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lunes, 23 de julio de 2012

Fijianadas


Los fijienses, o quizás fijianos, en realidad no sé cómo llamarlos ya que en ambos casos parece el nombre de los habitantes de un planeta descrito en sus novelas futuristas por Isaac Asimov, son también gente bastante grande, pero sin llegar a ser como los tonganos.
Cuando fui al museo de Suva me quedé maravillado con las reproducciones en tamaño real de las barcas que utilizaban para desplazarse, en las que llegaban a viajar 50 personas e incluso llevaban plantas en una especie de macetas para alimentarse en el viaje. Mientras estaba dentro, fuera caía el diluvio y me senté a esperar en el porche a que escampara, viendo que la gente en este país, muy sabiamente, cuando llueve se quita los zapatos para que no se les mojen.
Casa antigua (1874) de Levuka

Mientras en Tonga son racistas contra los chinos y asiáticos en general, aunque sean los que les proveen de alimentos en los supermercados, en Fiji son racistas contra los indios (de la India) a los que, a pesar de que algunos constituyen ya la sexta generación viviendo en este país, siguen considerando ciudadanos de segunda clase. Entre 1879 y 1916 los ingleses trajeron a 60.000 indios con contratos de 5 años de los que muchos se quedaron y ahora sus descendientes representan un 37% de la población. No obstante los recientes golpes de estado les han hecho sentir que siguen siendo considerados ciudadanos de segunda clase y que no se permite que ningún partido, en el que ejercen influencia, llegue al poder.
Parece ser que Fiji es el nombre que le dieron los tonganos a estas islas, aunque ellos mismos la llaman Viti. A principios del siglo XIX los comerciantes europeos “descubrieron” las islas como lugar de pesca de ballenas, de producción de sándalo y bêche-de-mer. En 1874 las anexionaron al Reino Unido, a cambio de pagar una deuda de 45 mil dólares. No es hasta 1970 que Fiji consigue de una forma pacífica su independencia.
Aquí vuelvo a tener buena conexión de internet en las ciudades más grandes lo que me hace de nuevo sentirme h@ppy aunque la parte negativa es que es muy caro (entre 2 y 5 euros la hora de conexión). Aunque tengan wifi en algunos hoteles y restaurantes, siempre hay que pagar.
Calle de Levuka

Todo el mundo me felicita por la victoria de España en la copa de Europa y es la referencia que tienen cuando les hablas de España, de Barcelona o de Madrid. Sobre todos los habitantes de origen indio son los que siguen el fútbol, fácilmente entendible al ver sus pequeños cuerpos mientras los fijianos, grandes y fuertes se decantan por el rugby.
Por fin he conseguido desprenderme de otra piel de mi cebolla, esta vez de mi camiseta de Greenpeace que tanto me gustaba. Me ha ayudado el que el cuello ya estaba carcomido, como si los ratones se hubieran entretenido en mordisquearlo y así mi maleta se va haciendo cada vez, poco a poco, menos pesada, dejando atrás ropas y recuerdos.
De Suva me voy a Ovalau, la isla donde estaba la primera capital de Fiji, establecida por los ingleses y que parece una pequeña ciudad del oeste americano. En sus buenos tiempos llegó a tener 52 hoteles pero ahora ya sólo quedan unos 10, si acaso, y poco que ofrecer al turismo, más que su pasado glorioso y algunas construcciones de esa época. Después de un par de días inmerso en un bucle, voy a la isla de Nananau-i-Ra, donde paso otro par de días tranquilos, oyendo el viento y nadando con peces. Ena, la chica norteamericana con la que comparto habitación se pasa el día viendo películas. Pero me espera Taveuni.
En este viaje, en contra de mi costumbre, muchas veces me dejo llevar. Creo que a veces estoy en una posición esotérica de dejar que el destino decida y otras de pasota, del que más me da.
Suva es una ciudad con fama de peligrosa de noche (¿vuelve a exagerar LP?) pero que durante el día me encanta ya que está hecha a mi medida. Hay de todo en las calles, galerías comerciales con la ropa de moda, tiendas de ropa australiana de segunda mano, las comiderías indias con sus olores penetrantes. La multiculturalidad se hace especialmente patente en este país al ser este uno de los más pobladas del área del Pacífico y con Suva como la mayor metrópolis con sus 300 mil habitantes. Aquí estudian jóvenes de 12 países del Pacífico, trayendo sus ropas, costumbres y olores. Cuando paseo por la calle, me parece reconocer a los enormes tonganos con sus faldas oscuras, luego en el Little India, veo moverse a los indios presurosos entre sus tiendas, delgados y menudos. Algunas personas son negras y podrían pasar perfectamente por africanos, y en otros las mezclas no dejan adivinar el origen de sus rasgos.
Ojo de buey del barco Sufi

