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sábado, 2 de diciembre de 2017

BANDA – SULAWESI


Después de un viaje algo aburrido duermo en Ambon en el homestay de Michael, al lado del aeropuerto. Por la mañana me consigue una moto con chofer que me lleva hasta el puerto de Tulehu para embarcarme hacia las islas Banda. Son unos 40 km montado en una vespino con la maleta y un indonesio conduciendo a toda leche. Como a la misma hora sale también el barco para la isla de Saparua, donde hacía tiempo que quería ir, en algo poco típico para mí, cambio de planes y me voy a esta isla. Me viene bien estar un par de días tranquilo para recuperarme del golpazo aunque al final me acabo yendo a pasar el día con unos franceses a una isla desierta, Molana, que está genial con un coral magnífico y miles de peces. Al día siguiente me alquilo una moto y doy la vuelta a la isla. Aunque la isla es bonita casi no tiene infraestructura por lo que se hace difícil moverse por ella. Un paraíso todavía por ser descubierto!!
Descubriendo Saparua en moto
Por la mañana veo en el hotel las noticias en la tele y aunque no entiendo nada de indonesio, no dejan de repetir Catalonia y Puigdemont. Ahora, algunos indonesios cuando les digo que soy de Barcelona ya no sólo me hablan de fútbol sino también del intento de independencia.
A la vuelta de la isla, como llego otra vez al puerto donde sólo dos días a la semana sale un barco para las islas Banda, esta vez, también en el último momento, me decido a ir y consigo llegar a Pulau Hatta ya por la tarde. Allí me alojo en la misma cabaña que la otra vez, donde el pescador Supri, quien cuando se toma un par de cervezas, o incluso sin, trae su guitarra y se pone a cantar, lo que convierte mi cabaña en el centro de reunión de esta parte de la isla.
Supri amenizando
En mi primera inmersión en la isla, un trigger fish me ataca traicioneramente por la espalda y me muerde en el tobillo. Como llevo unos escarpines de neopreno no me hace herida aunque me deja marcados los dientes. Durante los siguientes 2-3 días estas bestias me intentarán morder varias veces hasta que consigo dominar a que profundidades se mueven y por donde nadar. Todo y así, casi consiguen amargarme al tener que estar siempre mirando para atrás por si no has visto a alguno. Quizás una solución sea adaptar un retrovisor a las gafas de buceo. A pesar de ello, me lo paso tan bien en el agua que en algún momento pienso que en mi vida anterior debí ser al menos un pulpo o similar.
La bestia
Aunque mi idea al venir a las islas Banda era bucear con botella para ver tiburones martillo, al final decido que no lo voy a hacer. Después de oír a los otros buceadores no me apetece estar una hora en el azul, esperando para ver un par de tiburones martillo durante un par de minutos.
En esta isla me encuentro al fin con un par de españoles y nos tomamos unas cervezas juntos. Cuando salen de mi cabaña, que está a 1 metro sobre el suelo, como los escalones son desiguales en altura, los dos se caen aunque por la poca altura y por ser el suelo de arena no se hacen daño. La chica queda con la cara emplastada en la arena.  Nos descojonamos de la risa, ellos también, e intentamos averiguar si la caída fue por los escalone so por las cervezas. Por la noche, solo en la cama, no puedo parar de reírme.
Al día siguiente por la mañana, una gringa de California con la que hablé un par de veces, me pide si puede entrar en un momento a mi cabaña para ir al baño. Le digo que sí y al salir, charlamos un rato sobre de donde somos, de dónde venimos y adónde vamos. Cuando se despide, me dice que es de Sausalito, me olvido de avisarle de las escaleras y dicho y hecho, se gira y como un sausalito se pega una leche igual contra el suelo como los demás, dejando la cara marcada en el mismo sitio que la española. En ese momento no me río, pero después, y sobre todo cuando vienen los españoles por la noche, no nos podemos aguantar. Incluso barajamos la idea de poner una cámara oculta e invitar a más gente a mi cabaña.
Nunca se sabe cómo vas o regresas de una de estas islas pequeñas. Los españoles se van con el barco público, que cuando le da no sale, como el día en el que yo me voy, por lo que lo hago con un bote que pasa por ahí de casualidad. Mi contribución al medio ambiente en la isla ha sido que he pasado una semana con un barril de unos 50 litros de agua dulce, de la que me ha sobrado agua para usar en el wáter. Y es que de tanto estar en el agua nadando no hace falta bañarse, digo yo.

En el bote comparo mis pies con los de mis vecinas. Las uñas no las cambio.
Antes de irme, vendo a un precio simbólico a Rifki, el hijo de Supri, mi hamaca que tanto le gustó. Desde Bandaneira, después de otras 7 horas en barco hasta llegar a Ambon, me voy otra vez tras una hora en moto hasta el homestay de Michael.
Al día siguiente vuelo a Makassar y me voy en taxi a coger un bus hasta Bira, mi último destino. Allí me alquilo una moto y me recorro parte del litoral y me embobo viendo los enormes barcos de madera que construyen aquí, verdaderas obras de arte.
Bira, con sus playas de palmeras me recuerda al litoral norte de Mozambique, camino de Tanzania, con sus colores, palmeras, cabras y mar turquesa, todo lo que en su momento tan poco pude disfrutar.

Palmeral deBira
 
El barco público de Hatta a Bandaneira: aunque no parezca, siempre caben más pasajeros
Construcción de barcos de madera en Bira


  

Próximo destino: A saber ¡!

jueves, 23 de noviembre de 2017

RAJA AMPAT (4 reyes) - INDONESIA

Wayag
Vuelvo a algunos sitios en los que ya estuve en abril de este año, y me encanta recorrer los lugares ya conocidos, con el sudor corriendo desbocado por la espalda, volver a comer en el mismo puesto callejero de entonces, con la boca quemándote por el sambal, la salsa picante que le ponen a todo, pero a la que no me puedo resistir.
Por fin, me embarco en el barco de Deni, el Adventurer (ver en Facebook: Deni rajaampat), somos 7 turistas y 5 de tripulación. Serán 10 días de islas y agua, de bucear y sumergirte en aguas cristalinas, de vivir en acuario perpetuo, sin más que hacer mirar el mar, regurgitar el pasado y escupir el futuro (en realidad escribí en mi cuaderno ”repasar el pasando y dibujar el futuro” pero no hay que pensar que al final escribo lo que primero que pienso, ).

Barco Adventurer
A lo largo del viaje los delfines se cruzan varias veces con nosotros, a su antojo, jugando a veces con el barco, alejándose cuando intento nadar entre ellos. Entre Waisai y Gam, en lo que llaman el pasaje, la corriente arrastra a parte de nuestro grupo y el bote tiene que ir a rescatarlos. Nuestra secuencia de dormir – comer – nadar – comer – nadar – dormir no se interrumpe ningún día.
A pesar de que cada noche dormimos al lado de una isla diferente, siempre lo hacemos en el barco. Reunido con el consejo de administración del club “100 islas plus” decidimos que el barco no cuenta como isla, así que me quedo con el mismo número que tenía.
Aunque en nuestro viaje pasamos 2 veces la línea del ecuador y nos bañamos en un sitio donde ésta está marcada, no noto la diferencia entre el sur y el norte. Cerca de ahí paramos en una isla donde acaban de tirar restos de pescado al mar y mientras nado cerca de la orilla 5 tiburones black tip van dando vueltas alrededor mío esperando algo más.

Islas del Ecuador
En Wayag, el sitio álgido de nuestro viaje donde todos quieren ir, tras una pequeña escalada podemos ver las vistas que han hecho famoso este lugar. Lo mejor es que pasamos ahí casi 2 días sin cruzarnos más que con 2 barcos y disfrutamos de la magia del lugar.
El viaje para mí ha sido un refresco del francés ya que durante todas mis vacaciones me cruzaré todo el tiempo con franceses que hablan un pésimo inglés, así que aprovecho para practicar y a veces traducirle en este viaje a los holandeses que no hablan francés. Para rematar todos los libros que leo son en alemán por lo que el lio idiomático es tremendo.


En el barco no hay internet, no funcionan los teléfonos, no hay hora, tele, sin zapatos, sin máquina de afeitar…
Pianemo es otro de los lugares espectaculares que tenía pendiente de la otra vez y cerca de allí nadamos en Melissa’s Garden (en honor a la mujer de Max Aubert). Los corales y los grandes peces, tiburones incluidos, son impresionantes.

