Después de estas
últimas semanas, con fotos de viajes del pasado vuelvo al presente. Y es que, en
este último viaje, sin casi darme cuenta, me he hecho mayor. No siempre he sido
así. Incluso recuerdo haber sido pequeño y querer ser un ratón.
En la adolescencia
no sabía qué hacer, hasta que por fin descubrí que lo que me gustaba era el
campo y el viajar. A eso me he dedicado desde entonces, desde mis primeros
viajes a Alemania, luego en bicicleta por Europa y el norte de África, más tarde Tenerife,
luego Nicaragua y muchos más países, hasta ahora que estoy en Camboya, y ya buscando nuevo
destino. Y en eso se me ha pasado el tiempo, sin darme cuenta, viajando y
dedicándome a los temas agrícolas. Para hacer de mi 60 cumpleaños algo especial
me he ido a Hong Kong, por lo de viajar y seguir añadiendo otra isla y otro
país a mí ya larga lista. Aquí de agricultura he visto poco, pero de ello ya tengo
suficiente en Camboya.
También me fui a
Hong Kong por envidia. Nunca me ha gustado que nadie me diga que ha estado en
un sitio que yo no conozca. Hace poco mi sobrina Marta me contó de nuevo que
había estado en Hong Kong hace algún tiempo. Ya me lo había contado y yo lo
había dejado pasar, pero esta vez me lo apunté, y en cuanto me puse a pensar
donde quería pasar mi cumpleaños no tuve que pensar mucho, la envidia me ayudó.
Lo que más me
impresionó de la ciudad no fueron los rascacielos, sino las filipinas. Ya mi
amigo Jorge me había contado que una gran parte de las asistentas de la gente
de dinero de Hong Kong son mujeres filipinas. Yo pensé que sólo serían unas cuantas
y el domingo me fui a pasear por la zona donde había leído que se juntan por
ser su día libre. Y no eran unas cuantas, sino miles, ocupando cada rincón
donde había algo de sombra. Como viven en la casa donde trabajan, en la mayoría
de los casos en habitaciones minúsculas o en el cuarto de lavar, en su día
libre, al no tener ningún lugar propio, se juntan en grupos y buscan espacios
libres, debajo de puentes, escaleras, en los bajos de bancos, en calles
peatonales, en cualquier lugar donde con unos parapetos que se hacen con cajas
de cartón, les permita pasar el día hasta que puedan volver a la vivienda donde
trabajan.
Se traen
comida, juegan a las cartas, se peinan y pintan entre ellas para estar guapas
cuando hablen por WhatsApp con sus novios y familias, luego ensayan pasos de
baile en grupo frente a una pequeña tele, en fin, todo lo que se pueda hacer a
lo largo de un aburrido día de domingo. En Navidades, cuando la gente de Hong
Kong que están desperdigados por el mundo vuelven a su casa, con su familia,
cualquier espacio se necesita en la vivienda y entonces las empleadas, las que
no pueden permitirse el lujo de irse también a su país de vacaciones, tienen
incluso que dormir en esos días en la calle, en sus casitas de cartón.
De Hong
Kong disfrute muchas cosas, los paseos interminables por la ciudad, los viajes
en tranvía y en barco, el colorido de las tiendas y sus calles. Los 3 primeros
días me quedé en la habitación más pequeña en la que jamás he dormido, en un
edificio que daba un poco de miedo (Chungking Mansions), pero del que había
leído en un par de libros y en el que también se ha rodado una película. El edificio está lleno de pasadizos, restaurantes en los pasillos, gente vendiendo y ofreciendo toda
clase de mercancías, robada o no, prostitutas subiendo y bajando a las habitaciones. En todo caso lo disfruté porque prefiero los lugares sórdidos a los de lujo. Los dos
últimos días me alquilé un apartamento en la propia isla de Hong Kong, y era
tan bonito que daba ganas de quedarse más tiempo. Y es que lo bonito también me gusta.
Vi una manifestación (de amarillo) y al mismo tiempo una contramanifestación (de verde). Pero no me enteré de nada, ni de lo
que decían unos ni lo que querían los otros.
A todos lo que en
estos días me han felicitado, gracias, y si he sido algo parco en las
respuestas, es porque me puse algo fuera de cobertura en esos días. No es que
en Hong Kong no hubiera, que más bien sobraba, sino de cobertura interior. En
Camboya ahora toca celebrarlo a la vuelta con los/as colegas del trabajo, tal
como hice en el Wanch, un histórico de la música en vivo de la isla.
En Hong Kong los espacios son tan reducidos que incluso los árboles tienen que ingeniárselas para crecer hasta en los muros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario