Los fijienses, o quizás
fijianos, en realidad no sé cómo llamarlos ya que en ambos casos parece el
nombre de los habitantes de un planeta descrito en sus novelas futuristas por
Isaac Asimov, son también gente bastante grande, pero sin llegar a ser como los
tonganos.
Cuando fui al museo de Suva me
quedé maravillado con las reproducciones en tamaño real de las barcas que
utilizaban para desplazarse, en las que llegaban a viajar 50 personas e incluso
llevaban plantas en una especie de macetas para alimentarse en el viaje.
Mientras estaba dentro, fuera caía el diluvio y me senté a esperar en el porche
a que escampara, viendo que la gente en este país, muy sabiamente, cuando
llueve se quita los zapatos para que no se les mojen.
Casa antigua (1874) de Levuka |
Mientras en Tonga son racistas
contra los chinos y asiáticos en general, aunque sean los que les proveen de
alimentos en los supermercados, en Fiji son racistas contra los indios (de la
India) a los que, a pesar de que algunos constituyen ya la sexta generación
viviendo en este país, siguen considerando ciudadanos de segunda clase. Entre
1879 y 1916 los ingleses trajeron a 60.000 indios con contratos de 5 años de
los que muchos se quedaron y ahora sus descendientes representan un 37% de la
población. No obstante los recientes golpes de estado les han hecho sentir que
siguen siendo considerados ciudadanos de segunda clase y que no se permite que
ningún partido, en el que ejercen influencia, llegue al poder.
Parece ser que Fiji es el
nombre que le dieron los tonganos a estas islas, aunque ellos mismos la llaman
Viti. A principios del siglo XIX los comerciantes europeos “descubrieron” las
islas como lugar de pesca de ballenas, de producción de sándalo y bêche-de-mer.
En 1874 las anexionaron al Reino Unido, a cambio de pagar una deuda de 45 mil
dólares. No es hasta 1970 que Fiji consigue de una forma pacífica su
independencia.
Aquí vuelvo a tener buena
conexión de internet en las ciudades más grandes lo que me hace de nuevo
sentirme h@ppy aunque la parte negativa es que es muy caro (entre 2 y 5 euros
la hora de conexión). Aunque tengan wifi en algunos hoteles y restaurantes,
siempre hay que pagar.
Calle de Levuka |
Todo el mundo me felicita por
la victoria de España en la copa de Europa y es la referencia que tienen cuando
les hablas de España, de Barcelona o de Madrid. Sobre todos los habitantes de
origen indio son los que siguen el fútbol, fácilmente entendible al ver sus
pequeños cuerpos mientras los fijianos, grandes y fuertes se decantan por el
rugby.
Por fin he conseguido
desprenderme de otra piel de mi cebolla, esta vez de mi camiseta de Greenpeace
que tanto me gustaba. Me ha ayudado el que el cuello ya estaba carcomido, como
si los ratones se hubieran entretenido en mordisquearlo y así mi maleta se va
haciendo cada vez, poco a poco, menos pesada, dejando atrás ropas y recuerdos.
De Suva me voy a Ovalau, la
isla donde estaba la primera capital de Fiji, establecida por los ingleses y
que parece una pequeña ciudad del oeste americano. En sus buenos tiempos llegó
a tener 52 hoteles pero ahora ya sólo quedan unos 10, si acaso, y poco que
ofrecer al turismo, más que su pasado glorioso y algunas construcciones de esa
época. Después de un par de días inmerso en un bucle, voy a la isla de
Nananau-i-Ra, donde paso otro par de días tranquilos, oyendo el viento y
nadando con peces. Ena, la chica norteamericana con la que comparto habitación
se pasa el día viendo películas. Pero me espera Taveuni.
En este viaje, en contra de mi costumbre,
muchas veces me dejo llevar. Creo que a veces estoy en una posición esotérica
de dejar que el destino decida y otras de pasota, del que más me da.
Suva es una ciudad con fama de
peligrosa de noche (¿vuelve a exagerar LP?) pero que durante el día me encanta
ya que está hecha a mi medida. Hay de todo en las calles, galerías comerciales
con la ropa de moda, tiendas de ropa australiana de segunda mano, las comiderías
indias con sus olores penetrantes. La multiculturalidad se hace especialmente
patente en este país al ser este uno de los más pobladas del área del Pacífico
y con Suva como la mayor metrópolis con sus 300 mil habitantes. Aquí estudian
jóvenes de 12 países del Pacífico, trayendo sus ropas, costumbres y olores.
Cuando paseo por la calle, me parece reconocer a los enormes tonganos con sus
faldas oscuras, luego en el Little India, veo moverse a los indios presurosos
entre sus tiendas, delgados y menudos. Algunas personas son negras y podrían pasar
perfectamente por africanos, y en otros las mezclas no dejan adivinar el origen
de sus rasgos.
Ojo de buey del barco Sufi |
En el bus, en los buses en los
que ya he pasado un montón de horas, también se ve esta diversidad, mujeres con
saris de colores y un punto rojo en su frente que invariablemente atrae tu
mirada, hombres de túnica y barbas blancas a los que muchos saludan
respetuosamente, mujeres grandes, fijianas, con sus niños en brazos y cuando te
acercas a Suva, chicas jóvenes ya más influenciadas por la moda occidental y
escuchando música en si Ipod. Durante el viaje, la música india de Bollywood, a
veces a todo volumen, alegra el recorrido.
Vuelvo al Colonial Lodge donde
curiosamente ya me siento como en casa y los perros me saludan moviendo la
cola. Por la noche quedo para cenar con Silvia, una chica de Barcelona que
trabaja aquí para Unicef y que era vecina de Nagore en Dili, quien nos ha
puesto en contacto. Me hace bien hablar en español, largo y corrido, sin pensar
tres veces lo que voy a decir y entendiendo todo lo que me dicen. Son tantas
las cosas por contar que el tiempo se me hace corto, pero todo y así ha sido agradable
soltar el lastre de pensamientos e ideas que como cometas trazaban círculos en
mi cabeza. Estoy decidido a ir a Taveuni, aunque era más fácil haberlo hecho
desde Savusavu. Y es que no estoy siguiendo una ruta lógica con lo que a mí me
gustan, pero cuando estás de vacaciones el mundo está al revés. Me compensa el que
he decidido tirar la casa por la ventana, gastándome 25 euros más por dormir en
el barco en una cabina en vez de en un mugriento asiento ya que el viaje dura
20 horas, desde las 5 de la tarde hasta la 1 del mediodía del día siguiente.
Comparto cabina con 3 fijianos más, uno de ellos trabaja para la FEA (Fijian
Electricity Authority).
Puesta de sol en Savusavu |
Silvia me cuenta sobre la
rigidez de las tradiciones en estos países, sus jerarquías, algo que ya pude
observar en Tonga, y en lo que coincidimos que es un lastre para desarrollarse
al ritmo de la sociedad globalizada. Pero no les queda otro remedio y los que
no se adapten quedarán irremisiblemente atrás. Le doy vueltas a estos temas
como a tantos otros ya que al
viajar sólo a veces entras en un bucle continuo, de pensamientos, de ideas, de
sensaciones, de decisiones a tomar.
Cambio el último libro que he
leído en alemán, una novela algo mediocre, por un estupendo libro en español de
Santiago Gamboa, un escritor colombiano que escribe sobre Pekín. Y es que los
libros de esta forma también viajan. Cuando llego a un hotel de mochileros
siempre hay una estantería llena de novelas en inglés, algunas en alemán, en
francés y raramente en otro idioma, como el español. Me toca normalmente
cambiar mi último libro por otro en alemán, llevándolo de un país al otro.
Es curioso como estando de
vacaciones te juntas con gente que en tu vida normal no jugarían ningún papel.
Aquí me tienes yendo de excursión con César, un ibicenco de 33 años,
farmacéutico, que según él, ha vendido todo lo que tenía en España, piso y
farmacia, se ha separado de su mujer y está buscando un lugar donde quedarse a
vivir, casarse y tener hijos. Aparte de esto, es del PP, le gusta todo lo
militar, también el boxeo, está algo obsesionado con las mujeres, en fin, una
joya, pero como habla español, ahí nos pasamos ratos charlando. Además uno de
sus destinos posibles era Nicaragua así que se ha pasado el día preguntándome
cosas de ese país. Nos hemos ido en bus a Lavena, donde se acaba la carretera por
la costa oeste de Taveuni. Es un parque natural
donde hay una famosa caminata de 5 km (Coastal walk) que pasa por un
sendero muy bonito entre el mar y la montaña, acabando en dos cascadas que caen
casi juntas y donde se puede nadar con un agua que sabe a gloria después de la
caminata. No hay bus a la vuelta así que esperamos que nos organicen un
transporte lo que por suerte ocurre ya que hay unos gringos que han ido en 2
camionetas y los choferes nos llevan por unos 5 euros a cada uno. Lo único es
que vamos en la tina, sentados sobre un neumático dando botes por la carretera
sin asfaltar, y lo que es mejor, está lloviendo por lo que llegamos empapados.
Pasamos por unos paisajes que con la lluvia fina que está cayendo parecen más
verdes que a la ida, mostrando todo su esplendor con cocoteros que llegan hasta
el mar. Estando en Lavena, mientras esperamos para regresar hablo con una pareja
alemana muy simpática y me da rabia no haberme decidido antes por venir esta
isla, por este sitio que me gusta tanto, pero quien sabe como hubiera sido, otra
gente, otra luna, otras constelaciones.
Paso los últimos días en el
Beverly Campground donde las puestas de sol cada día son diferentes, tratando
la de hoy de superar a la de ayer, como si de un concurso se tratara, mientras
el agua se mece tranquila entre marea y marea y los peces esperan asustados
para esconderse en sus cuevas cada vez que te ven aparecer buceando.
Viajando te encuentras a un montón de gente rara. Un par de ejemplos:
Conversación con una
australiana (algo mayor) en un hotel en Savusavu:
Where are you from?
I’m from Spain.
Ohh, I love Spain, I love Ricky
Martin and Shakira ¡!! Waka, waka, eh, eh, waka, waka …
Una perla de César:
C: Alfonso, te quería hacer una
pregunta, si no quieres no me contestes. Estoy algo preocupado porque en este
viajo tengo la libido muy baja. Estoy acostumbrado a tener alguna pequeña
erección por la mañana y aquí no me ocurre. Tú qué crees que puede ser, estoy
preocupado.
Yo: pues no sé, quizás la emoción del viaje ....
C: Ah, bueno, me quedo muchomás tranquilo
Niña en Taveuni y Cesar al fondo |
Mientras, en España el mundo se
sigue cayendo, mis amigos se separan y se vuelven a juntar, aunque cruzados, la
gente ya no me envidia porque allí también hace calor…
No hay comentarios:
Publicar un comentario