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martes, 10 de septiembre de 2024

Las islas

 

Barquito saliendo a pescar con su vela de tela de saco (Nosy Komba)

Termino mi viaje con Christian en Ambanja para irme de nuevo a las islas. Me quedan todavía unos días y mi idea original era irme por carretera primero a Mahajunga y luego de allí a Antananarivo. En total son unos 1100 km, pero el estado de las carreteras y lo que me contaba la gente que había hecho alguno de los trayectos, de que se tarda entre 30 y 40 horas en hacer todo el recorrido, me tiraba para atrás. Alquilar un coche sale caro e ir en taxi brousse podía ser una odisea que no quería vivir. La idea de hacer trayectos cortos tampoco es posible porque no hay lugares donde pararse para dormir que estén medianamente bien, tampoco para comer, y los taxi-brousse ofrecen hacer el viaje en 40 horas, sólo parando para comer y para mear y lo que haga falta. Llevan dos conductores y no paran hasta llegar. Demasiado para mí.

Dicen que las puestas de sol en Madagascar son únicas. Lo pude comprobar. Pero lo que me llamó la atención cuando hice esta foto fue el pescador que se llevó a su hijo de unos 3 años a recoger unas nasas, para que vaya aprendiendo ya el oficio (Nosy Komba).

Así que la idea de volver a las islas no me desagradaba y la verdad es que esta vez le encontré el lado positivo. Me dediqué a bañarme, incluso nadando con alguna tortuga, a caminar por la playa, a no hacer ninguna excursión con otros turistas, a ir a ver un proyecto de permacultura donde tienen cacao y hacen chocolate, a quedarme unos días en la isla de Nosy Komba, oyendo los grititos de los lémures por la noche y sobre todo viendo los barcos de madera, con o sin vela, que uno no entiende como se mantienen encima del agua.

Los niños y niñas en Nosy Komba todavía no están enganchados al móvil y se pasan el día, ahora que están de vacaciones, jugando en la playa, bañándose y como estas niñas, jugando al fútbol en la arena.

Niñas jugando al fútbol

Cuando miro las fotos, veo cuantas cosas se quedan sin contar. Cada foto, tanto las que están en el blog como las muchas más que no aparecen, tienen un montón de pequeñas historias detrás. Y lo que pongo no debe llegar ni al 1%.

¿Aguantará la vela?

Lo pienso cuando Dagi me pregunta si puedo contar más sobre el proceso de la sal que vi en Uganda. Pues sí lo haré, cuando a mi regreso nos veamos. Porque hay cosas que cuesta describirlas y de palabra es más fácil.

En los puertos de las islas se encuentran los veleros modernos de los extranjeros con los barcos antiguos de los malgaches.

Esta última parte va sobre todo de mar, de colores, de barcos y de marineros. Y no todo es un cielo azul. Cuando uno mira por detrás de los muelles (Hellville, Nosy Be), en los lugares donde (mal)viven la gente del mar, ve que su vida no es sólo dura sino también muy difícil, en un devenir marcado por las mareas que marcan el ritmo de sus vidas.

Zona de los pescadores. El plástico es tanto del que llega por las mareas como lo que ellos mismos tiran por la ventana. Aquí no se usa el cubo de la basura.

Lo normal es que por las mañanas el mar esté en calma. Luego a partir del mediodía se levanta el viento.

Preparando el barco para salir

En la ciudad todavía conviven el pasado de los cebúes con la modernidad de los tuk-tuk, seguramente no por mucho tiempo. En esta ciudad dicen que hay unos 2000 tuk-tuk, los que producen terribles embotellamientos cada mañana en las horas punta, porque si hay un cliente, se paran no importa donde, sin dejar pasar a los que vienen atrás, y discuten primero el precio.


En la ciudad de Hellville, al borde del mar hay muchos aserraderos, adonde llegan seguramente muchos de los árboles talados ilegalmente en las costas de Madagascar. Los barcos a vela más grandes se encargan de traer los árboles y los pequeños de repartir los tablones. También se utilizan para llevar grandes cargas de arena y cemento, que los cargadores del puerto llevan en sacos, hasta 3 a la vez en la cabeza o sobre los hombros, en un trajinar incesante. Se ríen ellos y quienes los contratan de las medidas de riesgos laborales en el trabajo.

Transportando arena

En lo que ya va siendo un clásico el último día en Nosy Be aprovecho para ir a cortarme el pelo. Veo un sitio al lado del mercado que pone Peluquería Ely. Os lo recomiendo.


Ely me habló en malgache y le dije a todo que sí. Me puse en sus manos y en un momento me cortó el pelo con máquina, a la que de vez en cuando le echaba un poco de aceite que me da que acababa en mi cabeza. Ely me trasladó a mis tiempos en Togo porque también usaba un trozo de gomaespuma para quitar los pelitos que van cayendo del corte. Fue super rápido y me cobró 1 euro. Al final nos hicimos la foto de rigor que queda para el recuerdo.


Cuando subo temprano por la mañana a ver el proyecto de Akiba Komba, paso por la zona de los lémures. Aún no han llegado los primeros turistas y los lémures saltan nerviosos de un árbol a otro, pensando que ya llega la comida. Les digo que no se pongan nerviosos, que ya he visto a un grupo de rusos comprando plátanos en la playa, así que el día está asegurado.

Vista de Nosy Be desde la parte alta de Nosy Komba

En todo este viaje no me han picado muchos mosquitos, sólo en un par de días. Además no me he puesto enfermo ni un día, así que no se me ocurre nada más que pedir. Pro me alegro de volver a mi casa, a mi cama y a la normalidad, aunque ayer ya me descubrí mirando a hurtadillas el mapa mundi y pensando en un destino adecuado para cuando llegue el invierno. Y no me extrañaría que fuera en algún lugar con islas.

Atardecer en Nosy Komba




 

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