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Atardecer en el río Paraná (Encarnación) |
Por una vez, y sin que sirva de precedente, he decidido ir a dos países que no tienen mar, Paraguay y Bolivia, pero que tienen inmensos ríos, lagos y lagunas.
De vuelta desde Ciudad del Este a la capital Asunción, esta vez me quedo en un hotel de españoles venidos a menos (tanto ellos como el hotel, con el pomposo nombre de Leones de Castilla) relativamente cerca de la terminal de buses ya que al día siguiente sigo viaje temprano. Me doy una vuelta por los alrededores y es una zona más moderna que donde me quedé la otra vez en el centro histórico. Hay tiendas y shopping mall’s de lujo, casas impresionantes y me llama la atención que aquí no hay policías en las esquinas. No lo entiendo, porque si hay algo que robar debe ser aquí. Estos ladrones no hay quien los entienda.
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Policías esperando que les asignen una esquina |
Fui a ver si encontraba una tienda de zapatos, pero nada más ver las tiendas por fuera ya vi que no valía la pena entrar. Busco unas sandalias porque las que me traje esperaba que aguantaran el viaje, pero se están deteriorando a ojos vista. Ya han estado conmigo en varios países, entre ellos en Madagascar donde una, la de la derecha, sufrió una operación a corazón abierto y les tengo cariño, como a todo eso que te acompaña durante mucho tiempo y te sabe mal tirar. Pues bien, en Paraguay lo de las sandalias no se lleva, aquí casi todo son zapatos cerrados. Así que vamos a ver si consigo que aguanten hasta Bolivia, que me da que allí si habrá. A saber ¡!
La zona donde me quedo está cerca del lugar donde el 17 de septiembre de 1980 fue ajusticiado por el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) de Argentina, el dictador nicaragüense Anastasio Somoza, que había huido de Nicaragua tras la Revolución Sandinista del 19 de julio de 1979 y se había refugiado en el país de su amigo dictador Stroessner. Y es que dos dictadores en un mismo país no se puede permitir (https://www.abc.com.py/nacionales/2024/09/17/somoza-fue-asesinado-hace-44-anos-en-asuncion-esta-es-la-historia/).
Me gustaría poner que los paraguayos/as son simpáticos, pero me cuesta definir como son. Yo diría que correctos, poco expresivos, te contestan si les hablas y poco más. En realidad, mis conversaciones son con camareros, taxistas, recepcionistas de hotel y algún despistado que me encuentro por ahí. En los buses no he hablado con nadie, la gente va en su mundo y un tipo con sandalias no parece interesarles demasiado. Además, hablan muy rápido, empiezan las frases a toda velocidad y si no pillas el principio tienes que hacerles repetir. Cuando hablan guaraní, un idioma que parece que consta de palabras muy cortas, onomatopéyicas, ya no entiendo nada, aunque a veces le ponen una palabra en castellano aquí y allá. Cuando salen en grupo entonces se les ve más relajados y alegres, sobre todo con un par de cervezas. Algunos me han preguntado si soy argentino o uruguayo, ya me dirás de qué ¡!
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Trancón en Ciudad del Este |
Paso por una calle donde veo una casa con un rótulo de Taiwán. Busco en internet y veo que Paraguay es el único país latinoamericano que reconoce a Taiwán como país y uno de los sólo doce países en todo el mundo que lo hacen. Cosas curiosas.
Otra cosa que me llama la atención es que la gente que parece de una mejor clase habla como los ticos, como si tuvieran un chicle en la boca, de una forma afectada y con un acento como americanizado. No he tenido ocasión de preguntar a que se debe eso.
De nuevo estoy en movimiento, me voy hacia Concepción, una ciudad que era mi objetivo desde que empecé a leer sobre Paraguay. Antes de llegar se pasa por Pozo Colorado, un pueblo sobre la ruta Transchaco, que finalmente no me he atrevido a hacer en su totalidad hacia Bolivia. Son muchas horas de bus para llegar hasta la frontera con Bolivia y luego del otro lado hasta Santa Cruz de la Sierra, sin saber el estado de la carretera ni si estará abierto el puesto fronterizo.