En el bus, en los buses en los que ya he pasado un montón de horas, también se ve esta diversidad, mujeres con saris de colores y un punto rojo en su frente que invariablemente atrae tu mirada, hombres de túnica y barbas blancas a los que muchos saludan respetuosamente, mujeres grandes, fijianas, con sus niños en brazos y cuando te acercas a Suva, chicas jóvenes ya más influenciadas por la moda occidental y escuchando música en si Ipod. Durante el viaje, la música india de Bollywood, a veces a todo volumen, alegra el recorrido.
Vuelvo al Colonial Lodge donde curiosamente ya me siento como en casa y los perros me saludan moviendo la cola. Por la noche quedo para cenar con Silvia, una chica de Barcelona que trabaja aquí para Unicef y que era vecina de Nagore en Dili, quien nos ha puesto en contacto. Me hace bien hablar en español, largo y corrido, sin pensar tres veces lo que voy a decir y entendiendo todo lo que me dicen. Son tantas las cosas por contar que el tiempo se me hace corto, pero todo y así ha sido agradable soltar el lastre de pensamientos e ideas que como cometas trazaban círculos en mi cabeza. Estoy decidido a ir a Taveuni, aunque era más fácil haberlo hecho desde Savusavu. Y es que no estoy siguiendo una ruta lógica con lo que a mí me gustan, pero cuando estás de vacaciones el mundo está al revés. Me compensa el que he decidido tirar la casa por la ventana, gastándome 25 euros más por dormir en el barco en una cabina en vez de en un mugriento asiento ya que el viaje dura 20 horas, desde las 5 de la tarde hasta la 1 del mediodía del día siguiente. Comparto cabina con 3 fijianos más, uno de ellos trabaja para la FEA (Fijian Electricity Authority).
Puesta de sol en Savusavu

Silvia me cuenta sobre la rigidez de las tradiciones en estos países, sus jerarquías, algo que ya pude observar en Tonga, y en lo que coincidimos que es un lastre para desarrollarse al ritmo de la sociedad globalizada. Pero no les queda otro remedio y los que no se adapten quedarán irremisiblemente atrás. Le doy vueltas a estos temas como a tantos otros ya que al viajar sólo a veces entras en un bucle continuo, de pensamientos, de ideas, de sensaciones, de decisiones a tomar.
Cambio el último libro que he leído en alemán, una novela algo mediocre, por un estupendo libro en español de Santiago Gamboa, un escritor colombiano que escribe sobre Pekín. Y es que los libros de esta forma también viajan. Cuando llego a un hotel de mochileros siempre hay una estantería llena de novelas en inglés, algunas en alemán, en francés y raramente en otro idioma, como el español. Me toca normalmente cambiar mi último libro por otro en alemán, llevándolo de un país al otro.
Es curioso como estando de vacaciones te juntas con gente que en tu vida normal no jugarían ningún papel. Aquí me tienes yendo de excursión con César, un ibicenco de 33 años, farmacéutico, que según él, ha vendido todo lo que tenía en España, piso y farmacia, se ha separado de su mujer y está buscando un lugar donde quedarse a vivir, casarse y tener hijos. Aparte de esto, es del PP, le gusta todo lo militar, también el boxeo, está algo obsesionado con las mujeres, en fin, una joya, pero como habla español, ahí nos pasamos ratos charlando. Además uno de sus destinos posibles era Nicaragua así que se ha pasado el día preguntándome cosas de ese país. Nos hemos ido en bus a Lavena, donde se acaba la carretera por la costa oeste de Taveuni. Es un parque natural  donde hay una famosa caminata de 5 km (Coastal walk) que pasa por un sendero muy bonito entre el mar y la montaña, acabando en dos cascadas que caen casi juntas y donde se puede nadar con un agua que sabe a gloria después de la caminata. No hay bus a la vuelta así que esperamos que nos organicen un transporte lo que por suerte ocurre ya que hay unos gringos que han ido en 2 camionetas y los choferes nos llevan por unos 5 euros a cada uno. Lo único es que vamos en la tina, sentados sobre un neumático dando botes por la carretera sin asfaltar, y lo que es mejor, está lloviendo por lo que llegamos empapados. Pasamos por unos paisajes que con la lluvia fina que está cayendo parecen más verdes que a la ida, mostrando todo su esplendor con cocoteros que llegan hasta el mar. Estando en Lavena, mientras esperamos para regresar hablo con una pareja alemana muy simpática y me da rabia no haberme decidido antes por venir esta isla, por este sitio que me gusta tanto, pero quien sabe como hubiera sido, otra gente, otra luna, otras constelaciones.

Paso los últimos días en el Beverly Campground donde las puestas de sol cada día son diferentes, tratando la de hoy de superar a la de ayer, como si de un concurso se tratara, mientras el agua se mece tranquila entre marea y marea y los peces esperan asustados para esconderse en sus cuevas cada vez que te ven aparecer buceando.

Viajando te encuentras a un montón de gente rara. Un par de ejemplos:

Conversación con una australiana (algo mayor) en un hotel en Savusavu:
Where are you from?
 I’m from Spain.
Ohh, I love Spain, I love Ricky Martin and Shakira ¡!! Waka, waka, eh, eh, waka, waka …

Una perla de César:
C: Alfonso, te quería hacer una pregunta, si no quieres no me contestes. Estoy algo preocupado porque en este viajo tengo la libido muy baja. Estoy acostumbrado a tener alguna pequeña erección por la mañana y aquí no me ocurre. Tú qué crees que puede ser, estoy preocupado.
Yo: pues no sé, quizás la emoción del viaje ....
C: Ah, bueno, me quedo muchomás  tranquilo

Niña en Taveuni y Cesar al fondo

Mientras, en España el mundo se sigue cayendo, mis amigos se separan y se vuelven a juntar, aunque cruzados, la gente ya no me envidia porque allí también hace calor…

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