De Sambava decido seguir camino hacia Antalaha, otro lugar
importante por el cultivo de la vainilla. Mi idea es quedarme un día y luego ya
ir regresando hacia Ambanja, que fue mi punto de partida. Pero al final me
quedaré 3 días porque este sitio sí que me gusta. En Antalaha se acaba la
carretera, quizás sea esto lo que lo hace tan atractivo. Hay algunas pistas en
muy mal estado que van a algunas comunidades o bien hay que ir en piragua por
el río. Pero para seguir hacia el sur sólo se puede hacer a pie o en moto, por
pistas pequeñas de tierra y en ninguna de las posibilidades te dan menos de 12
horas de camino, hasta llegar a la siguiente carretera en condiciones. Si algún
día vuelvo, pienso que el viaje a pie tiene que ser fantástico, son unos 2-3
días y al parecer hay sitios donde dormir. Lo de la moto, yendo de paquete, no
creo que me apeteciera nada. Ya he hecho así bastante moto en África, y la
verdad es que no es nada agradable.
Me decidí a venir hasta aquí porque había leído que
algunos paisajes se parecían a Indonesia y para muestra un botón. El arroz es
la comida más importante para los malgaches y algunos dicen que lo comen 5
veces al día y lo pude comprobar. Cuando al principio del viaje yo dejaba media
ración o más de mi arroz blanco en el plato, Francisco y Christian se lo comían
sin contemplaciones. Así que donde hay agua, y aquí la hay en abundancia,
plantan arroz. Y cuando no, también lo plantan en seco en la época de lluvias,
que es casi siempre.
Otra posibilidad de ir al sur es en barco, pero, aunque los lugareños lo hacen, el estado de los barcos y lo que es peor, la mar que suele estar movida, no lo aconsejan. Todo y así, no podía dejar de mirar el barco de la foto, que me decían que también lleva pasajeros y pensar cómo sería ese viaje desde aquí al sur, hasta la isla de Santa María.
En el hotel pregunto por si saben de un guía local, ya
que Christian no conoce la zona. Me mandan a Stephano, con quien nos ponemos de
acuerdo en el precio para ir a visitar al día siguiente plantaciones de vainilla
y sobre todo una de cacao. Para ello, aunque vamos a sólo 12 km, tardamos 1
hora en llegar en coche por el estado de la pista.
Por el camino encontramos canteras de piedra que la gente van arrancando a la montaña y luego con martillos van desgajando hasta hacer diferentes tamaños que se van a utilizar en la construcción de casas. Para ello se construyen unos sencillos cobertizos techados para poder trabajar a la sombra o al abrigo de la lluvia. Un trabajo arduo que tampoco debe estar nada bien pagado. Y además, donde he visto muchos niños trabajando.
Pasamos por un pueblo que se llama Antsamanen, que
significa “ruido que hace la fuente de agua” (al parecer aquí todos los pueblos
tienen un nombre que significa algo) donde visitamos una plantación de vainilla
que es del tío del guía. La vainilla tarda 3 años en producir, hay que
polinizarla manualmente, flor por flor, lo que lo hace muy trabajoso y costoso
(en Canarias se está empezando a hacer pruebas con vainilla) y se vende en
verde a 9 € el kilo. Con 5 kg verde se obtiene 1 kg seco que se vende a 40 €.
Se pueden tener hasta 2000 plantas por ha (1 planta puede dar hasta 5 kg de
flores/frutos en verde cuando es grande). Se debe recorrer la plantación cada
día durante 3 meses para polinizar las flores que se han abierto y el fruto
estará listo para cosechar al cabo de 9 meses. En la plantación está combinada
con pachuli, café, pimienta y árboles de clavo. Como tutores se usa Gliricida
y Jatropha. La vainilla es la única orquídea de las 22000 especies
que hay que produce un fruto comestible.
