Paisajes al oeste de Uganda, cerca de Fort Portal |
Uganda tiene unos 48 millones habitantes, similar a España con una superficie de 241 000 km2, la mitad que nosotros. Comparten unos 30 idiomas de los más de 2000 que se hablan en África, siendo el suajili el más hablado. Toda esa diversidad cultural se pierde porque el idioma oficial junto con el suajili es el inglés y cuando dos personas de diferentes etnias no se entienden, tienen que recurrir a uno de estos idiomas, junto con el Luganda, otro idioma bastante hablado, como les pasaba a Herbert y a Denis.
La cultura también puede ser un hándicap en otras cosas,
más en esta época de prisas e inmediatez. Como ejemplo lo que me contaba la
guía que contraté en Fort Portal para visitar la ciudad, que decía que todos
los habitantes de esta zona, cuando nacen, aparte del nombre oficial reciben un
apodo relacionado con su familia. Todavía reina la costumbre de que la gente
quiere que se le llame por ese apodo. Cuando hay una reunión, incluso de tipo
oficial, hay varios que tienen el mismo apodo, lo que provoca confusión, y
entonces toca añadir al apodo el primer nombre.
Las bananas, para hacer el matoke, quizás la comida más popular en el país, se encuentran por todos lados y se transportan en bicicleta y moto desde los lugares más alejados e inaccesibles con coche.
Pero vine aquí para ver cacao y contrato por mi cuenta un
guía con coche para que me lleve a la zona, a unos 70 km y me haga de
intermediario con los lugareños.
Presidente de la cooperativa West Bundibugyo Cocoa growers |
Para ello me fui a la zona de Bundibugyo, cerca de la
frontera con la RD del Congo. Esta es una de las dos zonas más productoras de
cacao en Uganda. Pude hablar con varias personas allí, con algunas compañías
que compran cacao y con miembros de una cooperativa. El precio que pagaban ese
día a los productores por un kg de cacao seco de buena calidad era de 32 000
shilling ugandeses, que equivalen a unos 8 euros. Un precio que tiene contentos
a los agricultores, pero no a los compradores. En un pedazo de carretera había
varias empresas de diferentes tamaños que compran cacao, incluso Olam tiene ahí
sus instalaciones y hay una Unión de cooperativas que agrupa a 84 cooperativas
con un total de 11 000 miembros, que trabaja con empresas como Silva o
Latitudes.
Los productores de una cooperativa me decían que los
efectos de los precios de este año ya se hacen notar y que algunos agricultores
han empezado a mejorar sus casas cambiando las paredes de adobe por paredes de
ladrillos. Después de años en que se les pagaba a precios muy bajos (el año
pasado por estas fechas se pagaba el kilo a 10 000 shilling, unos 2,5 €) se ve
como en países donde no hay un control impositivo sobre este producto como en
Costa de Marfil y Ghana, los productores pueden realmente aprovechar de esta
bonanza.
Cacao en un sistema agroforestal en la zona de Bundibugyo
También me contaban que muchos productores están
sembrando más árboles, espoleados por los buenos precios, aunque no he visto
que tengan viveros organizados ni que utilicen técnicas como la del injerto
para mejorar sus producciones. Hay otros efectos indirectos que vienen con los
buenos precios, no tan positivos y es que, en esta zona, quizás por su pobreza,
no usan productos químicos, y por lo tanto el cacao está certificado como
orgánico (aunque me quedé con algunas dudas al respecto) y ahora debido a los
mayores ingresos serán capaces de comprarlos.
En esta época están en el final de la pequeña cosecha. La
gran cosecha empieza en septiembre y dura hasta enero-febrero. Su mayor reto es
conseguir secar el cacao, ya que las lluvias no dan mucho respiro. Por eso
venden a las empresas o a alguna de las cooperativas que tienen pequeños
invernaderos de secado. Latitudes por ejemplo sólo compra en baba para
fermentar y secar ellos mismos y asegurar mejor la calidad. Otras compañías que
antes no compraban en baba ahora lo hacen debido a la feroz competencia que hay
entre compradores. Y también compran cacao de las zonas próximas de la RD Congo
cuando los precios allá están más bajos.
Aunque los precios estén altos, los que hacen chocolate
bean to bar tienen medios, conocimientos y opciones para encontrar vías como
contornear la situación. Cuando los precios están bajos, los agricultores no
tienen más opción que malvender su cacao. No estaría mal encontrar una vía
intermedia en que ambos lados pudieran acabar satisfechos, recibiendo y pagando
un precio justo, desde el haba hasta la tableta.
Con los miembros de la cooperativa |
De vuelta en Fort Portal recorro algo la ciudad, que no
encuentro especialmente atractiva, en contra de lo que dice mi guía del Petit
Futé. Una particularidad de Uganda es que en los diferentes distritos sigue
habiendo reyes, correspondientes a los reinos de antaño. Estos administran sus
rentas, ya que tienen grandes posesiones heredados de sus antepasados.
Con Yvonne, mi guía en Fort Portal, delante de la entrada del palacio del rey |
Decido emprender el viaje de regreso, yendo hacia Kampala, la capital que no se puede evitar. El viaje en bus, tarda 7 horas en hacer los 300 km que nos separan de Kampala, de los que la mitad están en mal estado. Denis me había dicho que eran 4 horas y que la carreta estaba buena. Supongo que lo dijo llevado por el orgullo ugandés. Cuando llego está lloviznando aunque la gente camina como si no pasara nada. Yo me atrevo por primera vez a coger un boda-boda, quien con requiebros de vértigo me lleva a mi hotel, aunque tiene que preguntar la dirección ya que, aunque me dijo que sabía dónde estaba, en realidad no sabía ni inglés. Si uno quiere vivir una experiencia fuerte le recomiendo subirse a una de estas motos.
Motos boda-boda esperando clientes en Kampala |
En Kampala sólo paso esa noche y al día siguiente me voy en Uber al puerto de Entebbe, para irme a una isla que está en el lago Victoria. Estos últimos días los paso en la isla Bugala, mi isla 133, un paraíso para los amantes de los pájaros. Me lo paso recorriendo a pie partes de la isla ya que en el lago no me puedo bañar (por la bilharziosis, ahora llamada esquistosomiasis) aunque veo gente del lugar haciéndolo.
Mi guía en la isla para no perderme por el bosque |
El último día, ya algo aburrido, veo que el hotel organiza un “crucero” por el lago. Sin nada mejor que hacer me apunto pensando que iremos a ver más pájaros y alguna zona alejada. Pero al principio, para mi desesperación, el tiempo iba pasando, los pasajeros iban llegando a cuentagotas, la música en el barco estaba muy fuerte y encima nos fuimos al puerto a esperar el barco grande que venía de tierra firme para ver si había más pasajeros que se apuntaban. Total, que el crucero se convirtió en noche de fiesta y todo el mundo, según iban aumentando las consumiciones de alcohol, acabó bailando, incluido el menda. Por suerte el capitán supo mantenerse sobrio y llegamos bien a puerto sobre las 10 de la noche.
Poblado en la costa (Lutoboka) |
Al día siguiente tocaba ir de nuevo a Entebbe, ya que de ahí voy a volar a Madagascar
Curioso lo de los motes, aunque aquí le dicen "mal nom". Donde yo vivo también prefieren ser nombrados así, y también son heredados por los descendientes, lo cual lleva a decir seguidamente el nombre de la persona.
ResponderEliminarY por fin has podido ver cacao😉
Me quedo esperando noticias desde Madagascar.
Abrazos