Pianemo
Un día mirando por la borda vi un pez grande que estaba a la popa del barco, pendiente de lo que salía del baño. El reciclaje parecía perfecto si no fuera porque los tripulantes del barco se dedicaban a pescar en los ratos libres y después comíamos lo que habían obtenido.
El último día, sería por la tristeza de irnos, me despisto al bajar las escaleras del barco, resbalo y lo hago pegando con mis costillas sobre cada escalón hasta el último. Aunque no me rompo nada, el dolor me acompañará todo el tiempo (fíjate que ahora al recordarlo me vuelve a doler). En el barco, en realidad lo que más me dolió en el primer momento fue el amor propio.

Los lugareños se desplazan en botes bastante precarios

Y sus casas también parecen bastante precarias


Y en mi despedida el cielo se incendió

sábado, 7 de octubre de 2017

Laos - el país del millón de elefantes

Y es que cuando veo un elefante no puedo evitar las ganas de montarme en estos enormes animales

Este mes ha sido un mes de visitas, primero Maru y su amiga Susana y después Winnie y Gerda, mis amigos que viven en Nicaragua.

Fiesta en casa con los colegas de trabajo y Maru y Susana

Con las primeras pasé un par de días agradables en Siem Reap y luego en mi casa, con un fiestón con los colegas de trabajo y acabando en un karaoke. Después de embutirlas en un taxi rumbo a la frontera tailandesa, me tocaba prepararme para ir a Laos.

El impresionante Ta Prom, de visita obligada

Y de ahí a Laos, que es un país pequeño pero muy alargado. Ya estuve en este país en agosto de 2011, lo que siempre es una ventaja porque reconoces sitios y no tienes que descubrir absolutamente todo. En Luang Prabang fuimos a montar en elefante y a bañarnos en el río. 

Baño colectivo en el Mekong

Realmente yo quería ir a la zona donde el Mekong se ensancha y crea toda una serie de islas, a las que llaman 4 thousend islands. Allí pasé 3 estupendos días, yendo en bicicleta por la isla, pasando puentes de madera semiderruidos, viendo los arrozales y el Mekong embravecido cuando llega a unos raudales que son los que no permiten su navegación. Finalmente también pudimos ver, aunque de lejos y no tan bien como en Kratie, los pocos delfines de agua dulce que todavía quedan en este río-

Paseando en bici por los campos de arroz en la isla de Don Khong

Ya de regreso, mientras iba en tuk-tuk de la oficina que mi organización tiene en Phnom Penh hacia el aeropuerto, trayecto en el que se tarda una hora para hacer 12 kilómetros, aunque a veces todavía puede ser mucho más tiempo, pude observar el tráfico y combinarlo con mi propia experiencia conduciendo una moto en Sisophon y con lo que veo en el día a día en la carretera, con lo que he elaborado estas reglas básicas que le servirán a cualquiera que quiera conducir en Camboya


  • ·         Los camiones y buses grandes tienen preferencia sobre cualquier otro vehículo y en cualquier situación y circunstancia. Tocan la bocina y pasan sin aminorar la velocidad. Te toca apartarte siempre.
  • ·         El orden establecido en la carretera es que primero es el camión (todopoderoso), después viene el coche (signo de poder), le sigue el tuk-tuk, (imprevisible, puede hacer cualquier maniobra y por eso también es temido) las motos (son fuertes por la cantidad que son), las bicicletas (cada vez más en desuso y el último en el escalafón sobre ruedas), el peatón (no eres nadie, creo que la palabra peatón no existe en khmer)
  • ·         Si alguien te sale de un camino rural mientras vas por la carretera principal, te toca frenar ya que vienes por detrás y le has visto (no te hagas el/la loco/a)
  • ·         La bocina se toca para avisar, no para intimidar, igual que las luces para asegurarte que el otro te ha visto y que puedes seguir haciendo burradas y adelantar en doble línea o similar.
  • ·         Nunca te enfades al volante, ni insultes, por grande que sea la imprudencia del contrario. Si lo haces, es que eres extranjero.
  • ·         Nunca te pares por ningún motivo, el movimiento es la base del sistema de circulación en Camboya. Si te paras, probablemente causarás un accidente.
  • ·         Si vas conduciendo es obligatorio hablar por teléfono, no importa el tipo de vehículo que conduzcas. Así además das impresión de estar muy ocupado.
  • ·         En cualquier vehículo sin techo sobre el conductor, este está obligado a llevar casco de moto (por ejemplo en un camión de 20 toneladas al que le han cortado el techo de la cabina). Si vas en tuk-tuk y el conductor tiene un parasol de plástico por encima de su cabeza, no tiene que llevar casco. El casco sólo es obligatorio para el conductor de la moto, no para los restantes 4 o 5 ocupantes.
  • ·         Cuando conduzcas en sentido contrario, sea por cortas distancias o por varios kilómetros, debes respetar la regla de que como te vienen todos de frente, debes pasar por la izquierda (o sea por la derecha de ellos). Si rompes esta regla, también causarás un accidente.
  • ·         Cualquier maniobra está permitida, cualquiera si, cualquiera que te puedas imaginar y que no te puedas imaginar, mientras lo hagas despacito, como en la canción, pasito a pasito, que todos te vean.
  • ·         Aunque tengas un Bentley de cien mil dólares (y hay varios) te tocará igual hacer cola junto con camiones, coches de menor categoría, tuk-tuks, motos, bicicletas e incluso algún peatón en las congestionadas calles de Phnom Penh. No te compres un Bentley.


