Tonga
Salgo de Masaya hacia el
aeropuerto a las 4 de la mañana, medio dormido y todavía con sueño. En este
viaje me llevo una “maleta cebolla” para así poder ir dejando cosas por el
camino, como en la vida. De momento voy con 13 kg en la mochila grande y 5 en
la pequeña.
Camino de Houston, donde hago
escala, me doy cuenta de que me equivoqué de día en la reserva del hotel en
Tonga así como del taxi que me debe recoger en el aeropuerto, reservándolos para
un día más tarde de mi llegada. Por suerte en el aeropuerto de Los Ángeles
encuentro un ordenador con conexión desde donde envío un correo electrónico y
me contestan que no hay problema, que no soy el único tonto que se lía con el
cambio de horario. La verdad es que lo de estos cambios de hora nunca los he
entendido y no sé si estoy viajando adelante o atrás en el tiempo.
Cuando por la noche me embarco en
el avión, que me llevará primero a Nueva Zelanda, ya estoy listo para
derrumbarme pero la verdad es que la comodidad del avión y las películas en pantalla
individual me mantienen entretenido y llego bastante entero a Auckland. Tras un
par de horas de espera salgo para Tonga, en un vuelo donde a pesar de haber pedido
ventana sólo consigo ver nubes. Cuando por fin traspasamos ese manto el paisaje
que veo es como en Corn Island, lleno de cocoteros y de terrenos cultivados.
Como llego al mediodía decido echarme una siesta de 1 horita, justo a tiempo
para que me llamen a comer y lo haga con la gente del hotel (Noa Guest House) y con un chino que está
de vacaciones, aunque vive desde hace 3 años en Nueva Zelanda.
Señora con vestimenta tradicional |
Por la tarde me dedico a esas
cosillas que tocan cuando llegas a un nuevo país, a cambiar dinero en el banco (en
realidad voy a Western Union que paga mejor) y voy viendo que es lo que me
espera en estas islas, que es mucha tranquilidad y lo que más deseo, que es poder
nadar con ballenas, que al fin y al cabo es a lo que he venido. Por la calle
voy viendo a la gente entre los que una buena parte de los hombres, al contrario
que en otras culturas, van vestidos a la manera tradicional. Llevan una falda negra
hasta por debajo de la rodilla y una especie de estera enrollada a la cintura
que tiene diferentes largos.
Tonga es una monarquía con una
población de 101.000 habitantes repartidos entre 171 islas, aunque la mayoría
están deshabitadas. En la principal, Tongatapu, de 260 km2 viven
69.000, y en su capital, Nuku’alofa, donde me quedo las primeras noches, viven
23.000. Tal como me escribió mi amigo Manolo, hace poco que se murió su rey,
subiendo al trono su hermano pequeño ya que no tenía hijos.
Es difícil distinguir a los
hombres de las mujeres ya que casi tod@s son grandes, gord@s, con tetas y tienen una
sombra de bigote. Sus brazos son por lo general como mis muslos. Al final me he
dado cuenta de que si van tatuados, son hombres.
En la ciudad me gusta que las
casas no tengan verjas, señal de que no hay robos. Sólo los chinos ponen rejas
en sus negocios que tienen por todas las esquinas.
Nana y Mote, propietarios del hotel Noa Guest House |
El domingo es el día sagrado de la gente en Tonga. Según
ellos, lo dedican al señor yendo a misa, además de a comer, a beber y a procrear,
como añaden otros. Así que me apunté a la excursión que organizaba el dueño del
hotel junto con toda su tropa, además de otros turistas, yendo a su finca donde
han asado un lechón, pollos y otras carnes, preparado además varios tubérculos
(ñame, yuca), todo hecho a la manera tradicional. Pero primero en un tour que
nos organizaron a un neozelandés y a mí, fuimos a visitar algunas de las
atracciones de la isla que giran alrededor del rey en su mayoría como el
palacio real y algunas de las tumbas de sus antecesores.
Trilithon |
Después ya en la finca nos han
dado de comer a los turistas mientras los locales se iban emborrachando a
marchas forzadas. La mayoría pesaba más de 100 kg y viendo sus brazos me alegro
de que a ninguno le diera por darme un abrazo. Cuando ya más de uno de ellos no
sabía hablar ni inglés ni tongano, nos han llevado al hotel con la excusa de
que debíamos descansar, aunque era por protegernos de estas bestias tonganas.
El Trilithon es el equivalente
pacífico a Stonehenge que tiene unos 800 años de antigüedad. Cada piedra
coralina pesa alrededor de 40 toneladas y parece que es una alineación con el
solsticio de verano y como siempre, no se sabe como lo pudieron transportar sin
usar maquinaria pesada.
Cocinando a la manera tradicional (horno enterrado en tierra) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario