Cuando llueve, lo hace con ganas |
Me he levantado esta mañana y he oído que llovía. Es época de lluvia y es lo que toca pero como pensaba coger una moto para ir a la estación de los taxis colectivos que me llevarían a Kpalimé me fastidiaba. Así que me levanté rápido y sin desayunar me fui, antes de que lloviera más fuerte. Y todo eso, para ahorrarme quizás 3 euros y un rato de discusión. Uno que es así. En la parada de taxis, como casi siempre, me tocó el taxi más cutre. Por fuera tenía mal aspecto y por dentro peor. Me pedí los dos asientos de delante y así voy más cómodo, aunque me cuesta el doble. Aquí si pagué casi 5 euros de más con gusto. Una vez en marcha, en la nueva autopista todavía en construcción, pero ya casi terminada a la salida de Lomé, todo iba sobre ruedas. Más adelante empezaron los baches y a sufrir el coche y yo también. De pronto se oyó un ruido metálico como si cayeran unas monedas al asfalto y el chofer aminoró la velocidad, miró por el retrovisor y continuó la marcha. En el primer pueblo que pasamos paró en un taller del que parece ser cliente habitual ya que nos atendieron al momento. Quitaron la rueda delantera y el mecánico se puso a recortar unas gomitas que encajó en los frenos que eran de todo menos nuevos. La operación no duró más de 10 minutos y ya la rueda estaba de nuevo montada gracias a los jóvenes aprendices. A la hora de pagar, el mecánico le pidió tres euros al chofer y este sólo le dio un euro y medio, pero no discutieron mucho, solo un breve cruce de palabras en una lengua que no entiendo y al irnos parecía que seguían siendo amigos.
Dos gomitas y a correr |
La carretera, en las partes donde están trabajando y está
cortada, se desvía hacia caminos de tierra que cuando llueva de verdad se
pondrán impracticables. Por suerte hoy sólo habían sido unas gotas, de esas que
se dicen que son para más calor. Cuando vi el Monte Agou, con sus 986 msnm fue para
mí la señal de que ya queda muy poco para llegar a Kpalimé. Es la montaña más alta
del país, aunque algunos de mis antiguos colegas aseguraban que hacia el norte,
las había más altas todavía. Cosas de la magia africana.
El Monte Agou |
Los últimos kilómetros la carretera ya es más ancha y está asfaltada recientemente, así que el chofer puso el trasto a todo lo que daba. Aunque en el salpicadero no funcionaba nada yo pensé que debíamos ir a algo más de 100 km/h. Como nadie llevaba cinturón de seguridad yo también me lo quité ya que pensé que si reventaba la rueda y nos salíamos de la carretera no quería ser el único superviviente. Como se puede ver por este escrito, la cosa acabó bien.
Kpalimé
Lo bueno de llegar a un sitio que conoces y donde has vivido
es que no tienes que preguntar nada y sabes exactamente adonde quieres ir. Lo
primero que he hecho ha sido coger una moto e irme al Hotel Geyser, que tiene
una piscina, no muy grande, pero piscina al fin y al cabo. Aunque Kpalimé tiene
fama de ser un lugar fresco la temperatura al mediodía es de 30 ºC, un par de grados
menos que en Lomé, lo que se agradece, aunque en realidad ni se nota.
He ido caminando hasta mi antiguo lugar de trabajo para así
ir saboreando los pequeños cambios que iba viendo a lo largo de la carretera.
Como era mediodía el calor apretaba y cuando ya cerca, me senté en un pequeño
restaurante a comer algo, lo primero que hice fue beberme una botella de un
litro y medio de agua fresca de una tirada. En caso de tener una piedra en el riñón
estoy seguro de que se habrá ahogado
El reencuentro con Ruth, mi antigua ayudante, ha sido
estupendo. Ver a una mujer que empezó a trabajar conmigo después de haberla
seleccionado entre varios candidatos, a la que recomendé para este puesto por
sus cualidades cuando me fui y ver como se ha convertido en una mujer que
transpira confianza y seguridad, seriedad y buen hacer, me enorgullece. Se lo
he dicho; lo mejor no es que yo tuviera razón o que ella esté ganando un
sueldo, sino el servicio que está dando a su país y a su gente. Antes de que
ella llegara me fui a ver a los chóferes, todos de la época en que yo estaba y
aunque sabían que vendría todos han hecho ver que se sorprendían.
