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viernes, 6 de julio de 2012

Un poco de añoranza de Nicaragua


De cómo moverse en Nicaragua

Tratar de moverse en Nicaragua es algo que se convierte en el punto central para cualquiera que venga a este país, que influye en su día a día, en el trabajo, en la puntualidad, en su vida. Al principio de llegar, en 2006, cuando viajaba en bus después del trabajo e iba de Managua a Masaya había pequeños trancones y tardaba casi una hora en llegar a mi destino, lo que me hizo acelerar la búsqueda de una casa en Managua.
Ir en bus tiene sus desventajas, sobre todo la incomodidad, aunque no hay comparación con los años 80, en que se convertía en pura aventura. En aquella época el parque de vehículos se iba deteriorando a ojos vista, había que ir innovando, como en Cuba, ya que el boicot económico de los yanquis no permitía importar repuestos. Además como el precio del pasaje era muy barato, al estar subvencionado, los buses iban repletos y más de una vez me quedé en tierra ya que no quería ser uno más de los que iban colgados de cualquier parte. La parte buena que tiene ir en bus, además de ser un medio de transporte mucho más ecológico y racional, es que puedes ver más de cerca a la población de este país, que es la que suele o debería ser la receptora de nuestra ayuda. Desde tu coche particular, muchas veces aunque los mires, no los ves.
Hay buses de todas las marcas, tipos, tamaños y colores. De día te asustan con sus bocinas y sus parachoques oxidados y amenazantes. Por la noche parecen una mezcla de platillos volantes con fuegos artificiales y si encienden todos los focos que llevan te pueden dejar ciego para un buen rato. Luego están los busitos que van de una ciudad a otra, a los que llaman los interlocales, o también más popularmente los “intermortales” ya que en caso de accidente no sobreviven muchos, al ir a tope de capacidad de gente, a tope de velocidad y de frenada, o sea a todo lo que dé. En éstos voy a la ida, de Masaya a Managua. Suelo sentarme de espaldas al sentido de la marcha porque ya se sabe, ojos que no ven, corazón que no siente.
A la vuelta voy en los buses amarillos, los de “School” que se ven en las películas americanas, que van parando a cada rato y tardan mucho más. Mucha gente va durmiendo en el bus y no me extraña, ya que sólo el hecho de viajar en estas condiciones es agotador.
En algunos buses obligan a sentarse a tres personas en asientos destinados sólo a dos. Si vas de pie tienes que ir algo agachado porque das con la cabeza en el techo o bien no ves la carretera, con lo que nunca sabes muy bien dónde estás (por lo menos yo) o cuando es el momento de bajarte.
Taxi lleno con pasajero en el portapaquetes

Ahora en el bus no hay tanto contacto físico como antes, cuando iban mucho más llenos. Este medio sigue siendo un lugar interesante para observar a la gente y oír sus conversaciones. Yo recomendaría que todos los cooperantes,  por lo menos una vez (durante una semana) al año fueran en bus a su trabajo, a su casa, a hacer sus mandados y así se bajarían de su nube, o mejor dicho de su Toyota. Es increíble lo rápido que uno se acostumbra a ir en coche y a pasar de los peatones. Además el cambio de mentalidad es automático: cuando vas a pie te acuerdas de la madre de todos los conductores, vas a 1000 rpm atravesando las calles y esquivando motos y bicicletas. La adrenalina va a toda velocidad y tus dos ojos te parecen insuficientes. Cuando luego agarras el coche ya te olvidaste de tu otra personalidad como peatón y te conviertes en una persona soberbia, que conduce con los cristales subidos para que no te molesten los niños que piden limosna o los limpia cristales, naturalmente además con el aire acondicionado puesto. Cuando ves a un peatón lo ignoras y además no le das paso, ni cuando hay un paso de cebra y eso por 2 razones. La primera porque no te da la gana, porque la calle es tuya y el que va en coche eres tú, no él. La segunda, porque en caso de que pares, el no va a cruzar, ni cuando se lo indiques con la mano ya que cree que le estás engañando para atropellarlo en cuanto se descuide y cruce la calle. Además por añadidura no te ganarás el reino de los cielos con esta acción, sino la mayor pitada que hayas oído nunca, además de insultos varios de los demás conductores, por ir en contra de las reglas del grupo al que perteneces. También es posible que provoques varios accidentes en cadena al frenar inesperadamente para dejar pasar al peatón. Así que poco a poco te vas haciendo al modo nica, o sea, cuando veas cruzar un peatón acelera un poco para que no se duerma cruzando la calle, lo cual contribuye a mantener a este pueblo despierto y en forma, y quizás no ganarán en una olimpiada pero en supervivencia en la calle son los campeones.
Bus amarillo

En las autovías de 2 carriles, normalmente muchos de los coches conducen por la izquierda. Esto es así porque el peligro siempre viene de la derecha, en el amplio sentido de la palabra. En el medio hay un pequeño jardín de separación de los carriles que van en sentido contrario y por la derecha, en el arcén, es por donde puede aparecer un perro, un peatón (bolo o no), una vaca, un coche sin luces si es de noche, una bici zigzagueante, y por eso los coches aunque vayan a 40 km/h, van por la izquierda. Si quieres adelantarlos tienes que hacerlo por la derecha, exponiéndote a todos los peligros antes apuntados. Así que cuando voy en vehículo de Managua a Masaya, que son exactamente 27 km, más o menos, me la paso haciendo zigzag, ya que algunos coches, aunque parezca mentira, también van por la derecha. Voy adelantando por aquí y por allá con las antenas súper puestas, ya que cualquier vehículo puede hacer cualquier maniobra en cualquier momento. Esto obviamente también te obliga a estar siempre bien despierto, en fin, el concepto de “chispa” que ya conocemos.
Luego hay enormes trancones, porque de todos es sabido que como más carreteras se construyan, más vehículos salen a la calle. Además el nivel de vida del país está subiendo y eso fomenta la compra de vehículos. También están todos los coches de los organismos de cooperación, de los organismos internacionales, de los ministerios (que a su vez a veces se compran con fondos de cooperación), de los ministros, de los diputados.....
El nicaragüense no tiene una gran educación vial, sino que es muy intuitivo y se mueve por su instinto. Además cuando te pide paso busca siempre el contacto visual. Cuando un conductor quiere incorporarse a tu carril desde una calle perpendicular, si no lo miras, puedes hacer como que no lo has visto, aunque sea un camión enorme, pintado de rojo y tocando la bocina. En ese momento en que el conductor consigue que lo mires, ya estás perdido y tienes que darle paso, es como un código no escrito, es más bien mirado.
En las carreteras que están en mal estado, con enormes baches, para saber quién es el conductor hay una regla: si no capea los baches es extranjero. Si encima va a toda velocidad, el carro no es suyo, más bien de una ONG.
En ese caos circulatorio que es Managua, a pesar de todo, hay un orden en el desorden, o sea, que uno se va acomodando al tráfico, o como dicen, aquí se navega, no se conduce. Los baches te hacen hacer el efecto ola, los taxis que se paran de repente te provocan el efecto volantazo, al igual que cuando intentas evitar con tu barca una ola de frente, el juego que tiene el volante después de haber pasado innumerables baches hace que tu vehículo dé ciertos bandazos como en el mar, cuando es bajada dejas el cambio libre, como si fueras cabalgando a favor del viento en una ola inmensa....
Foto que no tiene nada que ver pero que me gusta


Para leer y ver más sobre Nicaragua:

https://drive.google.com/file/d/0B-fAizR2Kbe4eWM4RUJDQ2tiQTQ/view?usp=sharing

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