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jueves, 5 de julio de 2012

De como descubrir que existen más paraísos


Barco azul a Eua

He vuelto a Tongatapu después de pasar unos días en la isla Eua, en otro paraíso llamado Hideaway (www.kalianet.to/hideawayeua; www.eua-island-tonga.com). Como dijo el papa, el paraíso es un estado imaginario que realmente no existe (se extendió algo más pero yo no pienso darle cuerda), aunque yo creo haberlo visto un par de veces, pero quizás en realidad sea un estado interior. Cuando llegábamos a la isla en el barco azul una ballena se cruzó en nuestro camino soltando un chorro de agua como saludo. Caminando por la isla y sus bosques pude ver una plantación de café entre una plantación de pinos, al red shining Parrot (también llamado koki o kaka por los nativos) y una manada de caballos salvajes.
Islote deshabitado


Los últimos días los he pasado en la isla de Tongatapu sin hacer gran cosa, yendo a las islas circundantes, como Pongaimatu y Atata, paseando por el centro de Nuku’alofa, estudiando inglés en el bachpackers, yendo al puerto a ver los veleros, especialmente un espectacular 4 mástiles de Sudáfrica, yendo a ver un espectáculo artístico por la noche donde se presentaba la historia tongana mediante los bailes de las mujeres (bailan moviendo las manos, no las caderas, eso parece que es en Tahití) y los combates de los guerreros tonganos, muy orgullosos de ser la única nación del Pacífico que nunca ha sido colonizada.
Ahora que ya me estoy yendo de Tonga empiezo a entender algunas cosas y a conocer algunos sitios, como un restaurante indio donde te sirven un abundante pollo o cordero al curry con arroz por sólo 2,5 euros con música india amenizando la comida, la cual me encanta, both, o el Sabrina’s Chicken Take Away, con abundante carne por sólo 3 euros.
Bar en Pongaimatu

Cruzando la pista de aterrizaje en Foa
L@s tonga@s no tienen problemas de contacto físico como nosotros y por eso suelen dormir, separados entre sexos, juntos sobre unas mantas en el suelo en las casas. Eso lo pude comprobar además cuando venía hacinado en el barco desde Hapai y prácticamente dormí abrazado a unos osos que se estiraron a mi lado. Además comparten la mayoría de las cosas cotidianas, sobre todo la comida. Cuando vi que todas las tiendas y supermercados estaban en manos de los chinos pensé en lo que todos piensan en España, en la temible invasión china que se instala en cualquier parte. Viendo lo cerca que estamos aquí de China no es difícil imaginar que esta es su área de influencia. Pero la razón es que si un tongano pone una venta de comida se arruina ya que si le viene un familiar o vecino y no le puede pagar, no le puede negar la comida. Así que los chinos asumen este desagradable papel ya que parapetados detrás de su verja, si no pagas, no hay comida. Supongo que otra razón es sus relaciones comerciales que hacen que tengan una buena red de suministro por lo que en sus tiendas se encuentran muchos producto enlatados o embolsados y procedentes del área asiática. Por eso no es de extrañar que cuando las revueltas del 2006 en la capital ardieran sin razón aparente un gran número de establecimientos de chinos, supongo que para sacar la frustración acumulada después de varias negativas de venderles productos sin dinero. Donde sí parece que todos los vendedores son tonganos es en el mercado de productos frescos, no sé porque.
La vida está tan cara aquí que al final no solamente he seguido saltándome la comida al mediodía sino que incluso he acabado durmiendo en un hospedaje de backpackers, compartiendo un dormitorio con 2 checos y haciéndome yo la comida, lo que tiene como resultado que me hincho a macarrones y arrastrando mi paquete de nescafé instantáneo. Algunos precios en los supermercados son por ejemplo, 3,5 €, por 1 botella de 500 cc de aceite vegetal,  2 € por 1 paquete de macarrones de 500 gr y 1,5 € por 6 huevos. Lo que he aprendido viajando es como menos tiquismiquis seas, mucho mejor. Yo me adapto a lo que hay y si no hay tiempo para comer, pues no se come y a veces, si hay que comer cuatro veces, pues se come cuatro. Mi lema es, come cuando puedas que luego no sabes lo que te encontrarás.
Cerdos marinos, escarbando en la playa de Atata

Paseando por la playa y por querer saludar a un hombre que estaba sentado no me fijé en el suelo y le dí con mi pie descalzo, mejor dicho con mi dedo de en medio, a una piedra y ví varias estrellas de golpe y del golpe. El dedo se me puso enseguida morado pasando por todas las tonalidades del arco iris, igual a los que he visto en el país y mi única preocupación era no habérmelo roto, lo que por suerte parece no ser así.
Si volviera a Tonga, después de todo lo que conozco  (me queda la espinita de las islas Niua) lo haría en la época donde sea seguro poder nadar con las ballenas (agosto -octubre) y también para disfrutar más de la isla Uoleva. 
Pastor en traje y chancletas arreeando a un fiel a la iglesia


Lo que menos me ha gustado es la religiosidad de este pueblo, llena de prohibiciones como en cualquier otra religión que se precie. Tampoco me está gustando mi dependencia de internet (correo electrónico, blog) que a veces puede condicionar lo que hago y adónde voy. Recuerdo como contrapunto a esto mi viaje en bicicleta, hace años, por Marruecos y Argelia, en lo que fue mi primer intento iluso de dar la vuelta al mundo, sin tener contacto con nadie durante al menos un par de meses (¡lo siento mamá!).

Isla Atata


Taro en isla de Foa

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