendo a lo largo de la carretera. Como era mediodía el calor apretaba y cuando ya cerca, me senté en un pequeño restaurante a comer algo, lo primero que hice fue beberme una botella de un litro y medio de agua fresca de una tirada. En caso de tener una piedra en el riñón estoy seguro de que se habrá ahogado

El reencuentro con Ruth, mi antigua ayudante, ha sido estupendo. Ver a una mujer que empezó a trabajar conmigo después de haberla seleccionado entre varios candidatos, a la que recomendé para este puesto por sus cualidades cuando me fui y ver como se ha convertido en una mujer que transpira confianza y seguridad, seriedad y buen hacer, me enorgullece. Se lo he dicho; lo mejor no es que yo tuviera razón o que ella esté ganando un sueldo, sino el servicio que está dando a su país y a su gente. Antes de que ella llegara me fui a ver a los chóferes, todos de la época en que yo estaba y aunque sabían que vendría todos han hecho ver que se sorprendían.


Ruth con las tabletas y la tarrina de Chocolate Artesano Isabel, que le llevé para que lo diera 
a probar a las mujeres con las que trabaja (https://chocolatesartesanosisabel.com)

Al volver he querido hacerlo de nuevo andando ya que había caído un buen palo de agua y había refrescado. Pero sólo era una avanzadilla. A mitad de camino ha vuelto a llover de nuevo y me he tenido que refugiar en una tienda hasta que en una pequeña tregua de la lluvia he parado una moto y me he venido al hotel a escribir.

Hay momentos en que siento unas ganas locas de volver y trabajar de nuevo aquí. Después pienso que no, que igual que ellos, creo que aquí no hay futuro ni hay nada que hacer. Mientras sigan existiendo los sistemas desiguales basados en una relación de poder injusta, producto de la descolonización, aquí no hay nada que hacer y es en nuestro país donde hay que batallar para dar a conocer esta realidad y cambiar las cosas.

Por la mañana me fui con Ruth a ver lo que se había construido en una plantación de cacao desde que yo me había ido. Su trabajo consistió, entre otras cosas, en dar seguimiento a la construcción de una unidad de fermentación y varias superficies de secado, en una de las cooperativas que yo había recomendado y siguiendo algunos de los esquemas que yo había dejado. Aunque fue una visita corta me quedó claro el esfuerzo que había sido construir eso en ese lugar y en esas condiciones y ver que habían hecho algunas modificaciones que mejoraban el diseño original.

Unidad de fermentación y camas de secado

Caminando por la carretera me encontré a Tana, mi antiguo guardián y jardinero. Venía en una bici que primero no reconocí. Yo me la había comprado nada más llegar y cuando ya se estropeó un par de veces la deseché y se la regalé. Él la ha arreglado y dice que funciona muy bien.

A Dovi lo conozco hace tiempo y varias veces me había parado a comprarle alguna artesanía. Su nombre significa que es el segundo que nació de un parto gemelo. Ha trabajado siempre como maestro hasta que un derrame cerebral lo dejó paralizado de un lado. Para ayudarse con su exigua paga de jubilado tiene en su casa este puesto de venta de artesanía y siempre me ha vendido las cosas a un precio razonable y yo nunca le he regateado. Hoy me contó la historia del elefante de madera del que siempre estuve enamorado. El nunca ha visto un elefante de verdad, sólo una vez, hace muchos años, cuando mataron un elefante en una zona boscosa y lo cargaron muerto en un camión y lo pasearon por los pueblos donde iba pasando camino de la capital, para que la gente lo viera. Pero volviendo al elefante de madera, me contó que en un bosque cercano se cayó una rama de un enorme árbol. La cortaron en tablones y de un trozo que sobraba, un artista talló el elefante. Luego lo cargaron en un triciclo e hicieron falta 6 hombres para cargarlo y descargarlo. Ahora lo ha comprado un togolés, dueño de un hotel en Lomé, para ponerlo en la entrada y le queda solo otro, más pequeño, que ya lo tiene apalabrado el hotelero. Es un objeto decorativo que no te roban fácilmente.


Los nombres en Togo pueden seguir el santoral o no. Una costumbre arraigada es ponerles a los niños el nombre del día que nacieron.

Dia

Niño

Niña

Lunes

Kodjo o Kouadjo

Adjo o Adjowa

Martes

Komlan

Abla

Miércoles

Kokou o Kouakou

Akou

Jueves

Ayao

Ayawa

Viernes

Koffi

Afi

Sábado

Komi o Kouami o Kouame

Amele

Domingo

Kossi o Kouassi o Kossiwa

Kossiba

 También puede influir el orden de nacimiento: para los niños el primero se llamará Anani, seguido de Anoumou y luego vienen Messan o Mensah. Las niñas serán Dede, la siguiente Kokoe y la tercera sería Mablé.

También hay nombres que vienen de la religión, como Edem que significa “Dios me ha liberado”, Dela que significa “salvador”, Hola que es el “redemptor”. Las niñas también pueden llevar el nombre Hola, y también el nombre Kekeli, que significa “la luz” y Akofa que significa “aquella que alivia“

 

Antes de continuar el viaje hay que coger fuerzas. En este "guachinche" togolés te hacen una tortilla de 1 huevo por 30 céntimos




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