PRÓXIMO DESTINO: INDONESIA (Raja Ampat again)

sábado, 9 de septiembre de 2017

Monzones



Hoy el monzón me ha engañado. Después de una fuerte lluvia al mediodía, parecía que eso había sido todo por hoy. He salido más tarde a dar una vuelta en bicicleta y cuando me he querido dar cuenta, a sólo 1 km para llegar a mi casa, la lluvia me ha dejado calado hasta los huesos.
Los domingos suelen ser de excursión en bicicleta a pocos kilómetros del centro de la ciudad, por los diferentes barrios descubriendo panaderías francesas, viendo la parte de atrás de los hoteles de lujo, las zonas rurales con las casas flotantes o alzadas sobre pilotes



Hace unos días cumplí 59 años. Nunca pensé que llegaría tan lejos. Después de la cuarta o quinta cerveza, en algún momento perdí la cuenta, pensé que ahora toca vivir la vida como si se fuera a acabar. También acabo de cumplir 1 año en Camboya. Me queda un año más de contrato y luego, quien sabe.



Facebook ha cambiado la forma de comportarse de la gente en Camboya y les tiene completamente absortos. Los técnicos asisten a cursos donde no aprenden nada porque están pendientes de su cuenta de facebook, policías de tráfico se quedan sentados en sus garitas absortos en sus móviles mientras los coches y motos se saltan el semáforo en rojo, horas de trabajo de los funcionarios perdidas sentados frente al ordenador viendo facebook mientras hacen ver que trabajan, vendedores que no te hacen caso pendientes del último post, conductores de tuk-tuk viendo combates de boxeo en su móvil mientras potenciales clientes pasan de largo, las masajistas sentadas frente a sus salones de masaje que no te lanzan el habitual reclamo, tan pendientes de sus móviles.

Con Maru, de visita

Esta semana he ido a Oddar Meanchey, bordeando toda la frontera terrestre de la parte noroeste de Camboya con Tailandia. De fondo estaba la montaña que separa ambos países, con bosques de un verde lujurioso y relativamente conservados, dado que esta parte no está del todo desminada. En la carretera, de pronto, el conductor ha dado un frenazo y hemos salido corriendo a ver si cogíamos una serpiente grande que acababa de pasar la carretera. En el mercado las compran vivas por unos 20 dólares para luego freírla. No la encontramos y me alegré. En esta parte no hay muchos extranjeros así que me siento como un mono de feria cuando salgo a la calle. La gente no tiene reparos en señalarte con el dedo y decir en voz alta “barang”, la expresión khmer para extranjero. Las madres cogen a los niños y les enseñan a que te diga bye, bye, así que después de ir al puente a ver el agua pasando a toda velocidad me he retirado dignamente hacia el hotel, antes de que perdiera la paciencia espiritual que estoy aprendiendo en las clases de yoga.

