Mural artístico en Plateau |
Il n’y a pas de monnaie (ilneyá pademoné)
Ya escribí sobre esto hace algún tiempo,
pero no me puedo resistir a volver a hacerlo, sobre todo porque va formar parte
de la cantinela de cada día. El chico que atiende en el hotel donde me alojo me
decía que la falta de moneda es la verdadera plaga de su país por todo el
problema que crea estar todo el rato buscando cambio. Pero luego me seguía
contando que Orange, la compañía que lidera la telefonía móvil en el país, ha
endurecido las condiciones de sus tarifas y ha bajado la calidad de los mismos.
Pues ya tenemos dos plagas.
Nada más empezar el día ya me veo
confrontado con la falta de moné, o sea de moneda fraccionaria para dar cambio.
Les quiero proponer que hagan como antiguamente en América y que utilicen las habas
de cacao como moneda de cambio, pero lo dejo estar. Para entendernos, moneda
aquí se considera cualquier billete o moneda que sea menor a 10000 FCFA (15
euros) que es el billete de mayor denominación. Luego los hay de 5 mil, 2 y 1
mil y de quinientos. A partir de ahí vienen las monedas de 500, 200, 100, 50,
25 y 10. Pues todo eso es moné.
Un ejemplo lo tuve cuando fui a
una tienda de chocolates que vi de casualidad y entré a ver el surtido que
tenían. Cuando por fin me decidí a comprar una tableta, que valía 2500 FCFA (4
€) le dí un billete de 10 mil alegrándome prematuramente del cambio que me iba
dar. La dependienta me dijo que no tenía cambio y no hubo manera, me tuve que guardar
mi billete y ella se quedó con su chocolate.
El cacao se va de Costa de Marfil para volver en forma de chocolate dejando la ganancia en Europa
Viaje
Preparar un viaje a países no
habituales conlleva varios pasos como comprar el billete (en algunos casos
imprescindible para poder pedir el visado) con suficiente antelación para que
no salga demasiado caro, por lo tanto decidir cuanto tiempo se va a estar, lo
que es difícil de calcular a priori (que voy a hacer, adonde voy a ir, añado o
quito días) reservar un hotel al menos para las primeras noches (también necesario
para el visado), pedir el visado, estudiarse la guía de viajes del país, contratar
un seguro que cubra cualquier contingencia, poner al día la cartilla de
vacunas, preparar todos los documentos que te van a pedir a la llegada y
esperar que todo salga bien y no te pierdan la maleta en el vuelo. En el mes
que estuve preparando el viaje tiré de los contactos que he ido haciendo a lo
largo de mi vida y que están dispersos por varios lugares del mundo, por lo que
conseguí algunas citas con organizaciones de cooperación. Aquí no cuento con
infraestructura, básicamente un vehículo que es el bien más preciado. Pero todo
y así no me quejo de los contactos que he conseguido a través de diversas
fuentes, especialmente de los que me dieron en Casa de África, en Las Palmas de
Gran Canaria, y que me dieron el empujón definitivo para montar un programa de
visitas en serio.
Esta es mi tercer viaje a Costa
de Marfil, adonde vine en 1996, y donde tuve la ocasión de recorrer buena parte
del país buscando productos ecológicos en una consultoría que hice para la
cooperación alemana. Hace 4 años también estuve, pero sólo unos pocos días en
una conferencia de países africanos sobre el cacao.
Así que es como si viniera por
primera vez ya que del primer viaje hasta ahora ha pasado el suficiente tiempo
para que mucho haya cambiado, aunque posiblemente en las zonas rurales no sea
así. Esa primera vez también vine por París, igual que ahora, así que en esto sigue
igual. En el vuelo, cuando ya llevaba 10 horas de viaje, se veía en el monitor
del avión que pasábamos a la altura de las islas Canarias. Me descojono yo de
la famosa tricontinentalidad de Canarias. Salí a las 6 de la mañana de mi casa
y a las 10 de la noche me caía frito en la cama del hotel en un viaje que si
hubiera vuelo desde Tenerife apenas llevaría unas 3 horas para recorrer los
3000 km que los separan. Así que, aunque me guste viajar, reconozco que además
de cansado a veces es agotador.
Después de horas de viaje volvía casi al punto de salida |
Abidjan
La capital económica del país, Abidjan, me
pareció muy moderna en 1996. Ahora lo sigue siendo, aunque la crisis del cacao
en los años 90 y la guerra interna en 2010 se hace notar. Es una ciudad ingrata,
donde sin coche no eres nadie. Todo está lejos y no hay ningún centro donde
pasear y poder mirar escaparates. Ir a pie a largas distancias al mediodía, a
los 35 grados con los que el país me recibió es para pensárselo. Me gusta el calor,
pero tampoco hay que abusar.