Pero por lo menos hago este primer tramo, y me pego todo el viaje (8
horas) con la nariz pegada a la ventana, viendo la vegetación de millones de
palmeras Caranday (Copernica alba), algunos pájaros que se empiezan a ver y las
casitas y estancias que son como salpicaduras en este terreno desolado. Este es el camino hacia el pantanal, que es
el mayor humedal tropical del
mundo, al que se puede llegar viajando por el río Paraguay hacia el norte, otro
viaje con el que me quedo con las ganas.
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Foto tomada desde el bus de la entrada a una estancia |
Concepción también es la puerta a la zona inhóspita del Chaco. Está a la orilla del río Paraguay y desde aquí se puede ir, si se encuentra algún barco, hacia Bolivia o Brasil. Ya el mítico barco Aquidabán, que tenía días regulares de salida, hace un par de años que dejó de funcionar y por lo que he averiguado no hay otro que lo sustituya. Hay que estar atento en el puerto y preguntar. El barco que estaba ahí cuando llegué, al que primero tomé por un pesquero, resulta que es de carga y de pasajeros y parece que salía el lunes a las 5 de la tarde hacia el norte (lo pregunté el domingo temprano por la mañana), aunque eso nunca se sabe.
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Barco de carga y pasajeros |
Ante tanta incertidumbre, me decido a dar una vuelta en una lanchita por el río Paraguay, hasta una isla que está enfrente, de donde es Juan, el lanchero que me lleva y que me dice que, a sus 62 años, toda su vida se la ha pasado transportando pasajeros de un lado a otro, antes a remo, y ahora ya más cómodamente con un pequeño motor.
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Paseando en barca por el río Paraguay |
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Casona de principios del siglo pasado en Concepción |
Finalmente viendo que en este país no había muchos más lugares que visitar sin que eso significara interminables horas de desplazamientos y sin saber cómo llegar a los sitios interesantes, o lo costoso que es en tiempo y dinero, he decidido adelantar al 23 de mayo mi vuelo a Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, con ganas ya de ir a la parte del Amazonas, esperando que todo sea más accesible, así que empiezo a leer noticias de este país y veo que hay movilizaciones campesinas a favor de la candidatura de Evo Morales (lo que significa cortes de carreteras y protestas) y que la situación económica es complicada con una moneda fluctuante, por lo que aprovecho para hacer acopio de dólares.
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Finca de turismo rural El Roble |
En Concepción, me decido a pasar un par de días en la Granja el Roble,
propiedad de un alemán, Peter, casado con una mujer paraguaya, que tienen una
serie de cabañas de estilo turismo rural y varios estanques para la cría de
tilapias. Aprovecho las horas de la mañana para hacerme una caminata hacia el
río Ypané, que no resultó muy espectacular, sobre todo porque el camino estaba
embarrado por la lluvia del día anterior.
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Peter y sus trabajadores cogiendo las tilapias de uno de los estanques |
Cuando regreso hablo con Peter, el dueño de la finca, quien compró el terreno hace 35 años y que en muchas cosas es el típico expatriado con una visión muy particular del mundo. Pero por suerte evitamos los temas más espinosos en los que seguramente no estaríamos de acuerdo y acabamos hablando de viajes, de libros y de agricultura, en los que no hay posibilidad de discutir cuando a alguien le apasionan estos temas. Nos pasamos varias horas charlando lo que me deja un buen sabor de esta estancia.
Además los trabajadores de la granja me invitan a tomar tereré con ellos, un té frío muy rico, refrescante aunque lo de chupar todos de la misma pajita es lo que menos gracia me hace, pero así es la vida.
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Puente sobre el río Ypané |
Sólo de pensar en el regreso a Asunción, 9 horas en bus (cómodo, eso sí y con aire acondicionado) para hacer 400 kilómetros, esta vez por otra ruta, se me ponen los pelos de punta. Pero la Transchaco es muchísimo más dura, con una buena parte sin asfaltar y posibilidades de quedarse tirado por avería en el trayecto.
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Esta es la idea que hay aquí de la iglesia, enseñando a los indígenas y aniquilando su cultura y creencias (Belén, al lado de Concepción) |
En mi último día en Asunción está lloviendo, con lo que me dan más ganas de irme, pero eso no quiere decir que cuando llegue a Bolivia no llueva también, con lo que volverán a darme ganas de irme y así en un bucle sin fin, hasta que deje de llover.
Siguiente etapa: Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)
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