Along Veng en Oddar Meanchey, al fondo las montañas frontera con Tailandia

Pues sí, pensé que ya que estaba en Asia y dada la edad que tengo, ya era hora de darle al yoga. Me parece más apropiado hacer yoga aquí que en San Jaume d´Enveja, digo yo. He encontrado un sitio que me gusta, donde hasta ahora he tenido un profesor estadounidense y dos profesoras de Singapur, y donde me hacen sudar la gota gorda estirándome los músculos, ensenándome a respirar, que yo pensé que después de tantos años haciéndolo ya sabía y a aguantarme sobre una sola pata sin perder el equilibrio mientras te van poniendo retos cada vez más difíciles como mirar hacia arriba o cerrar los ojos. En fin, como me van los desafíos voy a por ello y me voy a aguantar sobre una pata aunque la próxima vez me tenga que traer mi aleta de buceo.
El otro día estaba en una conferencia que se impartió en camboyano (yo fui pensando que habría traducción). Mientras me dedicaba a mirar las fotos de la presentación e intentar imaginar que es lo que dirían esos símbolos camboyanos, en la fila de atrás no dejaban de hablar y estuve a punto de girarme y decirles que no me dejaban oír, cuando me di cuenta que no tenia sentido

El contraste entre lo tradicional y la modernidad al borde del Mekong en Phnom Penh


Ya llevo 103 islas en mi CV. No sé si ahora ir a por las 200, por islas no será en esta parte del mundo y por ganas tampoco. El próximo destino es Laos y hay ahí unas islas en medio del Mekong ……


Próximo destino: LAOS

viernes, 21 de julio de 2017

Cambios



Después de 10 meses en Camboya, he decidido tener un pequeño cambio de aires. Para ello he alquilado un pequeño apartamento en Siem Reap, muy cerca del centro, que me permite cambiar de vida los fines de semana, ir al cine, a comer a restaurantes diferentes, comprar en supermercados donde hay cosas que me gustan e incluso salir por la noche. Todavía no sé si me gustará tener que hacer 100 km en cada sentido los viernes para ir para allá y otros tantos al regresar los lunes por la mañana. Pero de momento lo he alquilado por 4 meses y luego ya veremos. Y para los/as que me visitan, significa que tienen dos sitios donde quedarse.
Mis vecinos son este criadero de cocodrilos, de los que me separa solo un delgado tabique en la parte del patio. No hacen nada de ruido y se pasan el día con la boca abierta al sol o en el agua.


Hace un par de semanas pasé un fin de semana en Bangkok, el día y la noche comparado con mi ciudad y supongo que final desencadenante de mi decisión de cambiarme a un lugar con más vida. Aunque no todo lo hace el lugar sino también las circunstancias.
      En una calle del barrio chino de Bangkok: !!Hasta las circunstancias de los huevos ¡!

En mi trabajo soy responsable, entre otras cosas, de la calidad de los cursos que damos, como en este de la foto, después de lo que llamamos ToT, o sea Training of Trainers y donde hay tanto técnicos del Ministerio de Agricultura como de las ONG locales con las que trabajamos. Como se puede ver, hay pocas mujeres.


Por fin me he comprado una bicicleta en Siem Reap, con la que puedo ir a comprar, pasear por la ciudad, descubrir nuevos rincones y quizás lo más importante, ser invisible a los conductores de tuc-tuc que ahora ya no me ven como potencial cliente y no me preguntan cada 3 pasos si quiero que me lleven en vez de caminar bajo el inclemente sol. Solucionado ¡!




     Y de tranquilos pasan a agresivos cuando cada 2 semanas les tiran pescado


sábado, 17 de junio de 2017

Nuez moscada

Nuez moscada: una de las especias por las que se conoce estas islas y que sigue siendo cultivada
Aunque me dicen que en Pulau Hatta se pueden ver todavía tiburones martillo en esta época del año, no tengo ganas de bucear con botella y lo dejo para la próxima vez. Todavía me quedan dos días más y pienso en ir a Pulau Run, mi original destino, pero por lo lejos que está, por la lluvia y por la inseguridad de que haya barco para volver, me decido por ir a Pulau Ai, que está más cerca.

Botes públicos entre islas, exóticos por fuera, sofocantes por dentro

La lluvia no parece que vaya a parar y la travesía, con viento, se las trae, con olas de lado y la barca apestando a diésel. Pienso que si esto se hunde, aquí no se salva nadie. Después de que todo el día sigue lloviendo a mares, decido regresar a Bandaneira al día siguiente ya que no parece que vaya a escampar. Me queda pendiente ir a Pulau Run y su islote Nelaka, así que tendré que volver.

Fort Rotterdam

Aprovecho los pocos momentos sin lluvia para visitar la ciudad y el fuerte Rotterdam, de la época colonial holandesa. Alrededor, las casas son bonitas, con jardín y muchas aprovechando los cimientos de los antiguos muros de la ciudadela holandesa, algunas aún bien conservadas.
Como buenos musulmanes los habitantes de estas islas no tienen perros lo que te permite pasear por la ciudad, aunque sea de noche, sin que te estén ladrando continuamente.