En el hotel, después de cambiar
dinero, comprarme una tarjeta de teléfono y subirme la aplicación Yango, para
pedir un taxi, tipo Uber, hice mi primer viaje con esta aplicación a la
embajada donde me encontré con la secretaria del embajador, que es una mujerona
más alta que yo, muy amable y que me ha echado una mano con contactos en el
país. Como allí también está el responsable del instituto Cervantes, les regalé
dos de mis libros de Agroecología que traje para eso. Después me dediqué a concertar
y confirmar varias citas para la siguiente semana, con el inconveniente que dos
días de la semana son fiesta por el Ramadán, por lo que algunas citas quedan en
veremos.
Muchos negocios y edificios que a raíz de la guerra fueron abandonados, se están restaurando. Edificio La Pirámide en Plateua
En el primer fin de semana hice
una excursión guiada por el Plateau con una mujer local recomendada en la guía
francesa Petit Futé. Aunque el precio acordado era casi el triple del que pone
en la guía, acepté pensando que valdría la pena. Después de 1 hora y media de
decir cosas obvias, le pagué y me fui pensando que había tirado el dinero.
Menos mal que un poco más tarde había quedado con Michelle, una profesora de
español, pero que ahora ejerce de sicóloga, que ha escrito varios libros
infantiles, entre ellos dos sobre el cacao que me regaló. Además me proporciona
el contacto de una amiga suya que trabaja para una gran compañía cacaotera y
dice que me mandará más contactos. Y además hablando en español. Así da gusto.
En los primeros días, como es fin
de semana y ya no tengo nada que hacer, practico mi deporte favorito que es ir
andando a todos los sitios, lo cual aquí no es fácil ya que la ciudad se ha
hecho para los coches y los blancos no caminan. Además, llegar con la camisa
completamente sudada a cualquier lugar no está nada bien visto. La población
local lo tiene muy claro; si eres pobre, caminas. Eso hace que incluso para
hacer trayectos cortos de 200 m cojan un coche, así sea un taxi, con el que se
puede perder más tiempo negociando el precio que lo que se tardaría en caminar,
pero es una cuestión de prestigio. Ya lo he visto en países centroamericanos
como Nicaragua, donde no importa el poco dinero que se tenga, pero si hay para
un taxi, se coge.
Abidjan además es una ciudad
enorme, también en contrastes. Al lado de apartamentos de lujo puede haber
chabolas, en un mundo donde convive lo tradicional con lo ultramoderno, de
gente vestida con ropa colorida africana a otros con trajes de Armani, aunque
éstos difíciles de ver en sus coches SUV, mientras los wôrô-wôrô (pequeños taxis
destartalados con hasta 6 pasajeros) y los Gbaka (minibús de transporte
colectivo) que circulan atestados saltándose todas las normas de circulación. Las calles son anchas, bastante, pero no hay
aceras. Si las hay, entonces están copadas por los grandes cochazos lo que te
obliga a caminar por la calle, por un ladito, compartiendo con alguna
bicicleta, con motos o con alguien tirando de un carrito. Para desplazarte
tienes que contar con los atascos que pueden convertir una ruta de 5 minutos en
1 hora de coche, lo que ellos llaman un bouchon, un tapón, que se
produce en varios puntos clave, acentuado porque en algunas partes, los coches con
prisa se pasan al carril contrario y se forman unos líos tremendos.
Vista desde el avión de Plateau y los puentes que la unen a Treichville y Marcory
Ir en pantalón corto tampoco está
bien visto ya que ni las clases pobres lo llevan. En cambio, si puedes ver a
tipos trajeados, con corbata, camisa blanca y zapatos de vestir, pero sin
calcetines. El mundo al revés. Los hombres sobre todo han adoptado el vestir
occidental, a pesar del calor y lo incómodo, camisa blanca, corbata y
americana. Las mujeres suelen ir más a la africana. En el weekend, viernes, se
permite una ropa más casual. También me comentan que Abidjan se está
convirtiendo en una de las ciudades más caras y exclusivas de la costa oeste de
África, con locales y edificios destinados a las elites.
Parc du Banco, cercano a Abidjan y el pulmón y reserva de agua de la ciudad. Visitable a pie
Yo de momento voy haciendo según
vea, camino cuando es cerca, lo que para mí pueden ser hasta 3 km, pero debo
reconocer que después de unos días en la capital, el tráfico y el calor me han
ido ganando y ahora, en distancias de más de 500 m donde haya que caminar por calles
sin ni siquiera arcén, pues prefiero llamar un Yango, que funcionan muy bien. Nunca
he tenido que esperar más de 5 minutos, los coches suelen estar bien, los
conductores también, te cobran lo que marca la aplicación, que es muy barata
como por ejemplo ir de Cocody a Plateau que son 15 km, con embotellamientos en
varios tramos y que nos tomó 45 minutos, por 2700 FCA (4 euros). Lo único es
que como no tienen cambio, les acabas redondeando el precio en este caso a 3000
FCFA.
Próximo: A la búsqueda del cacao, en Grand Bassam y Man, dos extremos del país.
Experiencias exitosas de chocolate producido en el país |
Qué envidia!
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