Ruth con las tabletas y la tarrina de Chocolate Artesano Isabel, que le llevé para que lo diera |
Hay momentos en que siento unas ganas locas de volver y
trabajar de nuevo aquí. Después pienso que no, que igual que ellos, creo que
aquí no hay futuro ni hay nada que hacer. Mientras sigan existiendo los
sistemas desiguales basados en una relación de poder injusta, producto de la
descolonización, aquí no hay nada que hacer y es en nuestro país donde hay que
batallar para dar a conocer esta realidad y cambiar las cosas.
Por la mañana me fui con Ruth a ver lo que se había
construido en una plantación de cacao desde que yo me había ido. Su trabajo
consistió, entre otras cosas, en dar seguimiento a la construcción de una
unidad de fermentación y varias superficies de secado, en una de las
cooperativas que yo había recomendado y siguiendo algunos de los esquemas que
yo había dejado. Aunque fue una visita corta me quedó claro el esfuerzo que
había sido construir eso en ese lugar y en esas condiciones y ver que habían
hecho algunas modificaciones que mejoraban el diseño original.
Unidad de fermentación y camas de secado |
Caminando por la carretera me encontré a Tana, mi antiguo guardián y jardinero. Venía en una bici que primero no reconocí. Yo me la había comprado nada más llegar y cuando ya se estropeó un par de veces la deseché y se la regalé. Él la ha arreglado y dice que funciona muy bien.
A Dovi lo conozco hace tiempo y varias veces me había parado
a comprarle alguna artesanía. Su nombre significa que es el segundo que nació de
un parto gemelo. Ha trabajado siempre como maestro hasta que un derrame
cerebral lo dejó paralizado de un lado. Para ayudarse con su exigua paga de
jubilado tiene en su casa este puesto de venta de artesanía y siempre me ha
vendido las cosas a un precio razonable y yo nunca le he regateado. Hoy me
contó la historia del elefante de madera del que siempre estuve enamorado. El
nunca ha visto un elefante de verdad, sólo una vez, hace muchos años, cuando mataron
un elefante en una zona boscosa y lo cargaron muerto en un camión y lo pasearon
por los pueblos donde iba pasando camino de la capital, para que la gente lo
viera. Pero volviendo al elefante de madera, me contó que en un bosque cercano
se cayó una rama de un enorme árbol. La cortaron en tablones y de un trozo que
sobraba, un artista talló el elefante. Luego lo cargaron en un triciclo e
hicieron falta 6 hombres para cargarlo y descargarlo. Ahora lo ha comprado un
togolés, dueño de un hotel en Lomé, para ponerlo en la entrada y le queda solo
otro, más pequeño, que ya lo tiene apalabrado el hotelero. Es un objeto
decorativo que no te roban fácilmente.
Los nombres en Togo pueden seguir el santoral o no. Una costumbre arraigada es ponerles a los niños el nombre del día que nacieron.
Dia |
Niño |
Niña |
Lunes |
Kodjo o
Kouadjo |
Adjo o Adjowa |
Martes |
Komlan |
Abla |
Miércoles |
Kokou o
Kouakou |
Akou |
Jueves |
Ayao |
Ayawa |
Viernes |
Koffi |
Afi |
Sábado |
Komi o Kouami
o Kouame |
Amele |
Domingo |
Kossi o Kouassi o Kossiwa |
Kossiba |
También hay nombres que vienen de la religión, como Edem que
significa “Dios me ha liberado”, Dela que significa “salvador”, Hola que es el “redemptor”.
Las niñas también pueden llevar el nombre Hola, y también el nombre Kekeli, que
significa “la luz” y Akofa que significa “aquella que alivia“
Antes de continuar el viaje hay que coger fuerzas. En este "guachinche" togolés te hacen una tortilla de 1 huevo por 30 céntimos
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