Una vez a la semana cierran la pista para que aterrice y despegue la avioneta. El resto del tiempo, vía libre.

Como el billete de avión vale 10 euros más barato que el barco me decidí por intentar volar ya que así me ahorro la mala mar y la paliza de las 6-7 horas en barco. Al volver de Hatta, después de llamar infructuosamente al representante de la compañía aérea, el dueño del hospedaje donde me quedo, Alan, me dice que vayamos a su casa, que seguro que está durmiendo. En el trayecto de 5 minutos en moto me cuenta que el representante de la compañía de aviación es el marido de la hija de su hermana y efectivamente, llegamos a una casa particular, y lo encontramos durmiendo en el sofá a las 10 de la mañana. Quitándose las legañas me rellena el billete y me cobra el importe real (sé que otros han pagado el doble con tal de asegurarse un sitio).

Casa dentro de una casa

Después de 3 días de mal tiempo, lloviendo casi sin parar, con mala mar, los ánimos de los pocos turistas que están aquí empiezan a cambiar. Sin sol, nada es bonito, con olas no se puede nadar y algunos empiezan a estar irascibles. La pareja checo-alemana de la habitación de al lado pasan de decir “me encanta Indonesia“ a decir “los indonesios me ponen de los nervios”. El problema es que hay una cierta sensación de estar encerrado ya que Bandaneira tiene sólo un vuelo semanal a Ambón (sólo 10 plazas) aunque no es seguro que la avioneta vuele y están los barcos Pelni, uno a Ambón y otro a las islas Kei, cada 15 días. Además el barco rápido con el que vine hace el viaje a Ambón 2 veces por semana, aunque debido al mal tiempo no ha venido y no se sabe cuándo lo hará. Algunos extranjeros ya saben que han perdido su vuelo de conexión en Ambón. La pareja checo-alemana están desesperados por salir de aquí pero mi vuelo y el de la siguiente semana ya están completos y los barcos tardarán todavía 1 semana en llegar. !Bienvenidos a la época de los monzones! Yo he tenido suerte disfrutando de 3 semanas a pleno sol y ahora me voy volviendo despacito a mi casa camboyana.

Makassar, una mezquita con un diseño futurista

Ya en Makassar, al sur de Sulawesi, repaso todo lo que he visto, sobre todo bajo el agua y ya me queda claro que tengo que volver. Había pensado en irme a alguna otra isla en Camboya o Vietnam en los días que me quedan, pero desisto de ello ya que sé que no estarían al nivel de las que he visitado en Indonesia.
En la ciudad, me llama la atención su caos en las calles. Las aceras no existen, las reglas de tráfico tampoco, las motos van por donde quieren, los grandes SUV se mezclan con las lentas Rikshaw, los atascos son monumentales. Los semáforos o no funcionan o son ignorados, las rotondas, congestionadas, no permiten avanzar en ninguna dirección. Cuando alguien quiere hacer un cambio de sentido o simplemente entrar a una calle perpendicular, pero al lado contrario de su marcha, parece casi misión imposible. La solución viene de la mano de lo que en España serían los aparcacoches y aquí se convierten en verdaderos directores de tráfico, un ejército de jóvenes desarrapados, que se encargan de parar el tráfico para que un vehículo se cruce, o incluso para permitir que peatones puedan pasar la calle. Algunos les dan dinero, otros las gracias y otros ni eso. Hay quien diría que son nuevas oportunidades de trabajo. Yo digo que es la dejación de la función pública incapaz de lidiar con las consecuencias de un desarrollo desenfrenado que se balancea en el filo entre el caos y la improvisación.


Ya en Camboya, me alquilo una moto y paso por el famoso puente de bambú de Kampong Cham, en el rio Mekong, reconstruido cada año cuando acaba la época de lluvias

Sólo se vive una vez es una frase que he oído un par de veces en este viaje. También que hay que aprovechar el momento (o fue el momentito, lo que dijo Raquel?), lo que va en el mismo sentido. Y en eso estoy, acabando mis vacaciones y pensando como maximizar el tiempo en las próximas y vivir lo que quiero hacer.
Después de un mes en Indonesia, donde he intentado aprender algo de este idioma para poderme comunicar un mínimo, lo que he conseguido es olvidar casi todo el poco camboyano que aprendí, mientras por el otro lado, Rataná también parece haberse olvidado de mi después de mis largas vacacione sin ella. Así es la vida, un momentito ….., o quizás dos, o más.
Al final pero, me alegro de volver a mi casa, mi jardín, mi rutina, mi trabajo ya que las vacaciones, en realidad, sólo son un espejismo.

