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sábado, 14 de abril de 2018

Happy Khmer new year



El ano del perro

Estamos en el año 2562 según el calendario budista, hace poco celebré el 2018 nuestro y aquí el mes pasado fue el año 4715 de los chinos, y es que los camboyanos se apuntan a cualquier fiesta, ya que con su mezcla de culturas son un poco de todo, además de hacerles la fiesta a los turistas que vienen.

Con tanto descontrol de fechas realmente me siento en el futuro, así que miro para atrás y me pregunto qué hago aquí, mientras que en el normal ejercicio de coherencia que me caracteriza y de donde dije digo, digo Diego, estoy empezando a tramitar ya mi renovación de contrato para más allá de agosto de este año …. (ya no me atrevo a poner ningún número).

Pienso en lo de la coherencia y me digo que será que me hago mayor, lo que me recuerda a Ermengol, quien siempre me decía que cuando me levantara temprano, es que me habría hecho mayor. Pues efectivamente, así es.

Todo esto lo he decidido y pensado en las últimas dos semanas, después de regresar de mi corto viaje, primero a Catalunya, donde me emborraché de catalán y comida, y luego a Tenerife, con toda la cantidad de amigxs y la fiesta en la playa de Bajamar.


Nada más regresar a Camboya, me instalé en el apartamento que he alquilado en Siem Reap, con suelo de madera y piscina, dos cosas que me encantan. También he recuperado mi bicicleta china rojita, que dejé aparcada en Siem Reap y con la que vuelvo a salir todos los fines de semana a dar vueltas, a comprar, a ver el campo y también a la oficina cuando estoy aquí. Es verdad que es peligroso con la forma de conducir de aquí, pero intento alejarme del centro donde el tráfico es menos denso. También debo reconocer que, aunque me queje, la forma caótica de conducir de aquí tiene su encanto en el riesgo y que de alguna manera me atrae.

En Serei Sisophon, donde ahora trabajo 4 días a la semana y duermo tres noches, también me he cambiado de casa, de la mansión que tenía a un pequeño apartamento, donde la otra noche me visitó un geko que con sus sonidos estridentes no me dejaba dormir.

Siem Reap, donde duermo las otras 4 noches y paso el fin de semana, además de trabajar un día, normalmente los lunes en la oficina que tenemos aquí, tampoco es que sea una gran maravilla, pero me permite vivir en el anonimato que me gusta, ir a comprar al supermercado y escoger productos de mejor calidad que en el mercado normal, con los precios puestos y con algunos productos de Europa, aunque caros. Hoy quise comprar queso manchego y un taco de 150 gramos estaba a 5 euros. Me pareció algo abusivo. Lo compraré mañana. Y así es en los negocios de aquí, que florecen y aparecen por cualquier sitio de una semana a la otra, en un dinamismo difícil de entender en nuestro país. El análisis casero que hacíamos con un colega alemán es que los precios, aunque baratos, permiten obtener al dueño grandes beneficios ya que los salarios son mucho más bajos. Por ejemplo, mientras una comida sencilla puede costar unos 2 euros (o sea unas 4 veces menos que una comida de ese tipo en España), el cocinero recibe un salario de unos 70 euros, o sea al menos 10 veces menos que allá. Efectos colateralesUno de mis cometidos aquí es hacer la agricultura más sostenible. Por eso hemos empezado a fomentar con los agricultores de yuca, el plantar abonos verdes, como la Crotolaria, y un par de agricultores ya la han sembrado. Estas plantas deben incorporarse al suelo cuando empiezan a florecer, para que dejen todo el nitrógeno que han fijado. Si florecen, vuelven a consumir nitrógeno, y entonces pierden parte de su valor como abonado. Pero a la gente de aquí les encantan las flores, así que a un agricultor que ha plantado un gran campo, se le presentan vecinos del pueblo que se quieren hacer fotos entre las flores amarillas y les ha empezado a cobrar por cada foto 500 KHR, que son unos 10 céntimos de euro. La consecuencia es que no incorpora las plantas florecidas porque tiene clientela (hemos calculado que se han hecho unas 600 fotos en su campo) pero a cambio e ha ganado unos 60 euros, que son un 10% de sus costes de producción del siguiente cultivo. Ahora nos está pidiendo plantas de otros colores. Lo dicho, efectos colaterales e inesperados. 
 

 Hace unos días fui a un pueblo a unos 50 km de donde vivo. A la vuelta vimos como ponían tierra sobre un montón de sangre que había en la carretera y unos monjes empezaban sus plegarias. Otro muerto. Poco después vimos que había chocado un motocultor con una moto. Y al rato, un motorista, paró en el arcén y se cayó, ya que estaba completamente borracho, a las 12 del mediodía. Unos días más tarde moría cerca de este mismo lugar uno de los técnicos del gobierno con el que yo más trabajaba. Esto, para contrarrestar lo de la atracción del riesgo. 
Me sigue alucinando los medios de trasnporte 


                              Próximo destino: Islas del sur de Camboya y Myanmar

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