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domingo, 8 de septiembre de 2024

El Este

 


De Sambava decido seguir camino hacia Antalaha, otro lugar importante por el cultivo de la vainilla. Mi idea es quedarme un día y luego ya ir regresando hacia Ambanja, que fue mi punto de partida. Pero al final me quedaré 3 días porque este sitio sí que me gusta. En Antalaha se acaba la carretera, quizás sea esto lo que lo hace tan atractivo. Hay algunas pistas en muy mal estado que van a algunas comunidades o bien hay que ir en piragua por el río. Pero para seguir hacia el sur sólo se puede hacer a pie o en moto, por pistas pequeñas de tierra y en ninguna de las posibilidades te dan menos de 12 horas de camino, hasta llegar a la siguiente carretera en condiciones. Si algún día vuelvo, pienso que el viaje a pie tiene que ser fantástico, son unos 2-3 días y al parecer hay sitios donde dormir. Lo de la moto, yendo de paquete, no creo que me apeteciera nada. Ya he hecho así bastante moto en África, y la verdad es que no es nada agradable.

Me decidí a venir hasta aquí porque había leído que algunos paisajes se parecían a Indonesia y para muestra un botón. El arroz es la comida más importante para los malgaches y algunos dicen que lo comen 5 veces al día y lo pude comprobar. Cuando al principio del viaje yo dejaba media ración o más de mi arroz blanco en el plato, Francisco y Christian se lo comían sin contemplaciones. Así que donde hay agua, y aquí la hay en abundancia, plantan arroz. Y cuando no, también lo plantan en seco en la época de lluvias, que es casi siempre.


Otra posibilidad de ir al sur es en barco, pero, aunque los lugareños lo hacen, el estado de los barcos y lo que es peor, la mar que suele estar movida, no lo aconsejan. Todo y así, no podía dejar de mirar el barco de la foto, que me decían que también lleva pasajeros y pensar cómo sería ese viaje desde aquí al sur, hasta la isla de Santa María.

En el hotel pregunto por si saben de un guía local, ya que Christian no conoce la zona. Me mandan a Stephano, con quien nos ponemos de acuerdo en el precio para ir a visitar al día siguiente plantaciones de vainilla y sobre todo una de cacao. Para ello, aunque vamos a sólo 12 km, tardamos 1 hora en llegar en coche por el estado de la pista.


Por el camino encontramos canteras de piedra que la gente van arrancando a la montaña y luego con martillos van desgajando hasta hacer diferentes tamaños que se van a utilizar en la construcción de casas. Para ello se construyen unos sencillos cobertizos techados para poder trabajar a la sombra o al abrigo de la lluvia. Un trabajo arduo que tampoco debe estar nada bien pagado. Y además, donde he visto muchos niños trabajando.



Pasamos por un pueblo que se llama Antsamanen, que significa “ruido que hace la fuente de agua” (al parecer aquí todos los pueblos tienen un nombre que significa algo) donde visitamos una plantación de vainilla que es del tío del guía. La vainilla tarda 3 años en producir, hay que polinizarla manualmente, flor por flor, lo que lo hace muy trabajoso y costoso (en Canarias se está empezando a hacer pruebas con vainilla) y se vende en verde a 9 € el kilo. Con 5 kg verde se obtiene 1 kg seco que se vende a 40 €. Se pueden tener hasta 2000 plantas por ha (1 planta puede dar hasta 5 kg de flores/frutos en verde cuando es grande). Se debe recorrer la plantación cada día durante 3 meses para polinizar las flores que se han abierto y el fruto estará listo para cosechar al cabo de 9 meses. En la plantación está combinada con pachuli, café, pimienta y árboles de clavo. Como tutores se usa Gliricida y Jatropha. La vainilla es la única orquídea de las 22000 especies que hay que produce un fruto comestible.


En la plantación hay un cuidador que cuando nos vamos lleva una mochila de aspersión con insecticida y se lleva a su nieto de un par de años de la mano, para que vaya aprendiendo. Luego te dicen que aquí todo es natural. Cuando pregunto, Stephano me dice que es que tiene unas verduras plantadas, que es sólo para eso. Ya.

Pero a lo que vamos. Llegamos a la plantación de cacao donde primero hay que esperar al encargado. Mientras, veo a la niña de la casa que ya está preparando-zarandeando el arroz que se destinará para la comida del día, quitando las pajas y las cáscaras. Aquí hay que ponerse las pilas desde pequeña.



Con el encargado, visitamos las plantas de cacao que me sorprenden porque hay un poco de todo en cuanto a variedades. También hay árboles cargados de mazorcas como nunca había visto y otros con mazorcas tan grandes y pesadas que se desgajan de la rama.

Más de 200 mazorcas en un solo árbol, cuando 30 ya es una cantidad rentable

Si a alguien le interesa el tema del cacao en Madagascar, he escrito un documento de unas 15 páginas que en 1 semana ya estará corregido en cuanto al estilo y lo puedo compartir.

Cacao tipo amelonado

El guía nos dice que la gente le llama también “Stephano camaleón” por su facilidad para ver estos reptiles a grandes distancias. Y nos lo mostrará en el recorrido en el que vemos al menos 20 de estos animales.


Al final del día todavía nos vamos hasta una playa donde poder bañarnos en un lugar donde no hay mucha corriente que aquí al parecer son fuerte y traicioneras. Como me quedo contento con el guía, quedamos para el día siguiente ya que me dice que podemos ir a una comunidad río arriba, en la piragua pública y luego regresar andando, pasando por un par de pueblos y zonas de cultivos (la foto del arroz es de ese trayecto).


La vida como en tantas otras partes donde no hay carreteras, transcurre al borde del río, lavando la ropa, juntando cañas de bambú para vender, con el paso de las piraguas que traen y llevan lo que haga falta, la pesca, ….


Toca regresar y aunque lo hacemos por la misma carretera por la que vinimos (no hay otra), las vistas son diferentes y podemos ver el complejo montañoso que separa la costa este del oeste. Encontramos un par de taxi brousse varados en la carretera porque han pinchado 2 ruedas o vete a saber por qué (nosotros también hemos pinchado un par de veces) y los pasajeros se han tenido que buscar la vida para seguir el viaje. Es en esos momentos donde me alegro especialmente de viajar con Christian.


Por el camino pasamos por unas zonas donde se encuentra oro. Christian me dice que fue una empresa china la que construyó esta carretera y se cuenta que al hacer catas en los terrenos encontraron oro y que se llevaron todo lo que pudieron. Sea verdad o un bulo, la verdad es que los chinos siempre dan que hablar. En todo caso, en los bordes y en los lugares donde hay agua, se ve a la gente con zarandas buscando esa pepita que les deberá hacer ricos y que nunca encuentran. La pobreza de las casas alrededor así lo atestigua.

Buscadores de oro que se pasan todo el día metidos en el agua

Paramos a comer en Ambilobe, donde nos queda el último y peor tramo del día hasta llegar a Ambanja. Como no queremos llegar tarde le digo a Christian que voy a comer donde él lo haga ya que si quiero comer en un restaurante a la europea van a tardar mucho. Nos vamos a una choza donde yo pido una carne de zebú dura como el diablo y un arroz que no hay quien se lo coma (cuesta un poco menos de 2 euros). Como no identifico lo que come Christian y le miro insistentemente el plato me dice que es murciélago. Seguramente se me pone un poco cara de asco porque me dice que no es murciélago de cueva, sino que vive en los árboles y se alimenta de insectos. No le digo que no le veo la diferencia, la verdad, y me salgo para no seguir viendo los huesos del ala que acaba de chupar.


Otro camaleón de camuflaje

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