En la plantación hay un cuidador que cuando nos vamos lleva una mochila de aspersión con insecticida y se lleva a su nieto de un par de años de la mano, para que vaya aprendiendo. Luego te dicen que aquí todo es natural. Cuando pregunto, Stephano me dice que es que tiene unas verduras plantadas, que es sólo para eso. Ya.
Pero a lo que vamos. Llegamos a la plantación de cacao
donde primero hay que esperar al encargado. Mientras, veo a la niña de la casa
que ya está preparando-zarandeando el arroz que se destinará para la comida del
día, quitando las pajas y las cáscaras. Aquí hay que ponerse las pilas desde
pequeña.
Con el encargado, visitamos las plantas de cacao que me
sorprenden porque hay un poco de todo en cuanto a variedades. También hay árboles
cargados de mazorcas como nunca había visto y otros con mazorcas tan grandes y
pesadas que se desgajan de la rama.
Más de 200 mazorcas en un solo árbol, cuando 30 ya es una cantidad rentable
Si a alguien le interesa el tema del cacao en Madagascar,
he escrito un documento de unas 15 páginas que en 1 semana ya estará corregido
en cuanto al estilo y lo puedo compartir.
Cacao tipo amelonado
El guía nos dice que la gente le llama también “Stephano camaleón”
por su facilidad para ver estos reptiles a grandes distancias. Y nos lo
mostrará en el recorrido en el que vemos al menos 20 de estos animales.
Al final del día todavía nos vamos hasta una playa donde
poder bañarnos en un lugar donde no hay mucha corriente que aquí al parecer son
fuerte y traicioneras. Como me quedo contento con el guía, quedamos para el día
siguiente ya que me dice que podemos ir a una comunidad río arriba, en la
piragua pública y luego regresar andando, pasando por un par de pueblos y zonas
de cultivos (la foto del arroz es de ese trayecto).
La vida como en tantas otras partes donde no hay carreteras, transcurre al borde del río, lavando la ropa, juntando cañas de bambú para vender, con el paso de las piraguas que traen y llevan lo que haga falta, la pesca, ….
Toca regresar y aunque lo hacemos por la misma carretera por la que vinimos (no hay otra), las vistas son diferentes y podemos ver el complejo montañoso que separa la costa este del oeste. Encontramos un par de taxi brousse varados en la carretera porque han pinchado 2 ruedas o vete a saber por qué (nosotros también hemos pinchado un par de veces) y los pasajeros se han tenido que buscar la vida para seguir el viaje. Es en esos momentos donde me alegro especialmente de viajar con Christian.
Por el camino pasamos por unas zonas donde se encuentra oro. Christian me dice que fue una empresa china la que construyó esta carretera y se cuenta que al hacer catas en los terrenos encontraron oro y que se llevaron todo lo que pudieron. Sea verdad o un bulo, la verdad es que los chinos siempre dan que hablar. En todo caso, en los bordes y en los lugares donde hay agua, se ve a la gente con zarandas buscando esa pepita que les deberá hacer ricos y que nunca encuentran. La pobreza de las casas alrededor así lo atestigua.
Buscadores de oro que se pasan todo el día metidos en el agua
Paramos a comer en Ambilobe, donde nos queda el último y
peor tramo del día hasta llegar a Ambanja. Como no queremos llegar tarde le
digo a Christian que voy a comer donde él lo haga ya que si quiero comer en un
restaurante a la europea van a tardar mucho. Nos vamos a una choza donde yo
pido una carne de zebú dura como el diablo y un arroz que no hay quien se lo
coma (cuesta un poco menos de 2 euros). Como no identifico lo que come
Christian y le miro insistentemente el plato me dice que es murciélago.
Seguramente se me pone un poco cara de asco porque me dice que no es murciélago
de cueva, sino que vive en los árboles y se alimenta de insectos. No le digo
que no le veo la diferencia, la verdad, y me salgo para no seguir viendo los
huesos del ala que acaba de chupar.
Otro camaleón de camuflaje |
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