Al fondo, el algodón y la papaya compitiendo en altura 


jueves, 25 de mayo de 2017

Islas Banda (MULUKU)

Foto aérea de Bandaneira y el volcán Gunung Api, con la lava visible de la última erupción. La isla más grande al fondo es Pulau Besar y la más pequeña es Keraka

Si viajar a Raja Ampat me pareció relativamente fácil, llegar e irme de las Molukas fue mucho más complicado. Para empezar, después de varias horas de espera en Sorong, me cancelaron el vuelo. Así que me tocó pasar en esta aburrida ciudad el tiempo que había previsto para la isla de Ambón. Al día siguiente, con retraso sobre el nuevo horario previsto, volamos. En Ambón sólo me da tiempo a caminar un poco por la ciudad, comer un arroz con pescado riquísimo en la calle por sólo un dólar y medio y al día siguiente ir al puerto, en la otra punta de la isla para embarcar en el barco que me llevará a las islas Banda (las famosas islas de las especias). Para llegar a estas islas, que están a unos 400 km por mar desde Papúa, he tardado algo más de 2 días. El barco rápido tarda algo más de 6 horas en llegar a Bandaneira, la capital de las islas Banda. Por suerte el tiempo está muy bueno y el viaje es agradable aunque algo aburrido. Al llegar impresiona ver el volcán Gunung Api de 666 metros de altura que eructó por última vez en 1988 destruyendo más de 300 casas.

Mapa de las islas Banda

Por el contrario me desanima ver la cantidad de plástico que hay en el agua, por otro lado cristalina. El “desarrollo” pasa factura y quizás se nota más en sitios que uno espera encontrar vírgenes. Un italiano que conozco en el hotel me dice que me vaya a Pulau Hatta, una isla a una hora en bote, que es una maravilla. A pesar de que no pensaba ir a esa isla, decido hacerle caso y me voy al día siguiente, esperando que no me decepcione.
Rumbo a Pulau Hatta

En un pequeño bote de pesca con un motor de 15 Hp manejado por Sapri llego a la isla, Pulau Hatta, y me quedo en una cabaña de las que me gusta, pura madera. Enfrente, a sólo 5 metros el mar, y otros 10 metros mar adentro, una pared de coral que rodea toda la isla. La caída de la pared parece llegar hasta los 900 m, aunque uno sólo puede ver los primeros 20-40 m, dependiendo de la luz.


A los pocos minutos de estar en el agua veo unos cuantos bumped head enormes, algunos lion fish, un par de tortugas y un arco natural de piedra sumergido que es famoso entre los submarinistas. Si en Raja Ampat eran los peces amarillos y azules que me desorientaban, aquí son los peces cebra que cuando te envuelven no te dejan saber dónde es delante ni detrás.


Mi estrategia consiste en dejarme llevar por la corriente, que es quien decide de qué lado de la pared de coral voy a ir. Aunque me hartaba a ver peces, encontraba a faltar ver algo grande cuando de pronto empecé a oír una especie de pitidos debajo del agua. Saqué la cabeza pensando si sería alguna barca y ahí los vi, cientos de delfines arqueando sus cuerpos por encima del agua, respirando y resoplando ruidosamente, sumergiéndose. Me acerqué nadando despacio y ahí seguían, los podía ver encima y debajo del agua, pasando delante de mí, de todos los tamaños, algunos impresionantemente grandes, girándose hacia mí para verme mejor, nunca pensé ver y vivir algo así. Al parecer se acercaba una tempestad que yo ya hacía rato veía venir y cuando eso ocurre los delfines suelen acercarse a tierra. Cuando la tempestad y las olas fueron a más, me fui a la playa y desde allí los vi disfrutando, haciendo cabriolas y saltando fuera del agua.


En las cabañas “Bunga low” el precio era algo menor que en Raja Ampat y la comida más copiosa y mejor, lo que me lleva a pensar que aquí vuelvo a engordar, a pesar de la gran cantidad de ejercicio que hago nadando. El menú es siempre pescado, fideos, arroz, verduras, mucho ajo y sambal, la salsa picante que si te pasas con ella te acuerdas.
Las mañanas en Hatta son luminosas, con el ruido de fondo del agua salpicando la costa o el ruido de algún motor de las pequeñas barcas que van o vienen de la pesca. En el horizonte de vez en cuando se ve saltar algún pez, algunos de tamaño considerable, que persigue a otro o es perseguido. Me levanto a las 6 de la mañana, cuando oigo el tintineo de los vasos y los pasos de la señora que me trae el desayuno. Desde mi porche me pongo a escrutar el horizonte en espera de que los delfines vuelvan a aparecer.


Los días siguientes sigo a la búsqueda de encontrar delfines mientras voy nadando alrededor de la isla. En mi búsqueda diaria veo tantas tortugas que ya no me paro ni a mirarlas y cuando nos cruzamos, pasamos de largo sin saludarnos, lo que no parece importarnos.
Dos días más tarde, por fin, los veo. Están algo lejos y cuando llego donde más o menos estaban, ya se han ido. Decepcionado vuelvo a mi cabaña y por la tarde los veo regresar. De nuevo salgo a buscarlos y esta vez me dejan acercarme aunque juegan al gato y al ratón, apareciendo por aquí y por allá. Siguiéndoles me han llevado hasta el azul profundo, lejos del coral, donde no veo nada más que sus cuerpos bajo el agua. La corriente me arrastra y sólo me doy cuenta de lo lejos que estaba al ver lo que tardo en llegar a la costa y lo agotado que estoy. Pero haberlos visto bajo el agua ha valido la pena y no me importa seguir sus cantos de sirena. No sólo fue una increíble experiencia estar ahí, oír sus silbidos bajo el agua, verlos saltar y moverse sin esfuerzo, oír sus resoplidos, sino que lo mejor es poderlo recordarlo después de vez en cuando, relamiéndome los labios.

Sapri, el pescador
Lo que me gusta de Pulau Hatta es estar inmerso en el poblado, viendo como la gente viene por la tarde a aprovechar la brisa del mar enfrente de mi cabaña, sentarse en las mecedoras, mecerse en mi hamaca o como los niños bailan ensayando la última canción de moda.



En mi último día en la isla descubro el sendero que me lleva a una nueva playa que me decido a explorar. Sé por experiencia que el último día suele ser el mejor así que estoy expectante de que es lo que me espera.



Mientras voy nadando hasta la pared de coral veo que en esta parte de la isla el fondo va descendiendo gradualmente y la visibilidad es excepcional sobre el coral. Al llegar a la pared me encuentro con un grupo de unos 30 bumped head enormes, que están comiendo coral, y oigo bajo el agua el ruido que hacen al masticarlo. El más grande ellos no come, se mantiene  por encima del resto y no deja de observarme, o eso creo. De pronto aparece un tiburón black tip, de tamaño medio, que es el primero que veo desde que estoy aquí, lo que me alegra ya que lo tenía pendiente. Pero al poco aparece otro, luego un tercero y hasta un cuarto, este último de unos 2 m de largo. Lo que me mosquea es que van en fila, nadan a mi altura y no en el fondo como los de Raja Ampat y empiezan a hacer movimientos nerviosos, acelerando de pronto su velocidad, que es lo que he leído que hacen cuando piensan atacar. Así que más muerto que vivo, empiezo a nadar de espaldas para no perderlos de vista y me voy acercando hasta la parte de la playa menos profunda donde ya me siento a salvo y salgo del agua. No sé si ha sido el mejor día de los que he pasado aquí, pero si el que he soltado más adrenalina.
Alería en el barco
Es sábado, toca irse y lo que hago con el bote público. Llego a Bandaneira mojado ya que un par de olas han entrado en el barco y me han salpicado.

Tengo mono de internet, después de haber estado una semana completamente aislado, sin teléfono ni haber podido mirar el periódico ni el correo. Pero al conectarme lo primero que me entran son unos whatsapp diciéndome que el martes se murió José Antonio, el marido de mi hermana, después de pasar un vía crucis con su enfermedad. Si hay otra vida después de la muerte lo invito a que se venga conmigo a esta parte del mundo. Estoy seguro que lo disfrutaría, ya que sé que le gustaban las cosas sencillas, a pesar de que esto no se parece en nada a la gente saharaui y al desierto donde tanto le gustaba ir.